Recientemente
hablaba con alguien sobre el vacío existencial y a raíz de esta conversación le daba vueltas a la idea del
psiquiatra italiano Roberto Assagioli de que la sensación de vacío se da en ciertas crisis que preceden a un
despertar espiritual. Assagioli dice:
“El cambio comienza
frecuentemente con un sentimiento creciente de insatisfacción, de carencia, de
"que falta algo". Pero esto "que falta" no es nada concreto
y material; es algo vago y huidizo, algo que es incapaz de describir.
A esto se añade paulatinamente un sentimiento de irrealidad y de
vacío de la vida ordinaria. Los asuntos personales, que previamente
absorbían gran parte de su interés y de su atención, parecen retirarse
psicológicamente a un plano posterior; pierden su valor y su importancia. Surgen
nuevos problemas. La persona comienza a preguntarse, por ejemplo, por el
sentido de sus propios sufrimientos y los de los demás. Y por la justificación
que puede existir para tanta desigualdad en el destino de los seres humanos. ”
(Assagioli, 1993, p. 64-65).
Esta situación genera un malestar, una desazón, un vacío, etc. Elementos que si se
enfocan adecuadamente pueden llevar, a la persona que los sufre, a una búsqueda
más profunda sobre el sentido de su vida. Pues el sentido de la vida que tenía
previamente le resulta insuficiente y percibe incongruencias en su manera de vivir
hasta el momento, haciéndose preguntas más profundas acerca de sus metas, valores, etc. En la crisis personal la perspectiva se
amplía y ese mundo que parecía seguro y congruente nos muestra las grietas que
antes no se veían. Ya no basta con logros materiales o profesionales, parece faltar
algo más. Como consecuencia, quien experimenta esta situación, si no es
adecuadamente orientado o no encuentra elementos dentro de sí mismo que le
ayuden a mirar más allá de su sufrimiento, puede entrar en una depresión o,
incluso, ser tomado por otros por “loco”, obsesivo o raro, llegando a un
aislamiento que aún puede empeorar más su estado, al sentirse incomprendido.
En los momentos de crisis económica y de valores en los que nos
encontramos, en los que mucha gente empieza a ver las incongruencias en sus
propias vidas y de la sociedad en la que vive, se producen con más frecuencia
este tipo de crisis existenciales, en las que se percibe un angustioso vacío que parece no tener salidas, después de que la vida haya tenido su orientación
y sus metas, muchas veces sin grandes preocupaciones previas. De hecho, son muchos los
que dicen “si lo tengo todo ¿por qué estoy mal?”, o bien “¿es normal lo que
pienso? ¿me estoy volviendo loco?”.
Aunque sería largo abordar esta cuestión a fondo, mi pretensión no es
hacer una revisión exhaustiva, sino poner de relieve una situación cuya
frecuencia va en aumento y que puede ser abordada de forma inadecuada, si no se
conocen este tipo de conflictos existenciales y el nivel en el que se generan. Situación que puede llevar a que alguien
con este tipo de crisis llegue a tener síntomas de ansiedad o de
depresión y a ser tratada con psicofármacos, sin que se aborde el problema de
fondo, el ANHELO DE UN SENTIDO MÁS AUTÉNTICO Y PROFUNDO DE SU VIDA O INCLUSO EL
ANHELO DE UN SENTIDO ÚLTIMO.
El tomar consciencia de que esta situación es una oportunidad de
ahondar en las profundidades de uno mismo y en el sentido de la
realidad, alivia mucho a quienes se ven atravesando estas dificultades. Les
ayuda mucho el saber que no están locos y que sus preguntas son incluso una
señal de madurez y de sabiduría. Esta toma de consciencia les sirve para allanar el camino y recorrerlo
con una mayor confianza y con esperanza en encontrar respuestas.
Muchos grandes filósofos y místicos empezaron así su andadura. Una
crisis de sentido y un vacío interior les empujó a buscar respuestas en su
interior o en el mundo circundante y a vivir después una transformación de su
ser, de sus vidas o a iniciar una revolución que ha ayudado a otros espiritual
o humanamente.
Hoy en día las patologías que podríamos llamar existenciales van en
aumento y pueden ser oportunidades par abrir la perspectiva del sentido o
incluso posibilitar a quien la padece la apertura a una dimensión espiritual
hasta entonces desconocida.
Lo que me pregunto es por qué tan pocos psicoterapeutas saben de esto
y cómo hacer para mostrar orientaciones que abran posibilidades para quienes se
ven en esta situación. En este ámbito es muy útil la Logoterapia de Frankl, la
Psicosíntesis de Assagioli, la Psicología Analítica de Jung, la filosofía
práctica o asesoramiento filosófico y un buen conocimiento de las grandes religiones
y de sus místicos.