sábado, 23 de marzo de 2013

¿ESPIRITUALIDAD EGOCÉNTRICA?




Desde hace siglos y me atrevería a decir, que desde hace miles de años, diversos sabios nos advierten del peligro de que se nos suba a la cabeza el estar avanzando algo en el camino espiritual.

En casi todas las tradiciones nos encontramos con la descripción de problemas asociados a que la práctica espiritual se adapte a nuestros propios deseos (exigiéndole a Dios mediante nuestra práctica que los cumpla), que pretendamos que Dios sea una extensión de nuestro propio ego o que, incluso confundamos la expresión de los místicos de ser uno con Dios, con confundir a nuestro ego con Dios, llevándolo a un hiperinflamiento insoportable para nuestros congéneres.

Parece que estas advertencias que nos previenen frente a los problemas derivados del egocentrismo en la vida espiritual, se han perdido en muchos ámbitos de tipo espiritual actuales. Muchas prácticas espirituales son accesibles, hoy en día, a cualquiera, que impregnado por el individualismo de nuestra cultura, pretende seguirlas sin que nadie le marque pautas o le guíe y mucho menos que le corrija en cualquiera de los errores de planteamiento que pueda cometer.

Tomemos como ejemplo la práctica de la meditación, algo cada vez más extendido en Occidente. En este caso, cada vez son más las personas que utilizan la meditación, en muchos casos egocéntricamente, para beneficiarse a sí mismos: para mejorar su salud física y mental, para aprender a controlar su mente, para aprender a relajarse, para desarrollar mayores capacidades cognitivas, etc. Si bien todo esto tiene su utilidad, se corre el riesgo, si se pierden marcos de referencia más amplios, de usar la meditación al servicio de nuestro ego, para sentirnos más perfectos y, lo que es el colmo, superiores a otros a los que miramos desde la “ecuanimidad”, la “compasión” o el “desapego”.  Problema que puede agravarse si nos sentimos “iluminados” o mirando desde un “estado superior de la conciencia”, a los pobres mortales que no meditan o que no siguen el mismo camino espiritual que el nuestro.



Si nos molestamos en culturizarnos un poco al respecto de la meditación (que se practica en todas las tradiciones) y no nos limitamos a copiar pautas como monos repetidores, nos damos cuenta de que las instrucciones que seguimos en la práctica meditación surgen dentro de un contexto más amplio, de tipo religioso o sapiencial, con una cadena de personas experimentadas que nos preceden y advierten del para qué de la práctica meditativa: LA TRASCENDENCIA. La trascendencia, entre otras cosas, de nuestro propio ego, o dicho de otro modo, de nuestra forma de empeñarnos en que la realidad satisfaga nuestros deseos, etc. Si nos desconectamos del pasado de las tradiciones espirituales y nos mantenemos en la más “beatífica” ignorancia, instrumentalizando ciertas prácticas y mirándonos el ombligo aplacado por la meditación, podemos caer en el mayor de los errores, un egocentrismo creador de patologías narcisistas, inflador de egos que alimenta la vanidad y la soberbia, de una forma que acaba siendo autodestructiva. Y lo que es peor, podemos creernos muy espirituales, cuando lo único que hacemos es entrenar neuronas en estar atentas, sin ser capaces de trascendernos a nosotros mismos, con lo cual, la práctica no sirve para nada más que para volvernos unos sujetos insoportables para el resto del mundo, que no nos comprenderá y que hará que las personas sensatas huyan despavoridas ante nuestra vanidad y suficiencia.

A modo de conclusión, considero que aunque haya unos grandes beneficios mediante la práctica de la meditación (sea esta de Oriente o de Occidente), esta práctica no debe desligarse de su contexto original y menos aún de las prevenciones y advertencia de los maestros que nos precedieron, acerca de sus peligros, como es el de de habernos perdido completamente, mientras nos creemos en la posesión de la piedra filosofal, sumidos en un delirio místico que nos aleja de la realidad y de las relaciones humanas saludables. Para este delirio y otras patologías espirituales derivadas del egocentrismo, el antídoto y la vacuna fundamental se resumen en una palabra: HUMILDAD.

Os dejo un vídeo muy gracioso, como colofón, que nos hace una buena caricatura de la inflación espiritual:


jueves, 7 de marzo de 2013

SENTIDO DE LA VIDA Y ESPIRITUALIDAD EN LA PSICOTERAPIA



Recientemente, me han entrevistado en la revista de psicoterapia humanista Bonding, del Instituto Galene de Psicoterapia, sobre el tema "Sentido de la vida y espiritualidad en la psicoterapia", puesto que daré un curso con este contenido, los días 12, 13 y 14 de abril, en dicho Instituto. Os dejo información sobre el mismo, antes de la entrevista: 


Aquí tenéis la entrevista:

Sentido de la vida y espiritualidad, ¿cómo explicarías qué quieres decir con esta frase a una persona que no sabe nada del tema?

