domingo, 31 de octubre de 2010

EL PACIENTE OBJETO


Cuando estudiaba Medicina, pasé algún momento de perplejidad por el reduccionismo y el materialismo imperante, a la hora de plantear cuestiones médicas, en relación con los pacientes. Esto me resultó más impactante al llegar a mis primeras prácticas al hospital y ver como algunos médicos, trataban a los pacientes (por suerte no eran todos). De ahí, que escribiera las siguientes reflexiones que fueron publicadas en la revista de la Facultad. Las comparto hoy, porque he releído casualmente este texto y me he dado cuenta, de que lamentablemente, sus planteamientos siguen siendo bastante actuales. 

EL PACIENTE OBJETO

Después de casi cuatro años de arduo trabajo y sacrificio por haber sido dedicados al aprendizaje de la Medicina, he descubierto que hay algo más que las infumables montañas de apuntes, que los áridos libros de texto y que las clases impartidas por ignorantes que desconocen el significado de la palabra “enseñar”; además de otras soporíferas aportaciones a mi acervo académico. Existe algo más que todo esto y que parece tener alguna relación con nuestro aprendizaje; un extraño ser llamado paciente. 

Ya en segundo curso empecé a intuir su existencia, cuando ávida de saber hurgaba entre los cadáveres de antiguos pacientes. 

Posteriormente, en mi tercer curso, tuve la oportunidad de ver a alguno de estos extraños seres, de cerca, mientras yacían en la cama de un hospital, soportando estoicamente que mancilláramos su abdomen, con nuestras manos, o escucháramos sus renqueantes corazones, entre otras violaciones de su intimidad. Siendo siempre el objetivo fundamental de dichas maniobras el ser deslumbrados por el esotérico lenguaje del médico de turno, accesible sólo a unos pocos iniciados en su hermética sabiduría. Gracias a estas “enriquecedoras” experiencias, podíamos ser conscientes de nuestra profunda ignorancia y de nuestra incapacidad para salir de ella. La consecuencia fue que llegué a la conclusión de que se nos mostraba que el paciente era sólo el “objeto”, utilizado por muchos vanidosos y exhibicionistas, para satisfacer su egocentrismo. 

Ahora, estudiando cuarto curso, este concepto me ha sido aclarado un poco más; hemos aprendido que el paciente es un ente a estudiar, para ampliar nuestros conocimientos, aunque el sacrificio para conseguir dicho objetivo es inmenso, pues nuestro “objeto” resulta ser bastante desagradable, ya que, según nos intentan enseñar, las manifestaciones de su existencia consisten en gemidos, quejidos, toses acompañadas con frecuencia de viscosos fluidos, estornudos, vómitos u otras emisiones de sustancias poco gratas a los sentidos. 

Lo peor de todo es que encima de ser tan desagradable su presencia y comportamiento, osa exigir una atención personalizada ante el erudito que se digna en prestarle su atención, durante unos segundos, de su preciado tiempo; sin darse cuenta de que su papel en el sistema sanitario es secundario y que si tiene suerte de ser curado sólo es por el ansia de superación personal de quién le atiende, para elevar su prestigio en la comunidad científica. Esto explica que ante un caso poco común, el “doctor” muestre gran interés por la patología que afecta a su paciente (no por él en sí mismo), yendo raudo y veloz a mostrar el hallazgo del extraño “espécimen” a sus colegas. 

Y para colmo de males, a veces algún “objeto” de nuestro estudio osa tener pensamientos propios con los que osa perturbar el aura inmaculada de su “bienhechor”, haciendo preguntas impertinentes sobre el mal que le aqueja. Afortunadamente, muchos se han entrenado ya con sus alumnos en el “arte” de ahogar cualquier iniciativa personal, consiguiendo apabullar rápidamente al vil insecto que se ha atrevido a irritar sus oídos. Consiguiendo, como siempre, que el otro sea consciente de su condición de inferioridad. 

