miércoles, 4 de enero de 2012

DESEANDO AMOR




Muchas personas, que se sienten mal con la vida, expresan, con frecuencia, que desean ser amados. Incluso, algunos de ellos hablan de una sed de amor infinita y de estar pendientes casi constantemente de que los demás les quieran, atiendan o cuiden. Curiosamente, cuanto más pendientes están de conseguirlo, menos consiguen lo que buscan. Parece ser, que la búsqueda desesperada del amor es un buen repelente para el mismo, lo mismo ocurre con la búsqueda desesperada de los amigos, pues cuanto más se desea tener amigos, parece que es más difícil conseguirlos.

La situación que viven estas personas, de buscar amor, amigos, cariño, pareja, etc., y no conseguirlo, suele aumentar aún más su desesperación y su deseo, con lo que se cierra un círculo vicioso que les aleja aún más de los demás y del ansiado objetivo.

Es difícil ayudar a romper el círculo a quienes se sienten así, pues les cuesta entender que parte del problema es su ansia desesperada de amor. Y que lo que aleja al amor, es precisamente exigirlo o pedirlo. Inconscientemente, quienes así ven las cosas, suelen cansar a los demás, por su actitud demandante, por su egoísmo (pues están pidiendo siempre para ellos y no suelen estar muy pendientes de qué hacen por amar a los demás). Están tan apegados a su necesidad, que no se permiten seguir el camino adecuado para satisfacerla, que suele ir ligado a la superación del egocentrismo, del egoísmo, y a la consciencia de que el amor, sólo se moviliza si uno es capaz de expresárselo a los demás, sin exigencias.

Muchas personas que ven así las cosas, se quedan como en blanco cuando se les pregunta cuanto quieren a los demás, pasados unos instantes plantean que si no les quieren, no pueden querer.  Es cierto que cuando somos pequeños, aprendemos a querer, en parte, porque otros nos expresan su amor y que resulta más difícil reconocerse si uno no se ha visto reconocido, en la infancia, en la mirada de otro. Es posible que quienes no se hayan sentido así mirados, lo estén esperando como si se hubieran quedado atascados en un estado de bebés insaciables de amor. Pero ya no es realista esperar ser bebés saciados, si no somos bebés. Si por un momento somos conscientes de que ya no somos esos niños tan pequeños, si por un momento vemos nuestros propios recursos o nos responsabilizamos por hacer algo por desarrollarlos, a la vez que asumimos la edad real que tenemos, es más fácil encontrar el amor dentro de nosotros. Pues si nosotros no encontramos amor en nuestro interior, es difícil encontrar otra llave que abra la puerta del corazón de otras personas.

La alternativa pasa por aprender a mirarnos de otra forma, por sentir nuestro propio respirar, nuestro silencio. Pasa por abrir los ojos a la vida y mirar su belleza, sin demandar nada. También podemos aprender a admirar y querer a otros, a respetar que nos quieran lo que ellos quieran y así experimentar, que sí va llegando amor. Es posible que inicialmente las dosis quizás no sean las que esperemos, porque no llegan de la manera que creemos que tiene que ser. Pero ¿por qué tiene que llegarnos el amor de la manera que queremos? ¿Los demás no tienen derecho a ser libres en sus manifestaciones? ¿Por qué hay que forzar a la realidad para que se ajuste a nuestras necesidades personales?

Probemos a tomar parte en el amor, ejerzamos amor, compasión, cariño... Dejemos de exigir, para practicar tolerancia, si aún no somos capaces de expresar amor. Entrenémonos en el amor, con un gesto, una mirada, un saber apreciar el ser del otro. Miremos con calma y aceptación, lo que podamos tener dentro, con la paciencia de un escultor que se encuentra con la piedra bruta y empieza a ver la obra de arte que puede esculpir. Esculpamos nuestra piedra con amor, dejémonos sorprender por nosotros mismos, mirando más allá de lo que pensamos que somos. Descubramos las luces que tenemos dentro, dejando de buscar tanto afuera. Y si tanto deseo hay de amor, ¿por qué no empezar expresando un poco de amor? ¿Por qué no empezar por pensar si los que están a nuestro lado se sienten o no queridos por nosotros?

Las personas que inspiran amor se interesan por otros, dejan a un lado su egoísmo, se permiten ser ellas mismas, dejan de estarse buscando en los otros y tratan de mirarse sin la pretensión de ser perfectos, sin hacer máscaras para ocultar sus defectos (pues hasta se ríen de ellos). Incluso, algunas se permiten abrir aún más su corazón, y dejan que el Infinito, el Ser, Dios o algo que va más allá de ellos mismos, les toque con su amor inagotable, con lo que se sienten ricos en amor y les resulta mucho más fácil darlo a otros. 

¿Por qué no empezarnos a plantear alguna de estas posibilidades? Seguramente encontremos más dando que esperando, escuchando que hablando, mirando que imponiendo...

"Pelo azul", cuadro de Tanya Torres

1 comentario:

Augusto dijo...

Hola Maribel

Como siempre, das en el blanco con una elegancia pasmosa!
Muy inspirador, gracias

Saludos desde valencia