domingo, 29 de enero de 2012

PRIMER AVISO PARA EL III CONGRESO DE ANTROPOLOGÍA, PSICOLOGÍA Y ESPIRITUALIDAD SOBRE "LA EXPERIENCIA MÍSTICA"



Ya estamos preparando el III congreso de Antropología, Psicología y Espiritualidad, que nuevamente se celebrará en la Universidad de la Mística de Ávila. Las fechas serán 21-23 de Septiembre de 2012, en la Universidad de la Mística de Ávila. ESTE AÑO SE PUEDE ASISTIR ONLINE.


YA TENEMOS EL PROGRAMA EN PDF: http://www.maribelium.com/congresoexperienciamistica.pdf

PODÉIS HACER LA INSCRIPCIÓN ONLINE EN:

http://www.mistica.es/index.php?option=com_content&view=article&id=182%3Acongreso-psicologia-2012&catid=41%3Anovedades-portada&lang=es




Os dejo un avance de los contenidos:



"La experiencia mística"

El "saber místico" como meta de toda ciencia. A la luz de la "experiencia" de Edith Stein
Francisco Javier Sancho
Doctor en Teología Espiritual, especialista en Edith Stein, profesor en el Teresianum de Roma y en la Facultad del Norte de España, director de la Universidad de la Mística

¿Mística o locura? ¿Es posible distinguirlas?
Ignacio Boné 
Doctor en Medicina y Cirugía, Médico Psiquiatra, Teólogo, Profesor en la Universidad Pontificia de Comillas

Relaciones entre psicología y espiritualidad desde una perspectiva sufí. O por qué Nasrudin se cayó del burro
Rafael Millán
Psicólogo y Sufí

El Silencio místico: el No-lugar de los "mil nombres”
Enrique Martínez Lozano 
Sacerdote y Psicólogo

Mística y autoconocimiento
Mónica Cavallé
Doctora en Filosofía, asesora filosófica, escritora

El hecho místico. Ensayo de fenomenología
Juan Martín Velasco
Doctor en Filosofía, Catedrático emérito de fenomenología de la religión en la Universidad Pontificia de Salamanca, sede de Madrid.

La experiencia visionaria: mística y creación
Victoria Cirlot
Profesora titular de Filología Románica en la Universidad Pompeu Fabra. Experta en cultura medieval y simbología

“La experiencia mística” aproximación desde el psicoanálisis
Carlos Domínguez
Psicólogo, Psicoanalista, Profesor de la Facultad de Teología de Granada

El problema cerebro-mente: neuropsicología de la experiencia religiosa
Javier Tirapu
 Neuropsicólogo

La sinfonía interior
Xosé Manuel Domínguez Prieto
Filósofo personalista

domingo, 22 de enero de 2012

AMAR LA VIDA


Cuadro de Dante Gabriel Rossetti

Hace poco leí una frase de Edith Stein que me ha parecido muy inspiradora: 

“He aprendido a amar la vida desde que sé para qué vivo” 

Parece algo muy sencillo de entender, pero es una de las cosas que más cuesta ver en la vida: saber para qué vive uno. Lo más frecuente es estar viendo qué quieren imponernos los demás sobre como tenemos que vivir, o la sociedad, o la publicidad, o la moda, etc., creyendo que así se desvelará nuestro objetivo.

Es una pregunta clave esta de para qué vivir, que es lo mismo que encontrar el sentido de la propia vida, que si se descubre, aunque sea parcialmente, es más fácil amar la vida en general y la vida propia en particular.

A veces me pregunto qué pasaría si las personas despertaran súbitamente y se les ocurriera una razón por la que vivir conscientemente. Quizás se produjera una auténtica revolución, pues es más posible que al amar la vida, amáramos nuestro destino, creyésemos más en nosotros mismos y eligiésemos con más libertad lo que realmente queremos hacer. Pero el problema es como saber esto, darnos cuenta de qué queremos hacer. Para ello, en primer lugar hay que resolver la cuestión de quienes somos. Si no sé quién soy, es difícil que me de cuenta para qué vivir, o qué es lo que quiero, o ser consciente de qué aportar a otros.

Amar la vida implica darse cuenta de que el amor se vive desde el interior, un amor hacia otros, que implica darse cuenta de que somos más que entes aislados y de que hay más dimensiones que lo estrictamente material. Amar la vida, va unido a dejar de pensar tanto, de enjuiciar, de poner condiciones a como tenemos que vivir, de liberarnos de nuestros propios “programas de felicidad”, por los que creemos que ser feliz depende de algo exterior como tener un coche, una casa, una pareja, un buen sueldo, etc. Pero también implica amarnos lo suficiente, para no responder a las expectativas ajenas, a no dejarnos manipular, chantajear o desorientar, pensando que así somos mejores.

Amar la vida nos hace más felices, sabiendo que ser felices depende más de nuestra actitud, de un darse cuenta, de una capacidad de escuchar de verdad la realidad en cada momento, sin imponerle lo que debe ser, y además, es un mirar más allá de lo que me gustaría que fueran los demás, decidiendo como me gusta ser a mí, por saber mejor quién soy.

Quizás nos falta algo cuando no sabemos amar la vida o cuando le imponemos condiciones para amarla. Quizás hemos olvidado quienes somos, qué podemos dar y hemos dejado a un lado nuestro propio poder para hacer que este mundo sea un poco mejor, regalando paz, armonía, amor… Aunque solo sea un poco... 