Después de estas desbaratadas elucubraciones me he permitido pensar que quizás hay algo que nadie me ha enseñado sobre este extraño ser y que no puedo aprender en ningún libro, ni en ninguna clase, pues dicho conocimiento no proporciona honores académicos, ni profesionales y menos aún gratificación económica. 

Quién sabe, podría darse la posibilidad de que un enfermo tuviera algo que ver con un ser humano (aunque éste no haya estudiado medicina) y no me refiero al papel de cliente que para muchos desempeña. Y si es un ser humano, podríamos decir que tiene derechos, merece respeto, amor, etc. 

Además, ¿Ningún médico se da cuenta de que algún día puede halarse en esa posición?

domingo, 24 de octubre de 2010

¿DE QUÉ DEPENDE NUESTRA FELICIDAD?

Hace unos días leía en una noticia que una científica (Sonia Lyubormirsky), afirmaba en el I Congreso Mundial de la Felicidad, que los genes determinan en un 50% el grado de felicidad que puede tener una persona. El 40% restante de esta felicidad dependería, según la misma autora, de las “circunstancias personales de cada individuo” y un 10% de sus comportamientos. Estos datos me generaron perplejidad, pues es imposible determinar científicamente esto, con la exactitud señalada por esta mujer, y por otro lado, me parece que en sus afirmaciones se pone de manifiesto una cierta superficialidad. Al menos esa ha sido mi primera impresión (quizás equivocada).

Los procesos mentales humanos son complejos y están afectados por numerosos fenómenos y por eso, se habla de multicausalidad. Se dice que quienes somos, en parte viene condicionado por unos genes (que no determinado, como dice Sonia Lyubormirsky), cuya expresión, se ve influida por factores ambientales, educación, experiencias vividas, etc, configurando todo ello el fenotipo. A su vez, el fenotipo es parcialmente modificable. Por ejemplo, si alguien está obeso, por causa de una predisposición genética, se sabe que esta obesidad se puede revertir con dieta y sobre todo con ejercicio de unos 30 minutos diarios. Con ambas cosas, se ha visto que se puede controlar esa predisposición y que una persona obesa puede acabar teniendo un aspecto normal, a pesar de sus genes. Si esto ocurre, con un fenómeno como el de la obesidad, que no tan complejo como la felicidad o infelicidad, ¿no podemos pensar que haya algo modificable en nuestros cerebros? Además, se sabe que los genes que organizan el cerebro tienen más plasticidad (son más moldeables) que los que organizan otras partes del cuerpo y se ha comprobado en estudios con psicoterapia, que ésta modifica la expresión génica, mediante nuevos aprendizajes (según ha demostrado el premio Nobel Erik Kandel). De ahí mis dudas con el determinismo genético. Esto no quiere decir que niegue la influencia de los genes, sino que me parece que hay más factores que influyen en nuestra forma de ser, y por ende, en nuestra felicidad.

A esta señora yo le preguntaría, que si no cuenta nada para la felicidad las personas que uno se encuentra en la vida y el amor que se nos proporciona (quizás a eso se refiere ella con circunstancias), que si no influye nada la dimensión espiritual, la motivación para vivir (que se puede encontrar a pesar de pasar por un estado depresivo), el sentido de la vida, nuestras decisiones personales, etc. Todo ello, tiene que ver con el mundo interior y el manejo personal del mismo, al que no parece hacer alusión esta autora. Además, ¿cómo se explica desde sus teorías que las personas que hacen oración o meditan sean más felices? Me pregunto si pensará que el orar o el meditar dependen de los genes. También suelen tener más felicidad los altruistas. ¿Será que eso viene de fábrica? Si solamente un 10% de nuestra vida, depende de nuestros comportamientos, parece haber poco margen para que personas con genes perturbados, o que hayan vivido malas experiencias sean felices. Pues solamente podrían modificar un 10% de la totalidad. Sí que haríamos encaje de bolillos los psicoterapeutas.

