lunes, 7 de enero de 2013

ALIMENTACIÓN Y SALUD MENTAL




Desde hace tiempo quiero escribir algo sobre la relación entre alimentación y salud mental. En primer lugar porque es un tema a tener en cuenta en el cuidado de una salud global de nuestro organismo (que a su vez incide en nuestra Salud mental) y, en segundo lugar, porque es un tema que se minimiza y se trivializa, por lo que se tiene poco en cuenta, incluso dentro del mundo médico.

Hay que tener en cuenta que el cómo nos alimentamos refleja muchas cosas de cómo somos, de cómo nos relacionamos con nuestro cuerpo y con la misma naturaleza;  por lo tanto refleja algo de nuestro estado psíquico y sobre diversas actitudes vitales. Una buena valoración en Salud mental ha de considerar nuestra alimentación. Hay que considerar también que la forma que tenemos de alimentarnos repercute en nuestra salud mental, en como se “nutre” nuestro cerebro y en ciertos mensajes que le transmitimos.

Por dar un ejemplo, mostraré algo sobre lo que pasa con la glucosa (azúcar) en el organismo.

Sabemos que nuestra salud mental depende, al menos en parte, de nuestro cerebro y que nuestro cerebro se alimenta de glucosa (azúcar). También sabemos que las bajadas de glucosa hacen daño a nuestro cerebro, pues se queda sin “gasolina”. Cuando esto sucede (más de lo que imaginamos), el primer síntoma no es siempre el hambre. Con frecuencia sentimos primero irritabilidad (nos enfadamos con facilidad), cansancio, algo de ansiedad (dependiendo de la vulnerabilidad de cada cual) e incluso tristeza (lo que puede exacerbar o mantener los síntomas de una depresión). Pasado un rato (dependiendo de las personas y del grado de atención que prestan a las sensaciones de su cuerpo, que suele ser limitado), podemos experimentar hambre, que es una señal para que repongamos la glucosa en nuestro organismo y como consecuencia en nuestro cerebro, que está ya más bien cansado y forzado, por trabajar con poca glucosa. Una vez que comemos, pasa un tiempo hasta que la glucosa llega al cerebro (el pobre sigue sufriendo un rato más) y entonces podemos reponer empezar a reponer nuestras fuerzas mentales.

Si lo descrito ocurre puntualmente, podemos recuperarnos del esfuerzo, pero si ocurre cotidianamente estamos forzando nuestra maquinaria cerebral, sometiéndola a estrés y generando una sobrecarga en todo el sistema orgánico (que depende del control de nuestro cerebro). Los daños del estrés a largo plazo, son bien conocidos. Van dañando a todo el organismo poco a poco, nuestro cerebro se va haciendo más débil y vulnerable lo que aumenta nuestra susceptibilidad a la ansiedad, la depresión, etc.

En general tenemos unos malos hábitos alimenticios. Por ejemplo, el comer solamente tres veces al día, ya supone un daño para nuestro sistema nervioso. Pasar varias horas sin alimentarnos adecuadamente, nos somete, varias veces al día a un estrés hipoglucémico (azúcar baja en sangre). Esto se agudiza por el consumo excesivo de azúcares de absorción rápida (azúcar blanco), que pasado un rato, estimula la insulina, que acelera la aparición de una bajada de azúcar y la nueva necesidad de consumir azúcar otra vez, generándose un círculo vicioso alimenticio. Cualquier alimento o bebida con azúcar blanco agudiza esto. Lo mismo pasa con el café, con desayunar poca cantidad de comida o desayunar con dulces, con tomar demasiadas proteínas animales, con dormir poco, con una actitud de angustia vital, etc. A esto se suman el resto de malos hábitos alimenticios (que son muchos) y la  poca conciencia que tenemos de nuestras sensaciones corporales (le hacemos poco caso a nuestro cuerpo).

Desde mi experiencia clínica he visto como se aliviaban problemas de ansiedad, depresión, cansancio, mal humor o irritabilidad o, incluso de insomnio con reglas tan sencillas como estas:

-          Evitar, en la medida de lo posible el azúcar blanco (dulces, helados, pasteles, por no hablar de bebidas azucaradas, que son la mayoría de los refrescos industriales).
-          Reducir al mínimo el consumo de cafeína (café, Coca Cola, bebidas estimulantes). Como muchísimo tomar un café por la mañana y acompañado de un buen desayuno, nunca sólo café, aunque sea con leche. Peor aún si se toma con azúcar. Un mal menor es tomarlo con miel o con stevia (un edulcorante natural con buenas propiedades).
-          Tomar más carbohidratos de absorción lenta: todo lo integral (no lo que tiene salvado añadido), frutos secos, legumbres.
-          Tomar 5 comidas al día. Es fácil si tomamos algo a media mañana o a media tarde (basta con un puñado de frutos secos, un sándwich de pan integral, etc.).
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Esto es al menos lo básico en lo que respecta al metabolismo del azúcar, por aportar unas reglas generales y tomar más consciencia de lo que pasa en nuestro cuerpo y de como influye en nuestra mente. Lo mejor es consultar a un médico experto en salud mental que sepa de nutrición (que son pocos…), para adaptar la dieta a cada caso personalizado y a cada problema, con la consiguiente valoración de si son precisas algunas modificaciones más. Haciendo una valoración completa de la alimentación del paciente, que complemente la valoración general de la salud.

sábado, 5 de enero de 2013

EL DUELO TERAPÉUTICO



 He leído recientemente el libro “El duelo terapéutico. (La curación a través del duelo)” de José Zurita y Macarena Chías y me ha parecido oportuno hacer un comentario sobre el mismo en mi blog.

Es un libro claro, bien escrito y fácil de leer, pero esto no es lo más importante, si no el mensaje profundo que transmite sobre un proceso humano universal, el proceso de duelo; aquél proceso por el que pasamos todos después de una pérdida, sea esta de una persona querida (porque fallece o se da una ruptura), de una actividad significativa (como un trabajo o un hobby por algún impedimento como una enfermedad), de una ilusión que no se ha podido cumplir, etc. Todo ser humano de este planeta pasa alguna vez por un duelo, porque todos, en algún momento del camino perdemos a alguien o algo importante para nosotros. Por ello, es muy importante conocer los medios para saber sobreponerse a ello, para manejarlo, aprender de ello y aprovechar el dolor del duelo para ser consciente de heridas más antiguas con las que resuena la nueva herida.

El libro al que ahora hago referencia, nos aporta ideas, reflexiones, ejercicios prácticos y ejemplos de resolución del duelo y de pasos a dar, para no sólo resolverlo, sino para aprovecharlo para sanar otras heridas de duelos pasados en profundidad. Un duelo presente, activa duelos pasados, que de paso podemos aprovechar para empezar a sanar.

La herida de un duelo presente abre un vacío y un dolor intenso, que inevitablemente, nos hace recordar situaciones semejantes e incluso revivirlas, sobre todo si no se han resuelto antes.

Aparte de todo un tratado de la superación y curación a través del duelo, tenemos al final del libro un “cuaderno de duelo” con el que podemos ir trabajando, hacia nuestra superación del duelo y hacia una mayor consciencia y madurez personal.

Definitivamente recomiendo su lectura.

Podéis conseguir el libro aquí http://www.galene.es/Libros.html y en la librería Paradox, de Madrid.