domingo, 28 de febrero de 2016

EL CEREBRO ¿MÍSTICO?



Son muchos los neurocientíficos, hoy en día, que ven al cerebro como el origen y el fin de todos los bienes y males de nuestras vidas. Si estamos mal, algo pasa en el cerebro que no funciona… Si estamos bien, es que el cerebro está bien afinado y sus sustancias entonadas. La primera pregunta que me surge ante esto es… ¿Entonces en dónde está la libertad humana, el fruto del esfuerzo, la inspiración o simplemente el destino?

El cerebro parece ser el nuevo Grial de nuestros tiempos al que se atribuyen poderes numinosos y sagrados y una voluntad propia, por encima de la nuestra…

En este sentido, recuerdo ahora el título de un libro de Francisco J. Rubia titulado “El cerebro espiritual” en cuya reseña se dice “Existen en el cerebro estructuras que, cuando son estimuladas, son capaces de generar experiencias espirituales, místicas, religiosas, numinosas o de trascendencia.” ¿Son las áreas cerebrales las que generan esas experiencias? ¡Entonces el cerebro sería Dios! ¿Dónde está la base científica de tales afirmaciones? Da la impresión de haber dado algún salto en el vacío para llegar a tales conclusiones…

Según sabemos, el estimular ciertas áreas cerebrales también produce que se escuchen música o sonidos, que se vean imágenes o que se experimenten ciertas emociones. Pero ¿eso quiere decir que la música y otros fenómenos no existen independientemente del cerebro? Como bien sabemos, existe la música más allá de si yo, personalmente, la escucho o no. Y mi cerebro me ayuda a escucharla cuando está presente, más a allá de lo que él mismo pueda generar. Existen circuitos en el cerebro preparados para escuchar la música, que pueden darnos la impresión de estarla escuchando cuando son estimulados. Igual que cuando se nos da un golpe en el ojo vemos luces, porque la función del ojo es captar la luz y su estimulación general sensación de luz. Como vemos el cerebro también puede funcionar como receptor de ciertas experiencias. El generar algo parecido por estimulación cerebral no significa que esas experiencias se originen solamente en el cerebro. El que estimular el cerebro produzca fenómenos similares a los que creemos que han tenido los místicos no significa que esos fenómenos sean los mismos que los que experimentaron los místicos o que no se puedan dar independientemente del cerebro.

Sin negar que la estimulación cerebral produzca cierto tipo de experiencias, quizás parecidas a las experiencias místicas, al igual que el estimular ciertas áreas produce música, yo me plantearía como hipótesis que otra posibilidad sería que el cerebro tiene estructuras también receptoras de esas experiencias espirituales o que se dan correlatos neuronales de las experiencias espirituales, es decir, que se dan a la vez las actividades neuronales que las experiencias espirituales. En esas experiencias en las que no sabemos que está primero, si el cerebro generando una experiencia o la experiencia estimulando al cerebro. Que haya correlatos, es decir, relación entre un hecho A y un hecho B, no significa que A produzca B o viceversa. Algo tan elemental en la ciencia parece no ser entendido por muchos de los científicos actuales, que tan alegremente atribuyen causalidad al cerebro.



Y, con respecto a la música, ¿podemos generar una cantata de Bach mandando impulsos electromagnéticos al cerebro? Creo que puede ser muy diferente provocar sonidos por estimulación electromagnética al cerebro, que pretender provocar el proceso creativo de un genio o una experiencia mística completa y profunda. Me parece muy arriesgado querer entender a los místicos estudiando sólo el funcionamiento de su cerebro, sin tener la más mínima sensibilidad para comprender la sutileza de sus experiencias o de sus obras. Al menos contemos con lo que Chalmers llama el dualismo de propiedades, que tiene que ver con los diferentes enfoques de estudio para lo que llamamos mente y para lo que llamamos cerebro. Si además hay un espíritu, pues igual los enfoques científicos resultan un tanto limitados...

El psicólogo Marino Pérez (2011), señala que hay una tendencia cerebro-céntrica en la psicología actual, que parece estar fascinada por los mecanismos moleculares y eléctricos del cerebro, pretendiendo hallar ahí toda respuesta a la complejidad de la existencia humana.

Un ejemplo de esa tendencia cerebrocéntrica es la conferencia que CarlosBlanco Pérez impartía el jueves pasado en la Universidad de la Mística, a la que tituló “El cerebro místico” (la podéis escuchar en el vídeo que pongo más abajo). Sin restar mérito a la calidad de la exposición, a la ordenada y aguda argumentación, ni a la riqueza de algunas de sus reflexiones considero oportuno exponer algunas discrepancias con su discurso, que da la impresión de estar cargado de ideología cerebrocéntrica. 