Si entráis en la página web de la autora, podréis ver más de sus planteamientos sobre la felicidad; centrados en las conductas, cogniciones, genes, uso de las memorias, etc. Estando casi todo reducido, fundamentalmente a procesos cognitivos y motivacionales. Si las personas que me quieren me dijeran que mi vida consiste en procesos cognitivos o motivacionales, me sentiría caricaturizada, reducida a reacciones mecánicas y automatismos, con poco espacio para mi elección personal. Prefiero pensar, que aparte de nuestros genes, comportamientos y circunstancias, el ser humano tiene un margen mayor para su elección y libertad personal, que las relaciones humanas son importantes y que puedo elegir mi actitud más allá de las circunstancias que me toque vivir. Considero que la dimensión espiritual aumenta mis grados de libertad, pues esa es mi experiencia y que lo más profundo del ser humano (de todos y cada uno) es un gran misterio, cuyo porcentaje de influencia va más allá de los porcentajes, mediciones y objetivaciones de los científicos. Si hay algo misterioso, único e irrepetible en las personas (a pesar de sus parcelas oscuras de infelicidad, maldad, etc.), es posible que de esa dimensión misteriosa pueda emerger una felicidad más profunda y auténtica, pues es probable, dado que así lo cuentan muchas personas.  Algo que nos sobrepase o quizás no entendamos, algún día nos eche una mano, o simplemente, algo en nosotros nos haga abrir un poco más los ojos. Y no creo que esto esté inscrito solamente en mis genes, salvo que los genes sean el Grial buscado, en el que se hallen todas las respuestas. Quién sabe…


domingo, 3 de octubre de 2010

¿CÓMO SUPERAR PROBLEMAS DE LA VIDA?

Muchas personas que tienen problemas o sufren, por diversas circunstancias, creen que lo suyo no tiene arreglo, que el problema son ellos, que no hay nada que hacer, etc.

Sus creencias les hacen pensar que no se pueden levantar del hoyo en el que están, que en ellos no hay nada valioso, e incluso llegan a sentir hostilidad hacia quién quiere mostrarles todo su potencial. Están aferrados a una manera de pensar, sentir, actuar, que les limita y no les deja ver lo que realmente podrían llegar a hacer, ni a ser conscientes de quienes son realmente. Es más, se empeñan en mostrarse a sí mismos y a otros que son unos monstruos, porque eso es lo que creen. Y esto muchas veces se complica si creen que su superación depende de que los demás les salven, cuando son ellos quién primero tienen que ayudarse a sí mismos, si quieren recibir alguna ayuda eficaz de los demás.

Los que trabajamos como terapeutas sabemos lo difícil que puede llegar a ser el sacar a las personas de esa percepción errónea de sí mismos y de la realidad.

Hoy una de mis pacientes, que sí ha salido de ahí y está construyendo su vida con más libertad, me manda un vídeo para que pueda usarlo para ayudar a los demás. Mostrando, que es más consciente de que sus ideas pueden servir para ayudar a otros.

Muchas veces, cuando una persona supera esa forma de vivir, tan negativa, deja atrás sus esquemas mentales y consigue sacar profundas enseñanzas del sufrimiento, siendo una persona muy adecuada para ayudar a otros, por ser maestra en sufrimiento y superación personal.

Os dejo el vídeo que me ha mandado, para ayudar a que la idea que me propone, que me parece estupenda, ayude a más personas. Es sobre la posibilidad de superar las limitaciones. Uno de los actores, que no tiene brazos ni piernas, es en la vida real una persona que se dedica a ayudar a los demás. Se llama Nick Vujicic. Podéis encontrar muchos vídeos suyos en Internet. El segundo vídeo que os dejo muestra su impresionante actitud vital, en su vida real, a pesar de sus limitaciones. Viéndole cuesta trabajo pensar que hay excusas para dejar de luchar.