Aunque puede sonar algo forzada esta diferenciación, desde
hace tiempo considero importante lanzar esta cuestión.
¿Hay psicoterapias que buscan más la adaptación para que
seamos personas normales y civilizadas? Y… como contrapunto. ¿Hay psicoterapias
que principalmente pretenden liberarnos para que lleguemos a ser más quienes
somos? Parece que sí…
Partamos de la realidad clínica cotidiana. Cuando alguien va
a un psicoterapeuta puede haber tres razones fundamentales:
- Un gran sufrimiento interno, que se manifiesta
en diferentes síntomas.
- Importantes conflictos en las relaciones
interpersonales.
- Recomendación o petición de otras personas.
Normalmente, las personas que solicitan este tipo de ayuda
desconocen cuál es el enfoque que les puede ayudar y no saben que hay
diferentes tipos de tratamientos psicoterapéuticos, que tienen planteamientos
muy diferentes.
En ciertos casos la psicoterapia procura ayudar a que nos
adaptemos a los roles que la sociedad nos pide, a la familia, al trabajo, a las
demandas sociales, etc. Nos propone ser sujetos más eficaces, nos plantea
estrategias para lograr nuestras metas, que no siempre son propias, pues vienen
de muchas ideas inculcadas durante años acerca de quienes y como debemos ser.
En este sentido el coaching, el PNL, o las terapias cognitivo-conductuales
funcionan para adaptarnos al mundo exterior, para aprender a sentirnos más
normales y lograr más autoeficacia, efectividad, autoestima, habilidades
sociales, estrategias de comunicación, etc. Estas terapias nos pueden enseñar a
pensar más correctamente, a eliminar ruidos mentales, a organizarnos mejor o a
tomar decisiones, entre otras cosas. Funcionan con técnicas concretas y
estrategias que pueden hacernos la vida más fácil. ¿Pero qué pasa si nuestras
decisiones no son nuestras en realidad y los síntomas que ponen de manifiesto
nuestro malestar son en realidad quejas de nuestras almas para que retomemos el
camino de vuelta a quienes somos? En estos casos puede suceder que estas
psicoterapias nos alejen más aún de nosotros mismos. Si nos domina el afán por
la adaptación, la normalidad, la aceptación del prójimo, etc. es posible que lo
consigamos, pero al alto precio de no ser quienes somos. Tendremos mejores
máscaras, pero menos escucha interior, menos consciencia del sentido de nuestro
dolor interno por no ser quienes somos llamados a ser verdaderamente.
Como contraparte tenemos otras psicoterapias de corte más
psicodinámico-existencial que lo que buscan es encontrar el sentido y origen de
lo que nos pasa, nos enseñan a volver la mirada al interior y a hacernos
preguntas más profundas, que momentáneamente pueden intensificar nuestro
malestar al tomar consciencia de las sombras ocultas. La finalidad de estas
psicoterapias es ayudarnos a ser más libres caminando hacia nosotros mismos,
desarrollando aquello que nos hace únicos e irrepetibles y, por lo tanto,
combatiendo esa necesidad colectiva de que todos seamos “normales”. En este
caso, entramos en la psique como exploradores de un mundo subterráneo en el que
los artilugios técnicos pueden ser más limitados para captar los elementos más
profundos de nuestro interior. Es posible que en esta exploración sea muy útil
lo que nos proponen las terapias cognitivas para tomar consciencia de nuestra
manera de pensar, pero hay mucho más. Hay todo un mundo de emociones, imágenes,
intuiciones, sensaciones, historias y misterios.
En estas terapias
introspectivas se nos plantea la posibilidad de retomar un lugar esencial en
nuestro interior, que nos va ayudando a tomar consciencia de quienes somos y
encontrar una plenitud y sentido que nos nutren desde dentro.
Sin negar la importancia que puede tener el adaptarnos a
nuestro mundo, considero necesario señalar los riesgos de empeñarnos en adaptarnos
a toda costa a un mundo que padece numerosas enfermedades colectivas
(consumismo, borreguismo, ceguera colectiva, colectivismos diversos,
etc.). Como dijo Krishnamurti “no es
signo de buena salud estar adaptado a una sociedad profundamente enferma”.
Algunos autores han hablado de las patologías de la normalidad, como Erich
Fromm que usó el término “normopatía”, refiriéndose a una excesiva adaptación a
las normas sociales sin tenerse muy en cuenta a uno mismo. Otro autor es Werner
Meinhold, quien usa el término “normosis”, para describir la “psicosis” de la
normalidad que se daría en individuos desconectados de sí mismos, alienados y
que funcionan como autómatas con tal de ser normales y que podrían llegar a
matar por defender esa normalidad (como se describe muy bien en la primera
película de Matrix).
Desde que somos muy pequeños se nos educa y enseña en ese
empeño de adaptación que llega a ser el germen de muchos padecimientos
psíquicos, para quienes en realidad anhelan la conexión con un espacio más
profundo del ser. La educación trata de homogeneizar, a todos se nos enseñan
las mismas cosas y se nos educa de la misma manera. Lo mismo sucede, en cierta
medida, con terapias muy centradas en la adaptación, que se puede tratar a
personas muy diferentes con procedimientos idénticos, con el fin de favorecer
la adaptación a la sociedad, al sistema, etc.