Algunas personas hablan de una luz que han hallado en lo más profundo de sí mismas, de una luz que les sostiene, que les inspira, que les alienta o que incluso súbitamente les sorprende y les deslumbra.
Esta es una experiencia común en personas de diferentes culturas. Quizás los destellos de esa "estrella" son visibles en el alma de las personas buenas y sinceras. Esa luz o estrella interior la han hecho explícita de la manera más sublime, los grandes místicos, los grandes expertos en la “astronomía del alma”.
Los místicos, a través de un viaje interior hacia su propio centro han encontrado esa estrella en el centro de sí. Por ejemplo, esa fue la experiencia de la mística castellana Santa Teresa de Ávila. Ella nos relata su viaje, hacia el centro luminoso de sí, considerando que su recorrido interior refleja algo universal, que todos podemos hacer. Ese viaje interior está reflejado en su libro “Las moradas del castillo interior”. Ella describe así el interior del ser humano: “considerar nuestra alma como un castillo todo de un diamante o muy claro cristal, adonde hay muchos aposentos, así como en el cielo hay muchas moradas”. Su mirada del interior nuestro nos plantea que tenemos algo valioso a lo que llama “un diamante”. También piensa que nos habita un “sol” que da “resplandor”, “hermosura” y “calor” en el centro del alma y que además nos provoca la sed de la búsqueda espiritual, de la verdad, etc. En sus palabras: “hay sol de donde procede una gran luz, que se envía a las potencias, de lo interior del alma.” Aunque para ella no siempre somos capaces de percibir esa luz de lo más profundo de nosotros, o bien hay un “nublado” que nos impide ver, por lo que haría falta un proceso o trabajo interior en sintonía con lo más profundo del alma (que para ella es Dios) para llegar realmente a "ver"
Tenemos también al místico musulmán sufí Yalal ad-Din Muhammad Rumi, que nos dice “Tu tarea no es buscar el amor, sino buscar y encontrar las barreras dentro de ti mismo que has construido contra él”. Es decir, que en nuestro interior, nos habita el amor, al que no solemos conocer. Un amor que se suele buscar ciegamente afuera, esperando respuestas que no están ahí, ya que están en lo más profundo de nosotros. Rumi también nos dice: “Hay una fuente dentro de ti. No camines con un cubo vacío” y “hay una mañana dentro de ti esperando a estallar en la luz”. Nuevamente son expresiones que nos hablan una verdad profunda o “estrella” luminosa que nos habita.
Un testimonio más contemporáneo de esa experiencia de la luz interior está en este poema de Eloy Sánchez Rosillo que titula “La luz”:
No se puede prever. Sucede siempre
cuando menos lo esperas. Puede pasar que vayas
por la calle, deprisa, porque se te hace tarde
para echar una carta en correos, o que
te encuentres en tu casa por la noche, leyendo
un libro que no acaba de convencerte; puede
acontecer también que sea verano
y que te hayas sentado en la terraza
de una cafetería, o que sea invierno y llueva
y te duelan los huesos; que estés triste o cansado,
que tengas treinta años o que tengas sesenta.
Resulta imprevisible. Nunca sabes
cuándo ni cómo ocurrirá.
Transcurre
tu vida igual que ayer, común y cotidiana.
“Un día más”, te dices. Y de pronto,
se desata una luz poderosísima
en tu interior, y dejas de ser el hombre que eras
hace sólo un momento. El mundo, ahora,
es para ti distinto. Se dilata
mágicamente el tiempo, como en aquellos días
tan largos de la infancia, y respiras al margen
de su oscuro fluir y de su daño.
Praderas del presente, por las que vagas libre
de cuidados y culpas. Una acuidad insólita
te habita el ser: todo está claro, todo
ocupa su lugar, todo coincide, y tú,
sin lucha, lo comprendes.
Tal vez dura
un instante el milagro; después las cosas vuelven
a ser como eran antes de que esa luz te diera
tanta verdad, tanta misericordia.
Mas te sientes conforme, limpio, feliz, salvado,
lleno de gratitud. Y cantas, cantas.
Son tantos los testimonios y experiencias de esta luz o estrella que nos habita, que me parece que al menos hay que poner un cierto empeño en recordarlo. Pero muchas veces las nubes internas se interponen en poder verla. Algunas veces solo nos llegan destellos sutiles de ella y otras sí captamos esa poderosa luz de la que Rosillo habla, aunque sea por un instante. No nos damos cuenta de lo que tenemos dentro, en lo más profundo de nosotros, y por eso nos podemos convertir en mendigos de amor, o de un poco de luz de otros, por no conocer la puerta del banco de riqueza y de luz infinita que está en lo más profundo de nosotros mismos. Quizás el vértigo que da pensarlo sea uno de los principales obstáculos para acceder a él... pero ¿no es más limitante quedarnos instalados en un rincón oscuro mientras la vida pasa?
Por muy oscuro que parezca nuestro horizonte interior, recordemos que es posible que nos habite una estrella, pues muchos antes de nosotros la encontraron. El buscarla, el mirar más allá de las nubes, o al menos recordar que está ahí, en lo profundo de nosotros, me parece una de las tareas más importantes de nuestras vidas. La otra tarea importante creo que está en recordarles a los demás que existe esa estrella que les habita, que puede iluminarles en su interior y que pueden encontrarla si la buscan; o incluso sin buscarla (como nos relata Eloy Sánchez Rosillo).
Busquemos nuestra estrella, está ahí dentro, más cerca de lo que pensamos...
Busquemos nuestra estrella, está ahí dentro, más cerca de lo que pensamos...
Imagen inicial de pixabay: geralt
3 comentarios:
Una entrada preciosa, necesaria y llena de esperanza.
Gracias Maribel, por re-crearla y recordarnosla!!
Gracias Carol por leerla y por tu comentario :-)
Me alegro de que te haya llegado.
La estrella que nos habita es la paradoja divina. Solo nuestra ausencia revela la Luz, o como lo expresaba Rumi.
"No ser nada, para Ser».
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