Es posible que, la pregunta que formulo os haya suscitado curiosidad o la expectativa de encontraros, por fin, con métodos eficaces para conseguir que alguien os quiera… Pero, siento decepcionaros, pues sobre todo quiero estimularos a reflexionar sobre ello.
Si os paráis a pensar, os daréis cuenta de que en la frase del título de este escrito hay dos términos contradictorios: “conseguir” y “quieran”.
Si esperabais la fórmula mágica para “conseguir” que os quisieran, siento deciros que esto no es posible. ¿Por qué no? Pues porque el “querer” implica libertad. Si yo creyera que consigo que alguien me quiera, ¿dónde está el “quiera” desde la libertad? “Querer” va unido a un acto de libertad. Si yo pensara que yo voy a conseguir que otro me quiera, esto implicaría que tengo la expectativa de controlarle, de que responda a mi necesidad de amor.
Imaginad por un momento que alguien apareciera un día en vuestras vidas y os dijera “voy a conseguir que tú me quieras”, ¿qué os provocaría?, ¿no os sonaría invasivo y poco respetuoso con vuestra libertad?
Al encontrarnos con otro ser humano, lo que suscita amor va unido a la libertad de que surja, sin presiones ni expectativas. El amor surge de dar espacio, de permitir un acercamiento progresivo en el que se da un conocimiento mutuo, desde el que puede o no surgir sintonía y amor, sea este del tipo que sea.
Otra cuestión en la que parece operar el querer es, por ejemplo, cuando nos damos la opción de querernos a nosotros mismos. Quizás ahí sí podemos hacer algo voluntario por fomentar el querernos, pues es algo que en parte depende de nuestra propia voluntad. Al querernos más y mejor es más probable que seamos más agradables para otras personas, pues podrán captar mejor nuestra dimensión “querible”. Lo que no quiere decir que ahora tengamos que querernos para que nos quieran. Nuevamente sería intentar manipular algo que es libre, para ser posible.
Con respecto a otros, lo que sí depende de nosotros es permitirnos el quererles, mirándoles con respeto y con amor. Así podríamos decidir poner en práctica el amor desde una actitud amable, que posibilitara el vínculo que abriera una puerta desde nuestro interior al amor; una puerta que fundamentalmente podemos abrir de dentro hacia fuera. Podríamos abrir esa puerta desde la libre opción de nuestro corazón de permitirnos o no querer a otros, de desear amar más que ser amados.
Por lo tanto, con respecto al título de este post, no parece que podamos conseguir que alguien nos quiera. Si caemos en esta expectativa, seguramente se trate más bien de la necesidad de nuestro lado infantil de que otros colmen nuestro deseo de amor, a veces desde una herida de amor (si no nos hemos sentido amados en la infancia); otras veces de una necesidad de que alguien cubra nuestros vacíos o necesidades, o de que otro nos complemente de algún modo. Aunque sí tenemos derecho a desear ser amados, pero no a "conseguir" que otros nos quieran.
En definitiva, que si nos planteamos que el amor es algo que hay que conseguir, más bien, lo que vamos a lograr es resultar ser cargantes, demandantes, absorbentes, de tal forma que lleguemos a lograr lo contrario a lo deseado: que no nos quieran.
Lo que sí parece posible es que podamos encontrar ideas acerca de cómo conseguir que no nos quieran o que nos quieran menos: exigiendo amor, queriendo “conseguir” o manipular el amor, no queriéndonos a nosotros mismos o no queriendo a los demás.
Si queremos amor, lo primero es cultivarlo desde nosotros mismos, aprendiendo a ser libres para conectar con esa capacidad humana de abrir la puerta a la posibilidad de amar. Una posibilidad que es mayor cuando aprendemos a mirar con apertura la realidad de los otros y a dar espacio para el amor. Pero, aunque abramos esa posibilidad, tampoco podemos obligarnos a querer a nadie. La magia del amor ha de nacer de la libertad. En todo caso, el amor es una ventana o una puerta que podemos abrir desde el corazón, una vez que descubrimos que, en mayor o menor medida, es una capacidad que podemos ejercitar, posibilitar, abrir y así permitir que la fuente del amor brote de nuestros corazones. Quizás, así sea más posible que otra persona, vea más fácil el camino de apertura al amor desde el amor que le ofrecemos, siempre y cuando realmente respetemos su libertad de amar, o de no hacerlo.
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