miércoles, 20 de noviembre de 2013

EL SÍNDROME DEL CATEDRÁTICO



Muchas veces me he preguntado para qué quieren muchos llegar a ser catedráticos, especialmente, cuando he visto a compañeros en la universidad sudando la gota gorda para conseguirlo. Y también me he planteado si no habría una especie de cuadro sintomático en común (un síndrome) entre algunos de los que aspiran a ello, o lo consiguen.

Hace años creía que la principal motivación podía ser la vocación docente, pero… ¿entonces por qué los catedráticos dan menos clases que los demás? Si tienen una gran vocación docente ¿no deberían dar más?

También me he preguntado si es para investigar más, pero también me encuentro con catedráticos que precisamente, desde que lo son, investigan mucho menos, pues parecen haber logrado su objetivo, ser catedráticos. Cuando veo a colegas investigando compulsivamente, a la caza de tesis que dirigir para engordar su curriculum, buscando la posibilidad de publicar como sea, aunque no tengan mucho que decir, en una especie de competición hasta el infinito, me sigo preguntando ¿para qué? ¿para ser catedráticos? ¿y para qué sirve eso?

Recuerdo el caso de un colega que justo después de sacar su cátedra me decía que se daba cuenta de lo absurdo que había sido trabajar tantísimo en su vida para conseguir ese título. Se daba cuenta de que había sacrificado demasiado, para “nada”. En este caso había seguido la opción “legal”, trabajar mucho para conseguir su objetivo. Otro caso a analizar serían aquéllos que lo consiguen mediante corruptelas diversas.

Otras hipótesis que se me ocurren son la de la ganancia económica, los catedráticos sí ganan más dinero. Pero no parece ser esta la única motivación, pues algunos tienen otros medios de ganar dinero, como es el caso de los médicos.

¿Y algo relacionado con el ego? No sé por qué me da la sensación de que la titulación de catedrático y el ego suelen tener alguna misteriosa conexión. Y, con frecuencia, he llegado a plantear si no habrá un “Síndrome del catedrático”, cuando veo a algunos de ellos apoyando sus afirmaciones, más o menos racionales, en que es catedrático, como si hablara desde el Olimpo de los dioses. ¿Será que esa sensación de hablar desde el Olimpo es lo que forma parte del deseo del acceso a esa parcela de poder? Pues quién sabe… Puede ser una hipótesis a considerar…

Con respecto a lo que se me ha ocurrido llamar el “Síndrome del catedrático” lo que sí veo es un cuadro aparentemente sintomático, en el que suelen aparecer muchas de las siguientes manifestaciones:

1) En la primera etapa, la de los síntomas prodrómicos, es decir, previos a la plena ebullición del síndrome, nos encontramos con jóvenes ambiciosos que compiten, como si les fuera la vida en ello por destacar en sus estudios. Suelen ser competitivos, individualistas, egoístas y con poca empatía ante los problemas académicos de los compañeros, sobre los que vierten una mirada de “evidente” superioridad, a la vez que no es difícil captar algún “complejillo” de fondo.

2) Posteriormente nos encontramos con la etapa del inicio de la escalada académica. En ella, la persona en cuestión ha logrado un buen rendimiento académico, fruto de su ambición y dedicación. Si tiene suerte puede conseguir una beca para colaborar en un departamento universitario, en el que con más o menos habilidad se va infiltrando. Es curioso, pues en esta fase pueden aparecer habilidades sociales que hasta el momento permanecían ocultas, en forma de actitudes de “simpatía” y “reverencia” hacia los que tienen que tomar las decisiones importantes en su departamento. También desarrollan una gran capacidad de servicio ante las necesidades que se detectan en los superiores y se mantiene la capacidad de gran sacrificio y abnegación, para darlo todo por el trabajo. Familia y amigos pasarían a un segundo nivel, encontrándonos, en ocasiones síntomas de grave aislamiento social. Aparecen también con frecuencia síntomas obsesivos en torno al trabajo de investigación que se esté realizando y las diversas posibilidades de seguir trepando por los muros de su departamento.



