Hoy me gustaría compartir con vosotros, un texto que escribí, cuando era estudiante de Medicina (para la revista de la Facultad), sobre las medicinas complementarias o mal llamadas alternativas. Me ha inspirado el tema, después de haber estado un par de días del puente en el balneario de Archea y pululando por la costa de Murcia. Algo muy recomendable para mantenerse en paz y tranquilidad... Arriba podéis ver la imagen de un lugar en una playa cerca de Águilas, espero que os guste.
Aquí empieza mi escrito:
Título: MEDICINAS
El progreso científico se ha visto entorpecido con frecuencia por mentes estrechas que transforman los conocimientos adquiridos en doctrinas y confunden las creencias vigentes con verdades definitivas, cayendo en el dogmatismo y en la intolerancia hacia cualquier novedad.
Es cierto que la ciencia médica sigue avanzando en su habilidad tecnológica, que puede resultar muy útil, pero también entorpecernos porque nuestro deslumbramiento vanidoso ante nuestros logros científicos puede hacer que nos estanquemos y cerremos nuestras mentes a nuevas posibilidades o ante nuestra propia capacidad innovadora. La obstinación en que los únicos métodos diagnósticos y terapéuticos que resultan válidos son los que se enseñan en las universidades, nos ha hecho olvidar otras posibilidades igualmente útiles que se han empleado eficazmente en épocas pretéritas y que en nuestros días siguen vigentes en el seno de algunas medicinas denominadas alternativas. Pero hay tal obsesión en luchar contra el curanderismo, que a muchos médicos les resulta imposible tener una actitud abierta hacia cualquier sugerencia que no venga de los cauces habituales.
Algunas aportaciones de las mencionadas medicinas alternativas podrían ayudarnos a mejorar nuestra labor. Y aunque piense que hay que luchar contra la superchería y estafa de aquellos que pretenden curar con fórmulas mágicas, ensalmos o cualquier método igualmente engañoso para enriquecerse a costa de la desesperación ajena, creo que incluso del curanderismo más oscurantista habría algo que aprender: que la sugestión puede ejercer un gran poder sobre los enfermos (y no sólo me refiero al efecto placebo) y que hay formas de aplicarla para hacer más eficaz cualquier tratamiento (por ejemplo).
Es significativo que el número de personas que se sienten atraídas por medicinas alternativas vaya en aumento. Quizás sólo es un síntoma de que “nuestra” medicina deja grandes vacíos, lo que impulsa a los enfermos a buscar otras vías para llenarlo, pero que tiene la nefasta consecuencia de que la ignorancia les puede hacer caer en las garras de curanderos desaprensivos sin ninguna formación médica. Yo creo que los principales responsables de que esto ocurra son los médicos ortodoxos que atacan con arrogancia y seguridad todo aquello con lo que no están familiarizados sin someterlo a una valoración objetiva, creando así gran confusión por meter dentro del mismo saco todo lo que desconocen: a los curanderos, a los homeópatas, a los brujos, a los médicos naturistas, etc. El término “medicinas alternativas” es una prueba de ello.
La única manera de evitar la estafa y la confusión sería estableciendo una delimitación clara entre las medicinas con fundamento y las que son mera estafa. Proporcionando un conocimiento básico sobre dichos temas a los médicos para poder al menos rechazar con unos criterios la superchería y para estudiar con una actitud abierta otras posibilidades de curar y diagnosticar, al menos aquellas en las que se ha probado su eficacia repetidamente. Si algún día usáramos más la inteligencia y la apertura mental que el dogmatismo y su demoledora arrogancia, al medicina daría un gran salto hacia delante.
Es cierto que la ciencia médica sigue avanzando en su habilidad tecnológica, que puede resultar muy útil, pero también entorpecernos porque nuestro deslumbramiento vanidoso ante nuestros logros científicos puede hacer que nos estanquemos y cerremos nuestras mentes a nuevas posibilidades o ante nuestra propia capacidad innovadora. La obstinación en que los únicos métodos diagnósticos y terapéuticos que resultan válidos son los que se enseñan en las universidades, nos ha hecho olvidar otras posibilidades igualmente útiles que se han empleado eficazmente en épocas pretéritas y que en nuestros días siguen vigentes en el seno de algunas medicinas denominadas alternativas. Pero hay tal obsesión en luchar contra el curanderismo, que a muchos médicos les resulta imposible tener una actitud abierta hacia cualquier sugerencia que no venga de los cauces habituales.
Algunas aportaciones de las mencionadas medicinas alternativas podrían ayudarnos a mejorar nuestra labor. Y aunque piense que hay que luchar contra la superchería y estafa de aquellos que pretenden curar con fórmulas mágicas, ensalmos o cualquier método igualmente engañoso para enriquecerse a costa de la desesperación ajena, creo que incluso del curanderismo más oscurantista habría algo que aprender: que la sugestión puede ejercer un gran poder sobre los enfermos (y no sólo me refiero al efecto placebo) y que hay formas de aplicarla para hacer más eficaz cualquier tratamiento (por ejemplo).
Es significativo que el número de personas que se sienten atraídas por medicinas alternativas vaya en aumento. Quizás sólo es un síntoma de que “nuestra” medicina deja grandes vacíos, lo que impulsa a los enfermos a buscar otras vías para llenarlo, pero que tiene la nefasta consecuencia de que la ignorancia les puede hacer caer en las garras de curanderos desaprensivos sin ninguna formación médica. Yo creo que los principales responsables de que esto ocurra son los médicos ortodoxos que atacan con arrogancia y seguridad todo aquello con lo que no están familiarizados sin someterlo a una valoración objetiva, creando así gran confusión por meter dentro del mismo saco todo lo que desconocen: a los curanderos, a los homeópatas, a los brujos, a los médicos naturistas, etc. El término “medicinas alternativas” es una prueba de ello.
La única manera de evitar la estafa y la confusión sería estableciendo una delimitación clara entre las medicinas con fundamento y las que son mera estafa. Proporcionando un conocimiento básico sobre dichos temas a los médicos para poder al menos rechazar con unos criterios la superchería y para estudiar con una actitud abierta otras posibilidades de curar y diagnosticar, al menos aquellas en las que se ha probado su eficacia repetidamente. Si algún día usáramos más la inteligencia y la apertura mental que el dogmatismo y su demoledora arrogancia, al medicina daría un gran salto hacia delante.
2 comentarios:
es cierto, y un día habrá más de un científico que será famoso por haber "quemado en la hoguera" a un nuevo Giordano Bruno,... diciéndo que se trataba de un brujo :-)
Cierto,son cosas que pasan... Muchos innovadores y creadores con incomprendidos y tomados por brujos...
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