 

En el comienzo de su exposición ya se percibe un cierto sesgo hacia el cerebrocentrismo cuando afirma que un conjunto de neuronas son capaces de generar pensamientos abstractos y que la base de la psicología estaría en la neurofisiología. El decir las neuronas “son capaces” es casi como atribuirles una personalidad propia. Ya he criticado este tipo de argumentaciones en un post anterior titulado “¿Las neuronas piensan?”.

A continuación Carlos Blanco afirma que todo es una ¡creación del cerebro! ¿Todo? Si es todo, entonces el cerebro también se habría creado a sí mismo… Y una vez más me pregunto ¿entonces cree que el cerebro es Dios?

Por otra parte da la impresión de confundir la experiencia mística con una de sus expresiones, el éxtasis, además de superponerla varias veces con las experiencias de trance… Si leemos a los místicos vemos que hay mucho más y que en muchos místicos se llega a una experiencia continua (que el ponente niega como posible) en la culminación del camino, pero no como un estado de trance, sino como una vivencia de unión y de relación continua con Dios en mitad de la normalidad de la vida cotidiana, de una manera ordenada, realista y práctica. Señalo esto porque el confundir la mística con las experiencias extáticas o de trance, es parte de lo que puede llevar a indicar que entonces la mística es una reacción especial del cerebro, que se puede provocar con sustancias, electromagnetismo, etc.

También señala que hay una base neurobiológica de la religión y de la espiritualidad, a la vez que, menos mal, afirma el peso de la cultura (aunque esto sería contradictorio con lo de que el cerebro lo crea todo).

Otra idea que me parece sesgada es la afirmación de que la mística depende de la desautomatización de ciertas funciones fisiológicas. Sin negar que esa desautomatización puede facilitar la apertura de la consciencia, sólo la desautomatización no es garantía de tener experiencias místicas. Incluso ciertas teorías sobre el funcionamiento cerebral de los místicos hablar de un estado de automatización que supone una hipersincronización neuronal (lo que se ha llamado hiperia, que correlacionaría con este tipo de experiencias). Otras apuntan a que la hiperestimulación de ciertas áreas activa lo que han llamado “el circuito de Dios” (Beauregard, 2007), un circuito preexistente que parece estar preparado para estas experiencias.

Si leemos a los místicos, vemos como hablan de fenómenos más allá de sí mismos, y, dado que ellos han hecho la experiencia, de algo que les trasciende y transforma, por lo que ¿por qué no considerar como hipótesis que alguna variable que trasciende a nuestro cerebro pueda influir en tener una experiencia mística?

Ciertas teorías neurocientíficas más arriesgadas hablan de ciertos tipos de fenómenos energéticos muy sutiles que apuntan a la existencia de una consciencia más allá del individuo, no-local, como un campo de energía que nos conecta de alguna forma, por mecanismos no conocidos (una hipótesis es la del “entrelazamiento cuántico”: que tiene que ver con que cuando se separan dos partículas de un mismo átomo y una de ellas gira en un sentido, la otra, aunque esté muy alejada, reproduce el mismo movimiento). En esta línea hay investigaciones, que muestran la capacidad de prever el futuro, o de conectarse sincronísticamente con otros a largas distancias. Por ejemplo, Persinger, que fue citado en su ponencia, es un científico que si bien antes su enfoque era cerebrocéntrico, sus últimas investigaciones apuntan más bien a elementos que lo trascienden. Por ejemplo un estudio en el que haya fenómenos de hipersincronización cerebral (en el área parahipocampal) entre dos personas separadas 6000 km de distancia y que sin saberlo tienen simultáneamente diversas conductas (Persinger, 2015). Está claro que Persinger busca una explicación más allá del cerebro individual

Otra cuestión en la que discrepo de Carlos Blanco es que la experiencia mística tenga una mayor relación con el funcionamiento de estructuras cerebrales inferiores, que se conectan con la emoción, el principio de placer o que el místico viva una experiencia regresiva. Me temo que desconoce que ciertas experiencias tienen que ver con la corteza cingulada anterior (una zona del cerebro relativamente nueva y avanzada, el lóbulo frontal) y con la puesta en marcha de actividades neuronales que tienen que ver con un funcionamiento superior: como la conciencia ética (que depende de estructuras superiores), la empatía, una mayor capacidad de comprensión, creativa, etc.