3) En una etapa posterior, el candidato a llegar al punto álgido del síndrome, se suele volver antipático hacia colegas que considera a un nivel inferior y/o equivalente, y vuelve a competir salvajemente, en cuanto llega a tener un mínimo de seguridad en su plaza de profesor. Si puede roba ideas a los que pilla por ahí y no tiene escrúpulos en usarlas apropiándoselas como medallas que se lucen en los diversos actos en los que hay ocasión de hacerlo.

4) Y seguimos avanzando, el sujeto sigue trepando meticulosamente y desarrolla unos reflejos casi sobrehumanos para acoplarse a proyectos de investigación, pedir financiaciones, captar a incautos que quieren que se les dirija la tesis, publicar, etc. Las relaciones sociales no suelen ir bien y pueden empezar las primeras manifestaciones de los delirios de grandeza.

5) Por último el síndrome entra en plena ebullición cuando el personaje en cuestión consigue su cátedra. Parecen desaparecer súbitamente los complejos que pudieron manifestarse antaño y sus palabras suelen estar imbuidas de un aura de seguridad, sobre cualquier tema que se le plantee. Da igual que éste hable de sus trabajos de investigación, de cine, del tiempo o de la vida privada de sus amigos. Los delirios de grandeza suelen estar totalmente asentados y pueden empezar delirios persecutorios, con respecto a competidores o colegas por los que pueden sentirse especialmente amenazados. Incluso, a veces se desarrolla un odio irracional hacia quienes tienen ideas diferentes, hay una gran intolerancia y una rigidificación del pensamiento sobre cualquier cosa, que se aleje de la propia visión personal (puede ser que vuelva algo del os “complejillos”). El sujeto que creía que por fin había logrado la tranquilidad, vuelve al punto 1 de hipercompetitividad con quién considera iguales (otros catedráticos) y suele sentirse cómodo solamente con quienes más le doran la píldora (que suelen ser los aspirantes a su puesto).

Evidentemente no todos los catedráticos sufren de semejante síndrome. Solamente podemos hablar de ello, cuando se da un alto porcentaje de los síntomas mencionados y el sujeto mantiene el mismo tono de sumo profesor esté dando clase a sus alumnos o hablando de fútbol con sus amigos. Entonces el personaje del catedrático se ha apropiado de él y no sabe distinguir su actividad docente de una conversación informal.

También señalar que algunos que no llegan a catedráticos también sufren alguna manifestación de este síndrome, pues les produce una gran amargura no haberse subido al ansiado pedestal y van vagando como sombras por la universidad.

Es posible que tenga cura con la jubilación. Aunque lo malo es que algunos nunca se jubilan pues se quedan incrustados en la universidad hasta su muerte. También es posible que ciertas crisis en la vida les aporten humildad, consciencia y sabiduría y, entonces puedan vivir como el común de los mortales, sin necesidad de andar todo el día subidos a un pedestal, atosigando con datos y lecciones a cualquiera que se les pasa por delante.

¿Qué os parece? ¿Habéis identificado estos “síntomas” en algún catedrático o aspirante a serlo?

domingo, 3 de noviembre de 2013

¿A QUÉ PSICOTERAPIA VOY?



Muchas personas, cuando están mal y se plantean que tienen que ir a un psicólogo o a un psiquiatra, pero no saben que hay diferentes tipos de tratamientos psicológicos o psicoterapias, ni saben que no todas sirven para lo mismo. Por ello, trataré de aclarar, lo más sucintamente posible para qué puede valer cada uno de ellos.

En la entrada anterior a esta, titulada “¿Cuándo ir a unapsicoterapia?”, apuntaba, de una forma simplificada los diferentes problemas o situaciones que pueden conducir a un tratamiento psicoterapéutico. Partiré de la clasificación que ya hice para apuntar qué psicoterapia es más adecuada para cada uno de las posibilidades señaladas:

1.- Estar en una situación de gran sufrimiento que no se puede resolver por uno mismo: en algunos casos tendrá que ver con un trastorno mental y en otros no (como es el caso de las situaciones de las crisis o momentos de especial dificultad). 

La psicoterapia más adecuada en estos casos estaría en función del problema que la persona sufra. 