“Sentido de la vida y espiritualidad” hace referencia a que el sentido de nuestra vida puede tener un componente espiritual Cuando buscamos un sentido a nuestra vida, un por qué o un para qué vivir, es preciso ir ahondando en nosotros mismos, y muchas veces, en esa búsqueda nos encontramos con que la respuesta no está en cosas externas o materiales, sino que para poder responder es importante conectar con algo más profundo dentro de nosotros. La pregunta más comprometida sobre el sentido tiene que ver con quién soy yo y para qué estoy aquí. Cuando buscamos sentido a la vida, tenemos un anhelo de comprensión última de nosotros mismos, de la realidad que nos rodea, del mundo, del cosmos, etc.. De alguna forma, la pregunta por el sentido nos puede llevar a la pregunta por el Todo y por un sentido último. Algo que, a su vez, va ligado a un camino de autoconocimiento, que está planteado desde hace miles de años por las diversas tradiciones espirituales. Muchas personas, según van ahondando en sí mismas, se encuentran con lo que podemos llamar inquietudes espirituales, de búsqueda de la trascendencia y de un sentido más allá de lo contingente o de lo inmediato. 

La pregunta sobre el sentido de la vida es la pregunta sobre mi ser más profundo, que no es algo tangible o medible, por lo que algunos consideran que su realidad es, en última instancia, espiritual.

¿Podrías definir tu concepto de espiritualidad? ¿Qué diferencias hay con religiosidad o religión?

La espiritualidad es un concepto difícil de definir, que suele estar siempre imbricado con visiones culturales y sociales. Así que nos encontramos con muchas definiciones posibles, que se pueden dar por válidas.

Dentro de ellas me identifico más con las que consideran que la espiritualidad es el camino hacia nuestra identidad verdadera, siendo a la vez la meta de ese camino.  Esa “identidad verdadera” es la realidad más auténtica de la persona y que para muchos es espiritual, lo que significa que implica relaciones armónicas o conexión con uno mismo, con otros, con la naturaleza, con Dios o con una realidad superior. También considero que la espiritualidad tiene que ver con aspectos inmateriales de la existencia, como el amor, la generosidad, la creatividad, la paz interior, el sentido de la vida, etc.

Por otra parte, me parece importante relacionar el concepto de espiritualidad con el de consciencia, pues muchas experiencias espirituales se han relacionado con una consciencia ampliada o expandida, más allá de los límites que consideramos normales.

William James en su libro “Las variedades de la experiencia religiosa”, hace una alusión interesante a esa realidad espiritual: “Es como si en la conciencia humana hubiese un sentido de la  realidad, un sentimiento de presencia objetiva, una percepción de lo que podemos llamar algo más profundo y general que cualquiera de los sentidos especiales y particulares, mediante los cuales la psicología actual supone que se revelan originalmente las realidades existentes”. Me parece que expresa muy bien, intuitivamente, qué puede ser eso de la espiritualidad.

Y con respecto a las diferencias entre espiritualidad y religiosidad o religión, considero que, para muchas personas religiosas, la espiritualidad se expresa, sobre todo, dentro de un contexto religioso y que para las personas no religiosas, la espiritualidad se puede vivir fuera de dicho contexto, de otra forma, más personal. Así que, para quienes son religiosos, la religión daría forma, mediante una serie de pautas, estructuras, rituales, etc., que se asumen colectivamente,  a su vivencia espiritual. Algo que no ocurriría en el caso de las personas no religiosas, que podemos decir que viven su espiritualidad más por libre.

La religión se define normalmente como un sistema organizado de creencias, prácticas y formas de culto que se comparten por una comunidad, dirigidas a la relación con Dios o con algo trascendente. De una forma metafórica podemos decir que la religión nos daría “mapas” asumidos colectivamente, con los que vivir la espiritualidad y que los espirituales no religiosos recorrerían el territorio sin dichos “mapas”. Aunque, evidentemente, una religión se puede entender como algo mucho más amplio que un mapa.

Por otra parte, tenemos el concepto de religiosidad, que según Allport tenía dos vertientes principales. La primera es la que llamó religiosidad intrínseca que consiste en una expresión integrada de los pensamientos y prácticas religiosas; tiene que ver con tomarse la religión muy en serio, asumirla plenamente en la vida cotidiana, y verla como el fundamento de las motivaciones. La otra vertiente es la religiosidad extrínseca, que se refiere al uso de las prácticas externas de  la religión para buscar relación social, seguridad, status, etc. La religiosidad intrínseca es la que podemos entender como más espiritual, que a su vez es la religiosidad que se ha relacionado con una mejor salud física y mental en diferentes estudios empíricos.

