martes, 27 de abril de 2010

¿FUE SIGMUND FREUD UN CHARLATÁN?


Se ha publicado recientemente un nuevo libro, que ha levantado una importante polémica, sobre la vida de Freud, en el que éste es acusado de charlatán, mentiroso, fracasado, etc.

Para los que trabajamos en el ámbito de la Salud Mental, este tipo de acusaciones no resultan novedosas ni originales, sino más bien cotidianas. Aparecen dentro de los comentarios de pasillo, opiniones de profesionales con orientaciones psicoterapéuticas diversas, o se muestran como expresiones prejuiciosas de quienes se sienten atacados y dolidos con algunas de las afirmaciones del Sr. Freud.

A mí no me resulta ajeno escuchar, entre mis alumnos, cuando les pregunto sobre qué saben de Freud, afirmaciones como: “se le fue la pinza…”, “estaba loco” o “a ver si va a resultar que eres más psicoanalista de lo que pareces…” en tono acusador, hacia mi persona. Incluso, en algún momento, ha habido algún filósofo que me ha pedido que le ratificara que el psicoanálisis no es científico y que le recomendara artículos en que se demuestre que no lo es y que le ayudara a buscar pruebas de que no hay estudios científicos, que muestren su eficacia, en ningún trastorno. ¿No son esto prejuicios? Me pregunto cómo es posible llegar a conclusiones semejantes, sin un conocimiento mínimo de los planteamientos de un autor y de sus aplicaciones prácticas. Sí respetaría dichas conclusiones, si partieran de un estudio riguroso de las hipótesis y métodos de los planteamientos del autor, puesto en cuestión.

Desde que Freud inició su novedoso periplo, su andadura no ha estado exenta de dificultades. En parte por presentar teorías novedosas, que ponían en evidencia ciertos aspectos oscuros del ser humano y en parte, por hacer afirmaciones sin mostrar suficiente fundamentación y rigurosidad. Pero a pesar de tanta objeción y resistencia a sus teorías, pocos autores han tenido tanta influencia en el lenguaje de una cultura, en la literatura, el cine o la misma ciencia como ha sido el caso de Freud. Filósofos, escritores, cineastas, psicólogos, psiquiatras, entre otros muchos, se han interesado en indagar en los planteamientos freudianos y se han dejado inspirar por ellos, para desarrollar sus propios trabajos. Por otra parte, pocos autores han tenido tanta repercusión en la práctica clínica, como ha sido el caso de Freud, al que se ha llegado a llamar el “padre de las psicoterapias”. Numerosos conceptos acuñados por él son imprescindibles en el lenguaje clínico, como es el caso de los conceptos “consciente”, “inconsciente”, “transferencia”, “actos fallidos” o “mecanismos de defensa”, entre otros. Sin olvidar, que numerosas escuelas de terapia, cuyos tratamientos se aplican con éxito a diferentes tipos de problemas humanos, tienen una inspiración importante en planteamientos psicoanalíticos. Tal es el caso de la Gestalt de Perls, la Logoterapia de Frankl, la Psicología Analítica de Jung, la Psicología individual de Adler, la Bioenergética de Lowen, el Psicodrama de Moreno, la Psicoterapia Centrada en el Cliente de Rogers, diversos tipos de Psicoterapias Breves o las terapias Sistémicas, entre otras. Sobre muchas de éstas y otras de corte más directamente psicoanalítico, hay estudios de eficacia, ante diferentes trastornos (como son los trabajos de Bateman y Fonagy sobre su eficacia en pacientes con trastorno límite de la personalidad), sin obviar, la nutrida literatura existente, sobre estudios de caso único, aportados por numerosos psicoanalistas, en los que se quedan reflejados los beneficios que han obtenido muchas personas. Por algo, la Asociación Americana de Psiquiatría recomienda aplicar este tipo de tratamientos, para algunos trastornos psíquico. ¿Serán ellos también unos charlatanes?

