Hace años hice una tesis doctoral titulada “Afrontamiento del cáncer y sentido de la vida”. Lo más importante de la misma no fue la montaña de datos que plasmé en un papel y que me valieron el título de doctora. Lo fundamental fue el encuentro con las personas afectadas por cáncer de pulmón que, a su manera, me daban cada día lecciones muy importantes. Y así lo dije en la defensa de la tesis, aunque sonara poco ortodoxo delante del tribunal (por suerte les gustó). Tenía que hacer un homenaje a esas personas tan generosas, que aún quedándoles muy poco tiempo de vida (en la mayoría de los casos), quisieron hacer una aportación a la ciencia, para que así pudiéramos ayudar mejor a otras personas en su misma situación.
Ellos me hablaban de como encontraban sentido a su vida, estando gravemente enfermos y viendo la muerte tan de cerca. Sorprendentemente, a pesar de lo mal que lo estaban pasando, muchos de ellos me contaban que, gracias a su enfermedad, habían aprendido a valorar más la vida, a diferenciar lo esencial de lo accesorio, estableciendo mejor qué era prioritario, etc. Les quedaba poco tiempo para perderlo.
Todos y cada uno de ellos me dieron lecciones sobre el sufrimiento, el dolor, la muerte. Muchos de ellos eran realmente los “doctores”, a pesar de estarlo pasando tan mal. Incluso se podía aprender mucho de los que sufrían porque no sabían encontrar, por sí mismos, un sentido.
Recuerdo a un hombre cubano, de edad media, que me decía que se sentía muy agradecido por participar en mi investigación, porque le ayudaba a pensar sobre sí mismo, a sentirse útil y a darse cuenta de que era una persona espiritual, aunque él fuera ateo. Su actitud era envidiable, por el optimismo con el que lo asumía y aprovechaba todo.
Hubo una persona que me dejó especialmente “tocada”. Era una chica de 28 años, con un cáncer de pulmón en estadio avanzado, con metástasis por todo el cuerpo. Le quedaba poco tiempo de vida; como mucho un par de meses. Iba vestida muy cuidadosamente, con colores muy bien escogidos y combinados con bonitos pañuelos que se ponía en la cabeza (pues había perdido todo el pelo por la quimioterapia). Cuando la entrevisté por primera vez, me preguntó si podía hacer algo más por los demás, que lo que exigía mi investigación y, me dijo que le gustaría hablar más veces conmigo, para aprender más cosas. Estaba de buen humor, sonriente y amable. Su mirada era muy profunda y traslucía mucha viveza interior y alegría. Resultaba difícil creer que estaba tan grave. Días después de la primera entrevista la volví a ver. Había estado rellenando algunos de los cuestionarios que tenía que usar para mi investigación. Nuevamente venía muy guapa y sonriente. Me dijo que había algunas preguntas que no había entendido bien. Le pregunté cuáles eran y me dijo que eran las que hacían alusión al sufrimiento. Le pregunté que era lo que no entendía y su respuesta resultó sorprendente. Me comentó que no entendía por qué le hacía esas preguntas, porque ella no estaba sufriendo. ¡No estaba sufriendo! Le pregunté si su situación de enfermedad, la quimioterapia, su calvicie, el dolor, o los bultos que le salían por el cuello no la hacían sufrir. Me dijo que no, que ella podía sentir dolor, pero no estaba sufriendo, pensaba en seguir disfrutando de la vida hasta el final y lo estaba consiguiendo. ¡Increíble! E increíble como fue su final (contaré más en el congreso para no extenderme aquí demasiado).
Éstas y otras personas me dieron muchas más lecciones magistrales. Y así, más allá de mi trabajo de investigación, fue como pude corroborar mi idea de que era posible encontrar sentido a la vida ante la enfermedad y la muerte. Algo que, durante el desarrollo de mi trabajo de tesis, se acompañó de pasar yo misma por la prueba de un diagnóstico de cáncer durante un mes (por suerte, parece que fue una falsa alarma). Fue duro, pero fue la mejor lección que tuve para entender como se podían sentir ellos y aproveché la situación para crecer, profundizar en el sentido de mi vida, profundizar en mi propia espiritualidad, ver de cerca la muerte, y quitar velos que me impedían ver mejor la realidad. Fue la parte práctica que me ofreció la vida, para ver en primera persona lo que estaba investigando. ¡Muy interesante! Aunque para algunos resulte increíble que pueda decir esto ante algo tan duro. Todo dependió de la actitud que adopté, y no fue fácil. Pero una vez conseguida, todo era mucho más fácil.
Con la relación con los pacientes y con mi propia experiencia pude crecer mucho y darme cuenta de qué era realmente importante y con sentido para mí. La situación me abrió la posibilidad de nuevas perspectivas y evolución personal.