Para terminar os dejo con un poema de Rumi, muy sabio e inspirador:


Baila, como si nadie te estuviera mirando

Ama, como si nunca te hubieran herido,

Canta, como si nadie te hubiera oído,

Trabaja, como si no necesitases dinero,

Vive, como si el cielo estuviese en la tierra.

miércoles, 4 de enero de 2012

DESEANDO AMOR




Muchas personas, que se sienten mal con la vida, expresan, con frecuencia, que desean ser amados. Incluso, algunos de ellos hablan de una sed de amor infinita y de estar pendientes casi constantemente de que los demás les quieran, atiendan o cuiden. Curiosamente, cuanto más pendientes están de conseguirlo, menos consiguen lo que buscan. Parece ser, que la búsqueda desesperada del amor es un buen repelente para el mismo, lo mismo ocurre con la búsqueda desesperada de los amigos, pues cuanto más se desea tener amigos, parece que es más difícil conseguirlos.

La situación que viven estas personas, de buscar amor, amigos, cariño, pareja, etc., y no conseguirlo, suele aumentar aún más su desesperación y su deseo, con lo que se cierra un círculo vicioso que les aleja aún más de los demás y del ansiado objetivo.

Es difícil ayudar a romper el círculo a quienes se sienten así, pues les cuesta entender que parte del problema es su ansia desesperada de amor. Y que lo que aleja al amor, es precisamente exigirlo o pedirlo. Inconscientemente, quienes así ven las cosas, suelen cansar a los demás, por su actitud demandante, por su egoísmo (pues están pidiendo siempre para ellos y no suelen estar muy pendientes de qué hacen por amar a los demás). Están tan apegados a su necesidad, que no se permiten seguir el camino adecuado para satisfacerla, que suele ir ligado a la superación del egocentrismo, del egoísmo, y a la consciencia de que el amor, sólo se moviliza si uno es capaz de expresárselo a los demás, sin exigencias.

Muchas personas que ven así las cosas, se quedan como en blanco cuando se les pregunta cuanto quieren a los demás, pasados unos instantes plantean que si no les quieren, no pueden querer.  Es cierto que cuando somos pequeños, aprendemos a querer, en parte, porque otros nos expresan su amor y que resulta más difícil reconocerse si uno no se ha visto reconocido, en la infancia, en la mirada de otro. Es posible que quienes no se hayan sentido así mirados, lo estén esperando como si se hubieran quedado atascados en un estado de bebés insaciables de amor. Pero ya no es realista esperar ser bebés saciados, si no somos bebés. Si por un momento somos conscientes de que ya no somos esos niños tan pequeños, si por un momento vemos nuestros propios recursos o nos responsabilizamos por hacer algo por desarrollarlos, a la vez que asumimos la edad real que tenemos, es más fácil encontrar el amor dentro de nosotros. Pues si nosotros no encontramos amor en nuestro interior, es difícil encontrar otra llave que abra la puerta del corazón de otras personas.

La alternativa pasa por aprender a mirarnos de otra forma, por sentir nuestro propio respirar, nuestro silencio. Pasa por abrir los ojos a la vida y mirar su belleza, sin demandar nada. También podemos aprender a admirar y querer a otros, a respetar que nos quieran lo que ellos quieran y así experimentar, que sí va llegando amor. Es posible que inicialmente las dosis quizás no sean las que esperemos, porque no llegan de la manera que creemos que tiene que ser. Pero ¿por qué tiene que llegarnos el amor de la manera que queremos? ¿Los demás no tienen derecho a ser libres en sus manifestaciones? ¿Por qué hay que forzar a la realidad para que se ajuste a nuestras necesidades personales?

Probemos a tomar parte en el amor, ejerzamos amor, compasión, cariño... Dejemos de exigir, para practicar tolerancia, si aún no somos capaces de expresar amor. Entrenémonos en el amor, con un gesto, una mirada, un saber apreciar el ser del otro. Miremos con calma y aceptación, lo que podamos tener dentro, con la paciencia de un escultor que se encuentra con la piedra bruta y empieza a ver la obra de arte que puede esculpir. Esculpamos nuestra piedra con amor, dejémonos sorprender por nosotros mismos, mirando más allá de lo que pensamos que somos. Descubramos las luces que tenemos dentro, dejando de buscar tanto afuera. Y si tanto deseo hay de amor, ¿por qué no empezar expresando un poco de amor? ¿Por qué no empezar por pensar si los que están a nuestro lado se sienten o no queridos por nosotros?

Las personas que inspiran amor se interesan por otros, dejan a un lado su egoísmo, se permiten ser ellas mismas, dejan de estarse buscando en los otros y tratan de mirarse sin la pretensión de ser perfectos, sin hacer máscaras para ocultar sus defectos (pues hasta se ríen de ellos). Incluso, algunas se permiten abrir aún más su corazón, y dejan que el Infinito, el Ser, Dios o algo que va más allá de ellos mismos, les toque con su amor inagotable, con lo que se sienten ricos en amor y les resulta mucho más fácil darlo a otros. 

¿Por qué no empezarnos a plantear alguna de estas posibilidades? Seguramente encontremos más dando que esperando, escuchando que hablando, mirando que imponiendo...

"Pelo azul", cuadro de Tanya Torres