Pondré algunos ejemplos:

- Depresión: normalmente se dice que la terapia cognitivo-conductual es la más adecuada, junto con la farmacoterapia. Pero esto depende de qué tipo de depresión se trate (es decir, de cuál sea su causa). Es importante tener primero un diagnóstico adecuado, que diferencie el tipo de depresión que se sufre y que se diferencie esta de un duelo (habría que hacer terapia específica de duelo) o de una depresión existencial (requeriría terapia existencial o logoterapia).

- Ansiedad: en este caso, son eficaces las técnicas de relajación, cuya eficacia aumenta si se usa la hipnosis o el mindfulness. La hipnosis también sería muy eficaz para las fobias simples. En estos casos también es importante buscar el origen de la ansiedad.

- Trastornos de la personalidad, anorexia, bulimia: Lo mejor es acudir a centros especializados en cada trastorno y que tengan un enfoque integrador (terapia cognitivo-analítica,  interpersonal, familiar, dialéctico-comportamental, etc.). En muchos casos es necesario combinar la psicoterapia con un tratamiento farmacológico.

- Trastornos psicosomáticos: muchos tienen que ver con la ansiedad y el estrés, por lo que cualquier método que trate cualquiera de ellos puede ser eficaz (terapias de relajación, cognitivo-conductuales, meditación). Pero, a veces, esos trastornos ponen de manifiesto conflictos más profundos y puede ser preciso un tratamiento  para desvelar el mismo, con hipnosis (de tipo analítico), o terapias de orientación psicoanalítica. La hipnosis con enfoque cognitivo-conductual también puede ayudar a tratar algunos trastornos psicosomáticos.
- Crisis: mejor terapias humanistas integradoras, teniendo en cuenta la parte existencial.


2.- Causar mucho sufrimiento a otros o tener problemas frecuentes en las relaciones interpersonales.

En estos casos las terapias sistémicas y la terapia interpersonal, pueden ser de gran ayuda. Si los conflictos vienen de la infancia puede ser más útil una terapia de orientación psicodinámica.

3.- Extrañeza ante ciertos elementos de uno mismo o de las propias situaciones vitales.

En estos casos son más recomendables las psicoterapias derivadas del psicoanálisis: Psicoterapia individual de Adler, Psicología Analítica de Jung y otras psicoterapias psicodinámicas (Fromm, etc.).

4.- Hacer un trabajo de desarrollo personal: autoconocimiento, evolución, sentido de la vida, mejor comprensión de la realidad y de uno mismo, etc. 

Sirven las del punto 3, añadiendo las psicoterapias existenciales (terapia existencial de Yalom, Logoterapia) y las humanistas (Gestalt, Análisis Transaccional, Terapia centrada en el cliente de Rogers).

5.- Querer integrar las diferentes dimensiones de la persona (física, mental, espiritual) o buscar una ampliación de la consciencia.

Serían más convenientes las psicoterapias integradoras que incluyan la dimensión espiritual: logoterapia de Frankl, psicoterapia transpersonal (aunque cuidado en este caso, que hay muchos embaucadores), etc.


En muchos casos estarán todas estas cosas mezcladas, con lo que será necesaria una terapia que integre diferentes elementos de estas terapias o que pueda trabajar a varios niveles. Incluso, a veces, puede ser necesario el trabajo con varios terapeutas distintos para hacer un trabajo integrado adecuado.

Añado que antes de elegir psicoterapeuta os aseguréis de que tiene la formación y titulación adecuadas (psicólogos, médicos, psiquiatras, pedagogos), para que no caigáis en manos de muchos terapeutas legos que, en general tienen una escasa e inadecuada formación.

viernes, 1 de noviembre de 2013

¿CUÁNDO ACUDIR A UNA PSICOTERAPIA?




Se suele pensar que quienes acuden a una psicoterapia es porque están “fatal” o porque se han vuelto locos. Popularmente, se habla del psicoterapeuta como el “loquero” o se le ve como alguien que aprieta los tornillos mentales flojos. ¿Pero esto es realmente así?

Seguramente alguno ya esté empezando a dudarlo… ¿Será así? ¿Y si no es así? ¿Cuándo se va al psicoterapeuta? 