¿Cómo incorporas la espiritualidad en el proceso de psicoterapia?

Hay muchas maneras de incorporarla. Señalaré, para no extenderme, los aspectos que considero fundamentales.

Me parece importante cuidar de mi propia dimensión espiritual, lo que favorece, a su vez, mi propio bienestar personal y mi propia salud en general. Además de que mi trabajo personal posibilita que yo pueda abordar esa dimensión espiritual en otro ser humano. No podemos ayudar a otro en lo que no nos hayamos antes ayudado a nosotros mismos.

Para mí lo espiritual es una dimensión que forma parte de todo ser humano y, por lo tanto, también se manifiesta en la psicoterapia. Si lo tengo en cuenta me resulta más fácil percibir en el otro su humanidad, que considero, en última instancia espiritual, siendo digno de respeto, acogida, comprensión, etc. En mi experiencia cotidiana, esta forma de concebir mi relación con el otro, favorece un encuentro interpersonal más auténtico y genuino.

Además, al acoger al otro como un ser global, le permito que plantee en terapia todo lo que sea importante para él. Si quiere que se hable de espiritualidad, pues se habla de ello. Se da permiso para plantear el tema y la persona que está en la consulta decide si entrar o no, como en otros aspectos que tratamos en la psicoterapia. El abordaje de este tema es más fácil, con frecuencia, al abordar la cuestión del sentido de la vida, del mundo o del universo. Para muchas personas estas cuestiones están relacionadas, con sus creencias espirituales. También el hablar sobre la muerte, como un miedo básico o como algo que se experimenta en un duelo, posibilita hablar de aspectos espirituales (pues casi todo el mundo tiene una idea del más allá, aunque sea para decir que no existe). Así que lo espiritual es un área más a explorar, en el ámbito de la psicoterapia, para conocer mejor al otro y para conocer su propia visión de la vida.

En algunos casos puede ser útil alentar la práctica espiritual, dentro de los propios parámetros culturales del paciente. Por ejemplo, numerosas investigaciones nos muestran que la práctica de la meditación es muy positiva para la salud mental. Se puede plantear como una posibilidad más de trabajo interior y que la persona en terapia decida si la toma o la deja. Otras prácticas que se han relacionado con el cultivo de lo espiritual son ciertas lecturas que puedan servir de inspiración, el trabajo con la creatividad, la gratitud, el altruismo o la búsqueda de un sentido en la vida. El trabajo de búsqueda de sentido de la vida, que me aporta la visión de la Logoterapia también me proporciona elementos útiles para tener en cuenta lo espiritual en la psicoterapia.

¿Consideras que la espiritualidad es un tema esencial en el proceso de psicoterapia?

Sí, considero que la espiritualidad es un tema esencial en el proceso de psicoterapia para algunos pacientes, lo cual no quiere decir que tenga la misma importancia para todo el mundo.

Considero que si la espiritualidad es una dimensión constitutiva del ser humano y resulta importante en la vida de muchas personas, es esencial tenerla en cuenta (no imponerla) en un proceso de psicoterapia. Lo importante es dar la opción a incluirla, para que la persona que acude a la terapia, pueda optar o no por incluirla en su proceso. Aparte de que las creencias espirituales, expresión de las mismas, relación con otras creencias, etc., nos aportan mucha información sobre otros elementos de la personalidad, madurez, etc.

Vivimos en una sociedad muy materialista, en la que muchas personas parecen estar desconectadas de su alma o haberla perdido, y esto, genera sufrimiento y vacío. Mi propuesta es estar abiertos a la posibilidad de considerar lo espiritual como un elemento más, en la psicoterapia, de valoración, reflexión, curación, etc. La espiritualidad puede enriquecer el proceso de terapia en muchos casos, como muchos hemos comprobado en nuestra práctica clínica. Lo mismo nos lo  muestran numerosos trabajos de investigación actuales, en los que se ha hallado que puede ser un factor importante para que las personas recuperen el bienestar, la identidad, la consciencia de su propio valor o dignidad, o el sentido de la vida, entre otras muchas cosas.

Desde hace muchos años, son numerosos los autores y escuelas que nos han hecho propuestas para integrar lo espiritual en una psicoterapia y que nos aportan ideas al respecto, mostrándonos como la inclusión de esta dimensión nos aporta más elementos y perspectivas que no hacerlo.

Otra cuestión sería hablar de una visión antropológica como la de Frankl, en la que lo espiritual es la dimensión esencial del ser humano y por lo tanto ha de ser tenida en cuenta, también desde una “mirada espiritual” hacia al otro, en la que la aceptación incondicional sea un elemento fundamental. En sintonía con esta idea de Frankl, para Jung es muy importante una actitud espiritual o religiosa, en el sentido original de la palabra religión. Es decir, una actitud que favorezca la reconexión con nuestra esencia última. Y una psicoterapia no puede obviar esto, puesto que es el anhelo de muchas personas.