Por todo ello sé por experiencia propia y ajena que la vida SÍ puede tener sentido (aunque cueste), ante la enfermedad y la muerte.
De ahí que, haya elegido este tema para mi ponencia en la Universidad de la Mística , en el Congreso que será el próximo fin de semana sobre “Sentido de la vida ante las crisis”. Es un congreso al que me hubiera venido bien asistir antes de pasar por todo esto, pues seguro que me hubiera aportado muchas cosas.
Así que os animo a apuntaros y a participar. Todos los que podáis asistir seguramente, también tenéis mucho que aportar con vuestras preguntas y vuestra presencia. De todas formas, intentaremos dejar lo esencial en Internet, para quienes no podáis asistir y esperamos que salga un libro de lo que transmitamos allí.
Entre tanto, sigo preparando mi ponencia y espero poder seguiros contando cosas en el congreso que puedan ser de vuestro interés.
Os dejo una frase para reflexionar, muy al hilo de lo que estoy contando:
El sufrimiento es el caballo más veloz para llegar a la perfección. Eckhart
El dolor no debe ser considerado como algo degradante, sino como una llamada a transformar nuestra vida, quizá humanizarla, desterrando formas equivocadas de vivir, y para conquistar estas parcelas que han quedado encubiertas o que tal vez desconocemos de nosotros mismos. Isabel Orellana (del libro: Pedagogía del dolor).
5 comentarios:
Hola Maribel,
Bonito y sentido testimonio de una parte de tu vida. La historia de la joven que cuentas es emocionante y parece, aún habiéndote guardado el final para el Congreso, lo que eleva una espiga más la expectativas y el interés sobre el mismo, una historia que quizá fuese digna de ser puesta en prosa.
Yo también creo que el dolor y el sufrimiento, aún en su misterio, custodian un sentido y coincido con la cita de Orellana de que quizá sea un modo de descrubrir parcelas encubiertas de la persona y junto con Eckhart pienso que es un caballo veloz para llegar a la perfección, aunque en caso de tener que apostarme mis ahorros en la carrera quizá apostase por otro caballo.
Un abrazo y hasta pronto,
Pablo
Hola Maribel, un placer conocerte.
He vivido de cerca el cáncer y de ello observe que hay sufrimiento cuando hay lucha pero cuando uno se rinde descansa en paz y no necesariamente tiene que ser en el momento en el que se muere.
He podido ver muertes dulces y muertes agónicas llenas de tensión en las que incluso sacaban la lengua evitando lo inevitable.
Observe que en muchas ocasiones sufrían mas los familiares y personas cercanas que el propio enfermo y que muchas veces ese enfermo sufría por los demás mas que por si mismo.
Cuantas personas "sanas" sufren sin razón... muchas que viven añadiendo mas dolor al dolor.
Porque uno cuando esta en la metido en la mierda no la ve tan mala y el ser humano se adapta y la vida continua.
Un saludo
Sip la muerte da sentido a la vida. Tarde o temprano todo lo que la vida te da o ganas, un dia te lo quita, y lo que pierdas no tiene mayor importancia. Adquiere sentido por tanto la frase de Jesús "El que muera vivirá y el que viva morirá". Aceptar y vivenciar esa desnudez parece ser la autentica Espiritualidad que tan bien refleja la chica de tu historia. Humildad, armonía, belleza y "Ser". Por eso es un bien tan escaso, al resto incluido los profesionales de la imagen espiritual, cuando nos llega, se nos hizo tarde..
Hola Maribel
Muy interesante lo que comentas sobre tu tesis asimismo los comentarios a tu articulo sobre los que sufren son los familiares y el enfermo por el sufrimiento de la "familia" como romper ese circulo cuando son enfermedades como el Parkinson -bradicinesia detectada recien a mi padre despues de 7 años de acudir a los medicos y que le decian que estaba bien y todo era problema de la edad hoy a los 83 tiene dificultad para caminar y dentro de 1 mes sus ojos se apagaran pues esta en la etapa final del glaucoma Como decirle Que goce de la vida? a un hombre superactivo, fuerte y con gran lucidez que siente que sus sentidos los va perdiendo. Somos una familia unida pero nos esta ganando el desaliento y eso quiero vencerlo. Un abrazo y los caminos son tan misteriosos que he hallado este maravilloso blog
gracias
Jucasu
Jucasu, es casi imposible responder a tu pregunta sin conocer a tu padre, lo que le motiva, emociona, interesa, conmueve. Siempre puede quedar algo con lo que disfrutar. Un ejemplo es la película "Intocable", que os recomiendo a todos vivamente.
Un abrazo y me alegro de que este blog que haya aportado algo.
Saludos
Maribel
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