Con todo lo planteado, no quiero decir que todos sus principios sean infalibles, ni que su método sea la panacea para cualquier problemática humana. El psicoanálisis, como la vida humana, tiene sus luces y sus sombras…

Aparte de lo dicho, no podemos olvidar, que después de Freud, el psicoanálisis ha evolucionado, y se han ido desarrollando otros planteamientos, que resultan en muchos casos, de interés y utilidad para cualquier clínico. Por ejemplo, tenemos a autores como Carl Gustav Jung, Alfred Adler, Otto Kernberg, Otto Rank, Erich Fromm, Alice Miller, Sandor Ferenczi, Erik Erikson, Harry Stuck Sullivan, etc.

En tiempos relativamente recientes, es reseñable el trabajo de el premio Nobel Eric Kandel, por ejemplo, en su artículo A New Intellectual Framework for Psychiatry en el que plantea la interrelación que se da en el ser humano entre los planteamientos de la neurobiología y del psicoanálisis.

Quizás, algún lector de este texto, puede considerarme como sospechosa de psicoanalista y suponer que escribo mediatizada por mi secta. Pero siento decepcionar a quién esgrima semejante idea, pues no me identifico con los planteamientos psicoanalíticos, aunque he de reconocer honestamente, que aportan numerosos elementos valiosos al desarrollo de una psicoterapia. Freud dio los primeros pasos, para el desarrollo de la comprensión interior del ser humano y gracias a su trabajo se han podido seguir investigando y conociendo numerosos aspectos relevantes de lo que les ocurre a las personas. Su legado ha sido valioso e inspirador y ha abierto una puerta a la exploración de nuestro mundo interior. ¿Es justo acusarle ahora de charlatán y mentiroso? O mejor dicho ¿es esto realista?

Por último, quiero recomendaros una interesante película de John Huston, sobre la vida de Sigmund Freud, que ayuda a tener una visión interesante sobre el mismo. Se titula Freud, pasión secreta.

Podéis leer también sobre este tema, los comentarios de José Antonio Delgado y de Moisés Garrido.


miércoles, 21 de abril de 2010

PSICOLOGÍA Y ESPIRITUALIDAD: ENTREVISTA EN LA REVISTA FUSIÓN



Por si es de vuestro interés, os comento que acaban de publicar una entrevista, que me han hecho, en la Revista Fusión. La temática ha sido sobre Psicología y Espiritualidad, por ser una temática con la que estoy trabajando. Espero que os guste.

Podéis leerlo en la sección de Entrevistas de dicha revista en: www.revistafusion.com

lunes, 12 de abril de 2010

DE ODISEA POR MADRID


Hace años viví un día inolvidable, lleno de peripecias, por Madrid. Aquí comparto con vosotros mi aventura... Cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia...

Hasta ese día, la frase "Madrid me mata", me había parecido un poco exagerada. Hoy me parece absolutamente realista e incluso podría decir que se me ha quedado corta, porque si el día dura un poco más o me mata, o acabo cargándome a alguien, o suicidándome en defensa propia.

Me levanté tranquilamente esa mañana, para llevar a cabo la sencilla misión de acompañar a dos personas a dos lugares distintos. A Carlos (un joven de unos 25 años con aspecto desaliñado) tenía que llevarle al tren que le conduciría a Palencia a un centro para rehabilitación de toxicómanos y a continuación, llevar a Eva (su novia, de 20 años, con aspecto “modernillo”) a un Hospital de Madrid, para su desintoxicación de heroína y cocaína. Sencilla misión encomendada por un simpático amigo y colega (médico), que a veces entretiene a sus amigos en tareas altruistas y filantrópicas, como ésta. Lo cual no está mal si las cosas salen bien...

Todo muy sencillo, aparentemente. La aventura comenzó al llegar a su casa. Carlos me chantajeó negándose a ir a Palencia, sin haberse "puesto" algo, porque no tenía ninguna medicación para soportar el "mono" y así no podía viajar. Y paradójicamente, para evitar males mayores, me vi dándole dinero para "ponerse". Si alguien me hubiera contado el día anterior que yo iba a comprarle a un "colega" una dosis, le habría dicho que deliraba. Quizás la que estaba en estado delirante era yo, cuando me dejé embaucar tan fácilmente. Además, por culpa de esta "inteligente" gestión, tuvimos que coger un taxi para no perder el tren y nos quedó el dinero justo para el billete. Se subió al tren prácticamente en marcha y con la "pasta" para pagar el viaje. Aparentemente, la primera parte de la misión estaba cumplida.