A todo lo dicho hay que añadir que para autores como Frankl o como Jung existe la posibilidad de una “espiritualidad inconsciente”. Esto quiere decir que en el inconsciente puede haber manifestaciones de la vida espiritual, que tengan su impacto en la vida de la persona, aunque esta no lo sepa. Esto podemos, por ejemplo, detectarlo en los sueños, como los que relata Jung en su libro “Psicología y religión”.

El próximo mes de marzo vas a dar un curso sobre este tema, que les dirías a nuestros lectores para que se animen a asistir?

Les diría que pueden abrir su horizonte terapéutico a nuevas posibilidades, como me ha pasado a mí, pues este enfoque ha aportado elementos muy útiles a mi trabajo cotidiano y a mi vida personal. Por eso en el curso también haremos ejercicios prácticos para conectar con el propio mundo interior y de toma de consciencia de elementos importantes del sentido de la vida. Propongo un trabajo personal que después podamos llevar a nuestra práctica clínica, gracias a haber tenido antes alguna experiencia de ello.

Tanto si lo espiritual es algo de lo que saben poco o es algo que realmente les interesa en su vida y que no saben como tenerlo en cuenta en una terapia, les puede resultar útil conocerlo y trabajarlo en sí mismos. Pues si no se conoce es imposible integrarlo o abordarlo adecuadamente en el proceso psicoterapéutico.

Como diría William James “para un psicólogo, las tendencias religiosas del hombre deben ser como mínimo tan interesantes como cualquiera de los distintos hechos que forman parte de su estructura mental”. Así que, ¿por qué no conocer algo de esto tanto para nuestra reflexión personal como para nuestra práctica psicoterapéutica?

Muchas de las psicoterapias más conocidas, parecen haberse olvidado del alma humana; están en parte desalmadas y es como si hubieran olvidado lo que es un ser humano en su esencia. Por eso muchos buscamos en los modelos humanistas, para que nos muestren algo más de lo que es realmente una persona, modelos que nos permitan acercarnos a la realidad del otro como un ser humano y no como un objeto a reparar. En sintonía con estos enfoques humanistas, lo espiritual complementa, amplifica la visión y los recursos disponibles para una relación de ayuda, acompañamiento o psicoterapia.

martes, 5 de marzo de 2013

I JORNADA DE ANTROPOLOGÍA Y PSICOLOGÍA CLÍNICA



El día 15 de marzo, se celebrará, en la Universidad CEU-San Pablo de Madrid, en su sede de Montepríncipe (en Boadilla del Monte), la I Jornada de Antropología y Psicología Clínica, en la que tengo el honor de participar como ponente.

Considero que el hacer una jornada con este tema, es fundamental para la Psicología, ya que sin una fundamentación antropológica no es posible hacer ningún tipo de Psicología humanamente válida. O dicho de otra forma, sin tener una idea acerca de lo que es un ser humano, no es posible aplicar un método para conocer su psicología. Ya han señalado esto desde hace más de 50 años las psicologías humanistas, mostrándonos reduccionismos en los que han caído diferentes enfoques de psicología, en los que se reduce al ser humano a una de sus partes. Sea esta el cerebro, la conducta, dinámicas inconscientes, etc. 

Sabemos, por ejemplo, que el cerebrocentismo es una moda actual que causa furor, pues todo parece estar dentro del cerebro. Hasta se llega a afirmar que Dios está en cerebro o en los genes, por no hablar del alma humana, que se está reduciendo a diversas reacciones químicas, que, a su vez se pueden regular mediante el uso de determinadas pastillas. En otros casos, el alma humana (considerada inexistente por los enfoque psicológicos más vigentes), se reduce a una serie de programas mentales (a modo de una computadora), que si su portador no se adapta es porque se debe reprogramar mediante las diversas terapias, como si los humanos que sufren fueran máquinas averiadas. 

La reflexión antropológica, acerca de lo que es la persona y por lo tanto su psicología, suelen brillar por su ausencia y por eso es relevante traer este tipo de planteamientos a la Psicología clínica. Por lo que es urgente recordar a los psicólogos y a los psiquiatras que sus pacientes son seres humanos, iguales a ellos en dignidad y en constitución y que, por lo tanto, merecen ser tratados como tales, sin obviar ninguna de las dimensiones que le constituyen (corporal, mental y espiritual).

Os dejo aquí el programa de las jornadas mencionadas al principio de esta entrada, con el interés adicional de que la inscripción a las mismas es gratuita.