Cuando hablamos de místicos, la mayoría de las personas piensa en gente rara de la Edad Media que tenía visiones y levitaba, o bien, piensa en personas trastornadas que sufren alucinaciones y delirios psicóticos.
Es
curioso que, incluso dentro de ámbitos religiosos, se tiende a desconfiar de
las cuestiones místicas y de quienes dicen tener alguna experiencia espiritual
inusual, una experiencia de Dios, etc. El hablar de mística en ámbitos
seculares o religiosos suele desencadenar hilaridad, desconfianza o miedo.
Cuando esto no es así nos encontramos con el otro extremo, en ambientes más New
Age, en los que el objetivo es tener experiencias a toda costa (incluso tomando
drogas o exponiéndose a diversos riesgos de salud), pues es lo que consideran genuinamente
espiritual o lo
que “mola” es tener experiencias especiales, como una parte más de los
disfrutes de la vida, o para alimentar el narcisismo de los aspirantes a
yoguis, místicos, etc. En ciertos mundillos de la New Age las experiencias
místicas de buscan a modo de parque temático espiritual, con una actitud que
algunos han denominado “gula espiritual”, o bien para escapar de las dificultades de
la vida se puede caer en un “escapismo espiritual”, que se ha llamado by-pass espiritual,
buscándose experiencias especiales de una manera análoga a la que hacen muchos consumidores de drogas.
Ante
este panorama, podemos darnos cuenta de que es posible que si alguien tiene
experiencias místicas o espirituales se vea tremendamente desorientado. En el
mundo religioso en general se desconfía de él y no se favorece la comprensión o
integración de esas experiencias, y en otros mundillos espirituales se puede
frivolizar o mezclarse con fantasías regresivas infantiles de experimentar
estados especiales para sentirse especial o “iluminado”.
Podemos
encontrar alguna excepción, como la descripción de experiencias espirituales
inusuales que se hace en el libro de Michael Hulin “La mística salvaje”, en el
que se hacen descripciones serias de ese tipo de experiencias en personas
alejadas de ámbitos religiosos. Es interesante también el libro de William
James “Las variedades de la experiencia religiosa”. También encontramos interesantes descripciones
en algunos libros de la psicología transpersonal de autores como Tart, Maslow, Washburn,
Nelson, Grof, etc.
Desde
hace años me he encontrado con experiencias de personas que han sufrido lo que
describo anteriormente y que han terminado viniendo a verme, al ser una
psiquiatra estudiosa de la mística. En algunos casos han venido a verme porque hay un
recorrido previo de intentos fallidos de comprensión y de ayuda, en otros por
no saber con quién hablar del tema y sentir un gran pudor y vergüenza ante algo
que no comprenden, en otros porque se sienten tan especiales que consideran que
están por encima del común de los mortales, o en otros porque sospechan de sí
mismos que padecen una grave enfermedad mental que pone en riesgo su
estabilidad psíquica y sus proyectos vitales. En otros casos me he encontrado
con personas convencidas de ser místicos, que padecían algún trastorno mental
grave o habían tenido experiencias alucinatorias diversas. En otros podía coexistir el trastorno mental
grave con experiencias espirituales constructivas (aunque son los menos).
El
tema es complicado, pues ya es en sí difícil definir qué es mística, y más en
un mundo muy secularizado, alejado de las tradiciones religiosas, en cuyos
relatos están normalizadas diferentes experiencias místicas. Es curioso como
esas experiencias tan explícitas en los textos sagrados, son negadas o incluso
rechazadas por los representantes de diversas religiones como algo enfermizo o
peligroso. No soy capaz de entender bien los motivos de tal incongruencia por
muy psiquiatra que sea. También nos encontramos con el escollo en el mundo de
la Salud Mental en el que se tiende a patologizar cualquier fenómeno espiritual
desde el total desconocimiento de lo que son las vivencias espirituales sanas o
insanas. La formación en Salud mental con respecto a estos temas es nula o
parte de presupuestos muy positivistas que patologizan cualquier cosa que suene
se salga de las experiencias consideradas “normales”. De hecho, muchas personas de otras culturas, que están más acostumbradas a tener experiencias espirituales, tienden a ser
sobrediagnosticadas de psicosis, sin padecerla.
