Esta orientación hacia la trascendencia, supone ir más allá de uno mismo, o del autocentramiento en la satisfacción de las propias necesidades, sean estas afectivas, biológicas, etc.
Hay quién dice que amar a otra persona es amar un reflejo de Dios en el otro y que este amor nos engrandece. De esta forma, la consciencia de la realidad superior, sería como vincularnos con una fuerza adicional e inagotable para reforzar nuestro vínculo, con otro ser humano, para ser más nosotros mismos, si contactamos con el origen de nuestra esencia espiritual y, por lo tanto, para dar un amor más profundo y poderoso, el uno al otro. Y este amor llevaría a un enriquecimiento en la relación y a un crecimiento mutuo, desde el respeto a la individualidad del otro, tal y como es. El mayor deseo así, no es poseer y dominar a la pareja, sino que el otro sea feliz y sea él mismo, aunque no haga lo que uno quiere. También en este tipo de relación sería importante la humildad, para no pretender saber mejor que la otra persona, qué es lo que le conviene y dejarle crecer y madurar con nuestro apoyo, dejándole desarrollar plenamente su verdadero ser.
Un amor así no es dependiente, a la vez que el ser de uno crece y se enriquece en la presencia y con el amor del otro. Y se acepta que la otra persona está al lado de uno libremente y no por coacciones y manipulaciones. Poniéndose, en este tipo de relación, cualquier dificultad o malentendido, en común, con respeto, entendiéndose que sería un asunto que concierne a ambos y no un problema exclusivamente del que culpar al otro. Un amor así se basa en un amor real, en a la amistad y el respeto y está abierto a que Dios o el Espíritu, marque el mejor camino para ambos.
Si se unen dos personas que se sienten seguras y completas y que buscan su fuente y sentido en Dios y no responsabilizan al otro de lo que les pasa, es más fácil que esa relación favorezca una evolución superior y que perdure. La fuente de luz infinita de la trascendencia aportaría paz y seguridad a cada uno y también iluminaría la relación.
Al tener un cierto grado de madurez, uno sería capaz de ponerse en el lugar del otro y de saber qué sentido tienen los aspectos particulares del otro sexo, que parcialmente también puede encontrar y desarrollar en uno mismo.
Una relación así serviría no para colmar un vacío, sino para crecer juntos en el camino hacia Dios o hacia la trascendencia.
El paso previo para llegar a esto sería que cada uno de los miembros de la pareja fuera un ser independiente, que ha encontrado la totalidad, o se han acercado a ella, aunque ninguno de ellos sea perfecto. Así se pueden sentir más completos, y conscientes de que el otro no es quién tenga que estar colmando sus necesidades e inseguridades. La luz e independencia interior podría surgir de la comunión con Dios o el Absoluto, que sería una fuente inagotable de luz y de amor libre, liberado e independiente.
Así que, sólo siendo más libres, más espirituales, abiertos, maduros y estando más cerca de la fuente de amor infinita ,que está en lo más profundo de nuestro ser, podemos amar con plenitud a nuestra pareja y a nuestros semejantes, así como al mundo circundante. Y de esta manera, será también más probable saber elegir, comprender, discernir, o dicho de otro modo, tener posibilidades reales de encontrar felicidad y armonía en una relación de pareja.
Como dice Raissa Maritain:
« El Amor !
Es el amor a lo que estamos predestinados
desde el origen del mundo.
El amor. Qué es comunicación de las delicias
y la alegría .
El amor es recíproco y total,
ligero, alegre, volviéndose eternamente
a las fuentes de la vida eterna. »