En mi experiencia personal quienes vienen a psicoterapia son personas que consideran que necesitan orientación o ayuda en algún aspecto de su vida. Entre ellos hay quienes pueden acudir porque se sienten “fatal”, o que sufren algún trastorno mental (ansiedad, depresión, fobias, trastorno de personalidad, etc.). Normalmente, lo que se llaman trastornos mentales se detectan porque la persona afectada sufre mucho o hace sufrir mucho a otros. Según Freud, la persona sana mentalmente era quién era capaz de amar y de trabajar, así que quienes no sean capaces de esto, tienen posibilidades de sufrir algún tipo de trastorno psíquico. 

En los casos graves, es decir aquellos que el pensamiento llama “locura” (lo que clínicamente se llama psicosis), la psicoterapia no es inicialmente la intervención fundamental, ya que en los casos graves se puede requerir un ingreso psiquiátrico y una medicación adecuada. Siendo la psicoterapia un elemento más, dentro de un tratamiento complejo. Posteriormente, una vez que la persona está un poco estable, es cuando la psicoterapia puede aportar algo. ). Aunque hay que señalar que quienes se han vuelto “locos”, no suelen querer ir, de entrada a una psicoterapia, pues uno de los síntomas de lo que se llama locura es no ser consciente de lo mal que se está (es más, a veces se empeñan en que están estupendamente), por lo que no suelen pedir ayuda por sí mismos.
Otro grupo de motivos para acudir a psicoterapia son situaciones vitales estresantes o crisis personales que resultan difíciles de afrontar o de superar, por uno mismo. Por ejemplo, una crisis de pareja, la muerte de un ser querido, un despido laboral, un amor no correspondido, una situación de muchos cambios, etc.

En otros casos, las personas que en general son estables, encuentran dimensiones de su personalidad que les resultan extrañas, reacciones que no comprenden de sí mismas, o se dan cuenta de que se enfrentan a la misma dificultad, una y otra vez. Entonces acuden a psicoterapia para intentar comprender mejor qué les pasa y para buscar posibles soluciones a sus dificultades.

También nos encontramos, y cada vez más, con personas que aunque no tengan un problema que les desborde o exceda sus capacidades, buscan psicoterapia para conocerse mejor, ampliar su mirada sobre la realidad, evolucionar como seres humanos o encontrar sentido a su vida.

Por último, me estoy encontrando con personas que buscan psicoterapia para tratar de integrar sanamente la dimensión espiritual en sus vidas, porque no confían en las formas tradicionales de religión y el mercadillo New Age les parece poco serio. En estos casos, la psicoterapia está más dirigida a un crecimiento personal y a una apertura de la consciencia, para encontrarse más con su verdadero ser.
 
Podemos hacer un esquema muy general que nos ayude a responder a la pregunta, sobre “cuando acudir a psicoterapia”, con las posibilidades siguientes:

1.- Estar en una situación de gran sufrimiento que no se puede resolver por uno mismo: en algunos casos tendrá que ver con un trastorno mental y en otros no (como es el caso de las situaciones de las crisis o momentos de especial dificultad).

2.- Causar mucho sufrimiento a otros o tener problemas frecuentes en las relaciones interpersonales.

3.- Extrañeza ante ciertos elementos de uno mismo o de las propias situaciones vitales.

4.- Hacer un trabajo de desarrollo personal: autoconocimiento, evolución, sentido de la vida, mejor comprensión de la realidad y de uno mismo, etc.

5.- Querer integrar las diferentes dimensiones de la persona (física, mental, espiritual) o buscar una ampliación de la consciencia.

Simplificando aún mucho más se puede decir que a psicoterapia se va porque se sufre excesivamente, porque se quiere una mejor comprensión (de la realidad o de uno mismo) o porque se busca un crecimiento interior. Y muchas veces nos encontramos una mezcla de todo ello, que se va trabajando dentro del proceso psicoterapéutico, que ha de ser lo más integrador posible, para no dejar nada fuera de la persona.

Se podría decir mucho más, pero una entrada de blog no da para mas... En un escrito próximo espero poder hablar un poco sobre qué psicoterapia puede ser más adecuada a cada uno de los puntos señalados. Así que continuará…