viernes, 10 de junio de 2016

¿MÍSTICOS EN EL SIGLO XXI?





Cuando hablamos de místicos, la mayoría de las personas piensa en gente rara de la Edad Media que tenía visiones y levitaba, o bien, piensa en personas trastornadas que sufren alucinaciones y delirios psicóticos.

Es curioso que, incluso dentro de ámbitos religiosos, se tiende a desconfiar de las cuestiones místicas y de quienes dicen tener alguna experiencia espiritual inusual, una experiencia de Dios, etc. El hablar de mística en ámbitos seculares o religiosos suele desencadenar hilaridad, desconfianza o miedo. Cuando esto no es así nos encontramos con el otro extremo, en ambientes más New Age, en los que el objetivo es tener experiencias a toda costa (incluso tomando drogas o exponiéndose a diversos riesgos de salud),  pues es lo que consideran genuinamente espiritual o lo que “mola” es tener experiencias especiales, como una parte más de los disfrutes de la vida, o para alimentar el narcisismo de los aspirantes a yoguis, místicos, etc. En ciertos mundillos de la New Age las experiencias místicas de buscan a modo de parque temático espiritual, con una actitud que algunos han denominado “gula espiritual”, o bien para escapar de las dificultades de la vida se puede caer en un “escapismo espiritual”, que se ha llamado by-pass espiritual, buscándose experiencias especiales de una manera análoga a la que hacen muchos consumidores de drogas.

Ante este panorama, podemos darnos cuenta de que es posible que si alguien tiene experiencias místicas o espirituales se vea tremendamente desorientado. En el mundo religioso en general se desconfía de él y no se favorece la comprensión o integración de esas experiencias, y en otros mundillos espirituales se puede frivolizar o mezclarse con fantasías regresivas infantiles de experimentar estados especiales para sentirse especial o “iluminado”.

Podemos encontrar alguna excepción, como la descripción de experiencias espirituales inusuales que se hace en el libro de Michael Hulin “La mística salvaje”, en el que se hacen descripciones serias de ese tipo de experiencias en personas alejadas de ámbitos religiosos. Es interesante también el libro de William James “Las variedades de la experiencia religiosa”.  También encontramos interesantes descripciones en algunos libros de la psicología transpersonal de autores como Tart, Maslow, Washburn, Nelson, Grof, etc.

Desde hace años me he encontrado con experiencias de personas que han sufrido lo que describo anteriormente y que han terminado viniendo a verme, al ser una psiquiatra estudiosa de la mística. En algunos casos han venido a verme porque hay un recorrido previo de intentos fallidos de comprensión y de ayuda, en otros por no saber con quién hablar del tema y sentir un gran pudor y vergüenza ante algo que no comprenden, en otros porque se sienten tan especiales que consideran que están por encima del común de los mortales, o en otros porque sospechan de sí mismos que padecen una grave enfermedad mental que pone en riesgo su estabilidad psíquica y sus proyectos vitales. En otros casos me he encontrado con personas convencidas de ser místicos, que padecían algún trastorno mental grave o habían tenido experiencias alucinatorias diversas.  En otros podía coexistir el trastorno mental grave con experiencias espirituales constructivas (aunque son los menos).

El tema es complicado, pues ya es en sí difícil definir qué es mística, y más en un mundo muy secularizado, alejado de las tradiciones religiosas, en cuyos relatos están normalizadas diferentes experiencias místicas. Es curioso como esas experiencias tan explícitas en los textos sagrados, son negadas o incluso rechazadas por los representantes de diversas religiones como algo enfermizo o peligroso. No soy capaz de entender bien los motivos de tal incongruencia por muy psiquiatra que sea. También nos encontramos con el escollo en el mundo de la Salud Mental en el que se tiende a patologizar cualquier fenómeno espiritual desde el total desconocimiento de lo que son las vivencias espirituales sanas o insanas. La formación en Salud mental con respecto a estos temas es nula o parte de presupuestos muy positivistas que patologizan cualquier cosa que suene se salga de las experiencias consideradas “normales”.  De hecho, muchas personas de otras culturas, que están más acostumbradas a tener experiencias espirituales, tienden a ser sobrediagnosticadas de psicosis, sin padecerla.