Una vez cumplida la primera parte, pensaba que no seria más complicado llegar al hospital Carlos III, porque tenía en mi poder un bono-metro y ganas de llegar. Pero camino del Metro, la cosa se complicó; a Eva le dio un "patatús" (lipotimia para los médicos) y se quedo estampada en el suelo, pues no podía tenerse en pie y para colmo, al mirar el plano del Metro, pude comprobar que no habla ninguna parada cercana al hospital, al que nos dirigíamos. ¿Cómo llegar sin un duro a nuestro destino? Un empleado del Metro se dignó en dejarme llamar a una ambulancia, tras quince minutos de explicaciones, pero al otro lado del teléfono, me tope con un monstruo llamado burocracia; argumentando que no podían llevar a Eva al Hospital Carlos III porque no era su ruta habitual. Sí me podían llevar al Hospital La Paz, que estaba a la gran distancia de dos minutos, de nuestro hospital y más lejos que éste, de donde estábamos. Poco le importaban mis explicaciones, de que en el Carlos III estaba previsto el ingreso de Eva, así que llevarla a La Paz sólo iba a complicar las cosas y a malgastar inútilmente tiempo y recursos. Por más que apele al sentido común, éste se mostró huidizo en la mente de mi interlocutor, si es que quedaba algo en algún resquicio de su cerebro, ya que mecánicamente repetía una y otra vez la misma frase: "es imposible porque nunca se ha hecho así". ¡Magnífico argumento! Me pregunto que métodos de sugestión se usarán para manipular tan eficazmente a los empleados públicos. Colgué el teléfono en un arrebato de desesperación y arrastré a Eva hasta la parada de taxis, convencida de que entre los taxistas habría algún ser humano. Pero no hubo suerte, debían estar todos de vacaciones ese día. Inicié una peregrinación de un taxi a otro, explicándoles que no tenía medios para llegar al hospital que estaba a dos minutos en coche, que Eva estaba embarazada y en muy malas condiciones físicas, que era una urgencia medica, etc., etc...

Todo fue en vano porque no pronuncié la palabra mágica: "dinero". No había nada que hacer, sus cuellos sufrían espasmos bidireccionales alternativos que expresaban negación, mientras sus hombros subían y bajaban expresando indiferencia. Negación de sí mismos, indiferencia ante su propia vida, pues no valoraban la de otra persona. En fin, peor para ellos. Ni siquiera se conmovieron ante mi oferta de darles a cambio mi anillo y mis pendientes, porque debieron de darse cuenta de que no eran de oro de 24 kilates.

En medio de tan frenética actividad, pude atisbar a lo lejos a un representante de la justicia, al que me acerqué, suponiendo que haría honor a lo que representaba. Pero no, el "poli" sufría los mismos espasmos, que sus desalmados congéneres los taxistas y ante mis explicaciones sólo sabía decirme que no era esa su función, mientras estaba cómodamente sentado, en su flamante coche. Debí darme cuenta antes de dirigirle la palabra, de que padecía el mismo mal que los taxistas, de que de alguna manera también estaba "muerto". A lo mejor ocurrió esto porque no pronuncié la palabra mágica.

En un arrebato de desesperación, me dediqué a abordar a los transeúntes, pensando que no era posible que coincidieran en el mismo sitio y a la misma hora tantos desalmados juntos. Pero sí era posible, todos ellos respondían con la misma actitud estereotipada y vacía. Hubiera sido alentador que alguno diera muestras de asco o de enojo, porque al menos habría sido una señal de que estaban vivos, pero fue imposible.