Es cierto que puede haber una mayor activación en algún tipo de experiencia de trance en el lóbulo temporal, pero no entiendo por qué se ha de reducir la mística al trance, a la emoción o a una experiencia primitiva. Si leemos a los místicos no encontramos tanto de esto y nos damos cuenta de que más bien nos alertan sobre lo que la emoción o las experiencias extraordinarias pueden suponer de confusión… Pues no son el objetivo, aunque puedan formar parte del camino.

Tengo la impresión de que tanto neurobiológicamente como psicológicamente nos mete en la falacia pre-trans, de la que tan bien nos ha advertido Ken Wilber (el confundir estados regresivos con estados transpersonales de nivel superior) y eso le puede llevar a ver la mística como una disfunción o como una alteración… Una buena explicación de la falacia pre-trans la podéis leer aquí.

Por suerte Carlos Blanco hace una analogía que me parece que salva su exposición y la lleva a otro nivel. Cuando señala que por estimular ciertas áreas del cerebro no conseguimos estimular la aprehensión de verdades matemáticas. Lo mismo podemos decir para las experiencias místicas. El estímulo de una cierta sensibilidad no supone ni genialidad ni misticismo (que sepamos…) y aún menos la aprenhensión de principios teológicos a los que sí han accedido ciertos místicos.

También comparto la idea del condicionamiento cultural en el místico, que suele vivir la experiencia a través de los símbolos de su cultura. Quizás una excepción sean esas personas que sin educación religiosa tienen experiencias de tipo místico que les resulta difícil de conceptualizar. En este tema es muy recomendable el libro “La mística salvaje”, en el que se narran varias experiencias de tipo místico por personas que no están en contextos religiosos.

Otro tema con el que estoy de acuerdo con él, es cuando dice: “se puede ver como se genera la idea de Dios en el cerebro pero eso es independiente de si Dios existe o no.” Esto abre la posibilidad de entender la mística más allá del cerebro y podría animarnos a plantear la hipótesis de que más allá de nuestro cerebro puede haber algún tipo de realidad que influya en él para que se den experiencias místicas. No obstante, su afirmación suena contradictoria con toda la argumentación previa.

También nos dice que analizando ciertas áreas cerebrales no puedo saber qué es la mística. Entonces ¿para qué tanto empeño en el cerebro? ¿No estaremos en ámbitos de conocimiento distintos entre los que simplemente hay que tender puentes?

Pero… cuando dice que podemos estimular experiencias místicas, me pregunto si sabe de lo que habla, puesto que ha afirmado no tener ninguna…

Quiero aclarar que en mi escrito no niego la importancia del cerebro y de su sustancia para nuestro funcionamiento cotidiano y aún más, para las experiencias místicas, pero el encontrar tanta argumentación cerebrocéntrica me da la impresión de que quienes afirman que el cerebro genera todo, han dado un salto epistemológico irracional. Es decir, tengo la impresión de que se dejan algo fuera y pecan de impregnar de ideología su argumentación científica.

Coincido finalmente con él en otras cuestiones:
-  En que todo gran científico es un místico en potencia. Estaría bien…
-  En que la mística puede ser un estado superior de la evolución. Aunque no entiendo entonces por qué dice que si sólo tiene mística se cojea (pues si es una experiencia holística como él mismo dice, ¿por qué se ve como parcial entonces?, quizás por la definición de mística de la que parte, que no es explícita pero parece implícita en el discurso como estados de trance, emocionales, etc.), o si es algo regresivo ¿cómo puede ser progresivo a la vez?
En que la mística nos puede aportar una actitud de búsqueda de la verdad del universo. Y en mi caso sí creo que aporta conocimiento, pero éste sólo puede darse si se vive alguna experiencia de tipo espiritual, no sólo estudiando a los místicos.


Todo esto daría mucho más, pero me temo que ya me he extendido bastante…

Termino con una frase del neurofisiólogo estudioso de las experiencias místicas Mario Beauregard (2007), de su libro “The spiritual brain” (un libro muy recomendable para ver una perspectiva distinta, no materialista, de la neurobiología de la experiencia mística), que me parece que abre la ventana a otras hipótesis acerca de la mística, que al menos debemos considerar:

“La explicación más razonable y la que mejor explica la evidencia, es que las personas que tienen tales experiencias han contactado actualmente con una realidad externa a sí mismas, una realidad que les ha llevado a estar más cercanos a la naturaleza real del universo."