Hablando
con algunos colegas, a veces nos hemos preguntado acerca de qué habría pasado
si Jesucristo hubiera aparecido en esta época, y la conclusión unánime es que
hubiera terminado internado en un psiquiátrico… Probablemente lo hubiera tenido
más difícil para difundir su mensaje, en la actualidad, que en siglo I. Extraña paradoja en esta
época de democracia, pluralismo, diálogo intercultural, etc.
Por
si a alguien le resulta de ayuda, dejo algunas definiciones de lo que es la
mística, para tratar de situar el fenómeno.
Extraigo fragmentos de mi artículo “¿Puede ser la mística una terapiapara las religiones?”, ya que en el mismo he recopilado algunas descripciones que
me han parecido interesantes:
“La mística se ha relacionado, con frecuencia, con la separación del
mundo, el recogimiento y con la unidad inmediata con lo Absoluto o con Dios, en
la que se da una experiencia de unidad intuitivo-inmediata en la que se elimina
la escisión sujeto- objeto, en la que Dios podría ser ese objeto con el que el
individuo se siente unido como sujeto, pero que a su vez sería un estado
difícil de comunicar y que llevaría al sujeto que vive esta experiencia, a
permanecer en silencio.”
“Pero la mística no tiene por qué ser algo oculto o misterioso, tal como
han manifestado algunos autores. Por ejemplo, Panikkar define la mística como
la experiencia de la Vida, entendiéndose como una experiencia completa e
integral (corporal, intelectual y espiritual al mismo tiempo), no fragmentaria
o indivisa, en la que nos concentraríamos en lo esencial, sin distracciones que
nos distraigan de lo fundamental de la existencia. A dicha experiencia se llama
con frecuencia consciencia ya que implica estar consciente de la realidad en
su totalidad. Además, para Panikkar, es preciso superar el egoísmo y morir al
ego para llegar a esta experiencia mística, que a la vez sería un camino para
reintegrar al verdadero ser del hombre. Siendo en este sentido, la mística,
concebida como una dimensión antropológica, que pertenece a todo ser humano, al
menos potencialmente y que tendría como eje el amor. Por todos estos motivos,
este autor propone llamar mística a la totalidad de la experiencia, de tal
manera que no nos distraería de lo cotidiano, sino que nos conectaría con una
experiencia en la que temporalidad y eternidad se unen, pues el místico
descubre la eternidad en el instante y continúa con pasión el juego de la Vida.
Entonces, sería posible una experiencia mística en medio de la vida cotidiana,
de tal manera que se integren acción y contemplación.“
“se puede afirmar que el místico es alguien que vive personalmente la
religión a la que pertenece, que ha tomado contacto experimental con la
realidad última, el Misterio, Dios, lo Divino, a quién remiten todos los
elementos de su religión”
Considero que es muy importante clarificar y entender lo mejor que sea
posible este tipo de experiencias, pues el no hacerlo puede dañar y desorientar
a las personas que las tienen. Para ello es preciso tender puentes entre
diversas disciplinas, para poder entender las vivencias espirituales de
diferentes personas que pertenecen a ámbitos culturales distintos y que pueden
sentirse muy desconcertadas si no cuentan con ámbitos de referencia adecuados,
que ayuden a comprender y a integrar vivencias de este tipo. Tanto en ámbitos
religiosos como en ámbitos clínicos me parece fundamental el estudio riguroso y
la escucha respetuosa de quienes viven experiencias espirituales, para poder
acompañar y orientar adecuadamente a quienes las viven. Lo ideal sería haber
transitado nosotros por alguno de esos parajes espirituales, pero en caso de
que esto no se haya dado, es importante conocer bien a quienes los han
transitado para que nos sirvan de referencia respecto a lo que puede construir, destruir o
desorientar, si no se enfocan de la mejor manera. Pues si lo como dicen los textos sagrados "El espíritu sopla donde quiere", ¿por qué no va a soplar y generar experiencias que pueden trascender nuestras formas habituales de experiencia y de conocimiento? Al menos dejemos la puerta abierta a la duda de si esto puede ser o no posible, o bien respetemos a quienes así lo viven...
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