La fase siguiente de la operación fue infiltrarme en un hotel para rogarles que me dejaran hacer una llamada al Carlos III y afortunadamente me topé con una "persona" que me dejó llamar. Lo curioso del asunto fue que en el hospital otra vez se paso al teléfono “el monstruo de la burocracia”, que había tomado la voz de una doctora y me volvía a decir que era muy difícil mandar a Chamartín una ambulancia sin hacer unos cuantos papeleos y que llamara en media hora para ver si era posible hacer algo. Le respondí preguntándole qué podía hacer con el cadáver, si se me moría en esa media hora. El “monstruo” no había previsto esa pregunta y se quedó mudo, y yo, como estaba harta le colgué. En ese momento apareció Eva un poco recuperada para avisarme, de que uno de los que habíamos abordado antes, se habla apiadado de nosotras y nos llevaba al hospital. ¡Un milagro! ¡Habla resucitado! Mientras íbamos en su coche, nos amonestó a ambas diciendo: "A ver si lo dejáis" (la droga). ¡Ya sólo me faltaba que me tomaran por yonqui!, le aclare la situación al 'bienintencionado” muchacho, el cual me dijo que ese comentario era por nuestras pintas informales... Está claro que no les habría dicho lo mismo a dos "niñas pijas", es increíble lo que para algunos cuentan las apariencias. Aunque no debo meterme con él porque al menos conseguimos llegar a hospital.

En el anhelado hospital le hicieron a Eva unos análisis, la historia clínica, etc... Y mientras, mi problema era que yo tenía que llamar a Palencia porque con las prisas con que Carlos cogió el tren, no pude darle el teléfono de su destino, así que tendría que llamar yo para que lo fueran a recoger y no se perdiera. Como yo no tenía ni cinco duros para llamar a alguien y pedirle que hiciera la llamada a Palencia, le rogué a una de las enfermeras que acababa de tener una frívola conversación telefónica, que me dejara hacer una llamada y me dijo que eso no era posible porque ese teléfono no se podía usar para llamar (supongo que acababa de tener una alucinación) y me sugirió que fuera a un teléfono publico. Le expliqué mi problema económico y otra que estaba con ella me dio 50 pesetas. Con las que llame a una amiga para que llamara a Palencia y a mi amigo, el que me encomendó la misión (que se había ido a Segovia y probablemente ya había vuelto) para que llamara al hospital.

La siguiente batalla fue para pedir al personal de urgencias que le dieran a Eva algo de comer, pues acababa de decirme que llevaba en ayunas 24 horas, lo cual podía tener una lógica relación con su desmayo previo. Los de las urgencias me respondieron diciéndome que era imposible darle comida porque “nunca se ha hecho eso en urgencias”. Por lo visto, también les poseía el mismo monstruo así que Eva siguió en ayunas.

Al rato nos fuimos a hablar con la asistente social, que para mi sorpresa resultó ser una buena persona, pero estaba empeñada en mandar a Eva a un centro de desintoxicación Evangélico, en el que quitan el "mono" rezando y no les dejan fumar; cosas que a Eva no le seducían especialmente. De todas formas, intentó conseguirnos una ambulancia para salir de allí, pero el "monstruo" de siempre, se lo impidió. Entonces me pasé a hacer llamadas desde su teléfono, para intentar localizar a alguien que nos fuera a buscar. Tras varios intentos frustrados localicé a mi amigo Roberto, que nos fue a rescatar en su coche y que alucinado no conseguía entender nada (pues es poco habitual llamar a amigos para que le rescaten de situaciones como esta). Nos llevo hasta la consulta de Jesús, pero allí todavía no habla llegado nadie (a todo esto, ya eran las 4:30 de la tarde). Pronto empezaron a llegar pacientes ,que se iban acumulando en el descansillo de la escalera mientras Eva dormía plácidamente en el felpudo (acurrucada y tranquila como si no hubiera roto un plato en su vida). Pudimos vivir momentos entrañables de intercambios de diversas confidencias, sobre delirios y otros “problemas personales”, en los que aproveché para hacer una especie de terapia de grupo, antes de que alguien perdiera del todo algún “tornillo” del todo y ocurriera alguna catástrofe. A las 5:30, llegó alguien que nos abrió la puerta y pudimos entrar. Jesús llego más tarde porque se le habla estropeado el coche viniendo de Segovia.

Para rematar el día, cuando llamé a Palencia, para averiguar si Carlos había llegado, me dijeron que por allí no había aparecido. Me empecé a imaginar a Carlos con las 4000 pelas con que se habla subido al tren, bajándose por otra puerta y yéndose tan contento a "pillar". ¡Estupendo!, no había salido nada bien de la historia.

Después de que Jesús acabara con sus pacientes, llevamos a Eva (ya eran las 9 de la noche) al Alonso Vega (un hospital psiquiátrico), donde quedó "felizmente" ingresada. Y mientras estábamos allí, llamo Carlos al "busca" de Jesús, diciéndole que estaba en su casa en Madrid y que fuéramos para allá. Primera operación, fracasada. Una vez allí nos contó que cuando llegó a Palencia se fue a buscar su destino y encontró un centro de desintoxicación, preguntando a los del lugar (ya que no tenía las señas). En dicho centro, estaba todo el mundo rezando y le exigieron malhumorados cuando entró que apagara su cigarro. ¡Los evangélicos atacan de nuevo! Horrorizado por el panorama volvió a la estación y cogió un tren (de polizón) para volver a Madrid, pues le pareció más "lógico'' que irse a buscar el otro “Centro", ya que estaba en la otra punta de la ciudad.

Sin comentarios...

lunes, 5 de abril de 2010

VIAJANDO HACIA LAS PROFUNDIDADES DEL ALMA


Hablar de alma, hoy en día, despierta a veces ciertos resquemores, especialmente en el ámbito psiquiátrico-científico, pues se considera que eso del alma, al ser algo intangible, es algo inexistente y que resulta más fácil medicar, tratar síntomas y hacer que la gente piense lo menos posible. Algo que resulta un tanto extraño y paradójico, para cualquiera que tenga un poco de sentido común.

Cuando se me ha ocurrido escribir acerca de este tema, es porque desde mi propia experiencia y la de otras muchas personas que conozco, su evolución personal e incluso su sanación ha tenido que ver con un viaje a las profundidades de su alma. Es decir, con recorrer un camino, en general tortuoso y complicado, hacia su autoconocimiento, para saber qué quieren realmente de la vida, quienes son o cuáles son los aspectos que les resultan realmente importantes para llevar una existencia significativa y feliz. Pero esto no es fácil y no hay fórmulas mágicas para conseguirlo de un salto. Este desarrollo, requiere mucho esfuerzo, en todas las etapas del camino y nuevas pruebas que se van presentando en cada recodo. Esto no quiere decir que la felicidad no sea posible, sino que la misma, forma parte de un trabajo interior, del desarrollo de una actitud en la vida, que nos ayude a afrontar los conflictos y pruebas de la existencia, con apertura, deseo de aprender, paz interior y curiosidad. Teniendo presente, que por ejemplo, la paz interior, no es algo que dependa de acontecimientos externos, sino de crear armonía dentro de nosotros mismos.

Todo esto del mundo interior suena un tanto ambiguo y difuso para muchas personas, por sentirse desconectadas del mismo y porque el sistema educativo, no fomenta precisamente tomar contacto con él y desarrollarlo. Hay personas que ni siquiera saben lo que sienten, ni lo que les gusta, porque nadie les ha dicho que es posible saberlo. Parece estar sucediendo, hoy en día, como en el libro de Michael Ende, “La historia interminable”, que se está dando en las personas, una invasión por la nada, el vacío, por falta de atención al mundo de la fantasía, la imaginación, la creatividad; a la vez, que se desconfía de lo que uno es, porque uno está concentrado en lo que se espera de él, para ser, por ejemplo, aceptado. Es decir, uno se centra en el éxito, reconocimiento social, imagen, etc., en función de imágenes impuestas desde el exterior, en lugar de tomar contacto con las imágenes interiores. Unas imágenes, que normalmente emergen cuando uno ha logrado crear silencio en sí mismo y sabe escucharse. Y sabiendo escuchar uno puede darse cuenta de quién realmente es y de quién siempre ha sido, aunque no se ha enterado antes de ello. Al menos parcialmente, pues el autoconocimiento es un trabajo que se ha de ir desarrollando progresivamente a lo largo de toda la vida.

Así, que aprovechando que aquí puedo escribir lo que quiero, os invito a mirar en las profundidades de vuestras almas y corazones, y ver qué sale. Es posible que aparezcan de entrada cosas que no os gustan, pero que eso no os desanime a seguir buscando el tesoro, aunque haya monstruos y dragones, que nos quieren impedir verlo y que nos quieren poner a prueba, una y otra vez. A pesar de los monstruos y dragones, podemos seguir buscando más allá, hasta que hallemos nuestro tesoro interior.