lunes, 8 de diciembre de 2025

EL GRAN CIRCO DE LA ESPIRITUALIDAD

Imagen creada con IA

El mundo se está transformando en una pasarela de egos disfrazados de cualquier cosa, pero parece que la purpurina que brilla más como aderezo especial de los egos más inflados es la purpurina espiritual.

Mostrarse como mensajero de Dios, místico, gurú, maestro de meditación o canalizador de fuerzas espirituales infalibles resulta rentable. Los réditos se obtienen en forma de dinero, seguidores o sensación de tener un poder sobrehumano. ¿Quién da más? 

Lo más glamuroso ya no es vestirse de marcas de precios inalcanzables o presumir de coches de lujo, sino mostrarse como un personaje elevado que entretiene a los espectadores del circo espiritual. Para el público del circo tenemos divas y divos, hipnotizadores, gurús falsos, magos, malabaristas y payasos. Hasta las estrellas del pop como Rosalía se suben al carro místico con aureolas de santidad incluidas, ¿porque les eleva al círculo de los dioses, o por un interés legítimo? Es difícil saberlo.

En un momento en el que las personas tienen vidas tan vacías y alienadas, la necesidad de plenitud espiritual se hace más acuciante, lo que nos hace más vulnerables a hacernos adictos a los sucedáneos que nos venden en el circo: 

-      Talleres de iluminación express (si hace falta, aderezados con psicodélicos para que la inversión tenga efectos especiales rápidos).

-       Retiros de silencio impartidos por maestros cuyos egos no se callan.

-       Charlas de “papagayos” verborreicos e hipnóticos que siempre repiten las mismas pláticas falsamente elevadas, en las que hacen pequeñas variaciones cada día que las repiten, para no cansarse mucho. Así dan la impresión de dar una novedad para mantener enganchados a sus seguidores.

-       Pasarelas de divos y de divas en eventos pseudoespirituales, en las que los únicos señores de la fiesta son ellos mismos. La trascendencia brilla por su ausencia o, en todo caso, se menciona, para atrapar la atención de los buscadores espirituales.

-       Rituales vacíos de sentido y de consistencia, que generan estados de trance alienantes para hacer adictos a los adeptos.

-       Pseudogurús que se han aprendido de memoria mensajes inmemoriales que nos llegan al corazón, pero que acaban vaciando nuestros bolsillos si creemos a quienes los pronuncian. 

-       Magos del engaño y del ilusionismo que consiguen hacernos creer que su purpurina espiritual es magia de verdad.

-       Malabaristas de la palabrería que nos generan tal estado de confusión que podemos creer que han dicho algo tan elevado que no alcanzamos a comprenderlo.

-       Hipnotizadores que nos provocan estados regresivos infantiles para que perdamos el sentido crítico y la capacidad de discernir sus mentiras.

-       Payasos vendehúmos que se confunden con maestros.

 

¿Queremos estos circos? Muy bien, espero que la inversión de tiempo, afecto y economía no dañe vuestras vidas. Buscad una entrada en primera fila, sentaos cómodos y compraros caramelos y palomitas para que se haga más ameno el espectáculo. Pero cerrad bien los ojos para captar las farsas. Y al que critique o proteste de tanta mercadería, hacedle un gaslighting espiritual de libro: “estás proyectando”, “hablas así porque no estás a nuestro nivel”, “realmente solo pueden entender esto las almas despiertas”. ¿Os suena?

¿A dónde vamos así? ¿A dónde se fueron los verdaderos maestros? ¿Por qué no buscamos en el silencio o en la sencillez aquello que plenifica el alma? ¿Para qué tanto circo y tanta vanidad espiritual? Y lo que es peor, ¿por qué tantos se quedan fascinados con esa parafernalia circense disfrazada de espiritualidad legítima?

No queremos darnos cuenta de que volvieron los mercaderes del templo, pero casi nadie dice nada porque prefieren disfrutar del espectáculo de los paraísos artificiales, o de ese “opio del pueblo” que embriaga y que se confunde con la verdad de lo que alimenta la vida. Igual que hay que prescindir de los ultraprocesados y la comida rápida, os invito a ayunar de tantas mentiras y a cultivar alimentos espirituales más nutritivos. Al menos id a buscarlos en donde hay paz, alegría, honestidad y humildad. Huid de ámbitos espirituales llenos de ambición, búsqueda de éxito, protagonismo y llenos de estrés. No merece la pena la pérdida de tiempo, dinero y energía que nos generan.

 

 


 

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