Hablando con algunos colegas, a veces nos hemos preguntado acerca de qué habría pasado si Jesucristo hubiera aparecido en esta época, y la conclusión unánime es que hubiera terminado internado en un psiquiátrico… Probablemente lo hubiera tenido más difícil para difundir su mensaje, en la actualidad, que en siglo I. Extraña paradoja en esta época de democracia, pluralismo, diálogo intercultural, etc.

Por si a alguien le resulta de ayuda, dejo algunas definiciones de lo que es la mística, para tratar de situar el fenómeno.  Extraigo fragmentos de mi artículo “¿Puede ser la mística una terapiapara las religiones?”, ya que en el mismo he recopilado algunas descripciones que me han parecido interesantes:

“La mística se ha relacionado, con frecuencia, con la separación del mundo, el recogimiento y con la unidad inmediata con lo Absoluto o con Dios, en la que se da una experiencia de unidad intuitivo-inmediata en la que se elimina la escisión sujeto- objeto, en la que Dios podría ser ese objeto con el que el individuo se siente unido como sujeto, pero que a su vez sería un estado difícil de comunicar y que llevaría al sujeto que vive esta experiencia, a permanecer en silencio.”
“Pero la mística no tiene por qué ser algo oculto o misterioso, tal como han manifestado algunos autores. Por ejemplo, Panikkar define la mística como la experiencia de la Vida, entendiéndose como una experiencia completa e integral (corporal, intelectual y espiritual al mismo tiempo), no fragmentaria o indivisa, en la que nos concentraríamos en lo esencial, sin distracciones que nos distraigan de lo fundamental de la existencia. A dicha experiencia se llama con frecuencia consciencia ya que implica estar consciente de la realidad en su totalidad. Además, para Panikkar, es preciso superar el egoísmo y morir al ego para llegar a esta experiencia mística, que a la vez sería un camino para reintegrar al verdadero ser del hombre. Siendo en este sentido, la mística, concebida como una dimensión antropológica, que pertenece a todo ser humano, al menos potencialmente y que tendría como eje el amor. Por todos estos motivos, este autor propone llamar mística a la totalidad de la experiencia, de tal manera que no nos distraería de lo cotidiano, sino que nos conectaría con una experiencia en la que temporalidad y eternidad se unen, pues el místico descubre la eternidad en el instante y continúa con pasión el juego de la Vida. Entonces, sería posible una experiencia mística en medio de la vida cotidiana, de tal manera que se integren acción y contemplación.“
“se puede afirmar que el místico es alguien que vive personalmente la religión a la que pertenece, que ha tomado contacto experimental con la realidad última, el Misterio, Dios, lo Divino, a quién remiten todos los elementos de su religión”

Considero que es muy importante clarificar y entender lo mejor que sea posible este tipo de experiencias, pues el no hacerlo puede dañar y desorientar a las personas que las tienen. Para ello es preciso tender puentes entre diversas disciplinas, para poder entender las vivencias espirituales de diferentes personas que pertenecen a ámbitos culturales distintos y que pueden sentirse muy desconcertadas si no cuentan con ámbitos de referencia adecuados, que ayuden a comprender y a integrar vivencias de este tipo. Tanto en ámbitos religiosos como en ámbitos clínicos me parece fundamental el estudio riguroso y la escucha respetuosa de quienes viven experiencias espirituales, para poder acompañar y orientar adecuadamente a quienes las viven. Lo ideal sería haber transitado nosotros por alguno de esos parajes espirituales, pero en caso de que esto no se haya dado, es importante conocer bien a quienes los han transitado para que nos sirvan de referencia respecto  a lo que puede construir, destruir o desorientar, si no se enfocan de la mejor manera.  Pues si lo como dicen los textos sagrados "El espíritu sopla donde quiere", ¿por qué no va a soplar y generar experiencias que pueden trascender nuestras formas habituales de experiencia y de conocimiento? Al menos dejemos la puerta abierta a la duda de si esto puede ser o no posible, o bien respetemos a quienes así lo viven...









No hay comentarios: