Últimamente, en conversaciones con diversas personas, ha salido a colación la cuestión de qué se aprende en la universidad y si lo que se aprende ahí, ayuda a tener más sabiduría. Compleja cuestión…
He podido observar, por propia experiencia, que no siempre se transmite sabiduría en las aulas universitarias. Durante la carrera de Medicina, me sentía ávida de conocimientos, sobre la realidad del ser humano, sobre la ciencia, sobre la posibilidad de descubrir nuevas visiones del mundo, etc. Pero cuanto más parecían enseñarme, más empachada de datos me sentía y a la vez, con la mente un tanto embarullada, abrumada por tanta información. Mi cerebro acumulaba datos y datos, cuyo objetivo parecía ser, acabar vertidos en un examen. Y yo dudaba de mi propia inteligencia, pues el lío mental que me generaba tal empacho, hacía que mi mente se hiciera temporalmente más obtusa. Parecía, que la calificación, obtenida en un examen, había de ser una fuente importante de satisfacción; algo que mi obstuso cerebro no acababa de captar... Y eso que mis notas no eran malas, pero sentía que faltaba algo...
No encontraba, en general, en la universidad lo que realmente buscaba, lo que suponía que era la sabiduría, que podía consistir (desde mi modo de ver) en tener una comprensión mayor de la existencia humana, saber cuál era el sentido de la vida, ser capaz de ser realmente feliz y de ayudar a los demás en lo que realmente les importa, entre otras muchas cosas. Ese tipo de conocimientos, no eran transmitidos casi nunca o quizás yo no me enteré sumergida, entre tanto dato apabullante. Parecía que simplemente éramos computadores que teníamos que aprender a retener, elaborar y utilizar adecuadamente montañas de información.
A veces me surgían dudas, de si había escogido el camino adecuado, porque las cosas no me parecían tan interesantes, ni tan profundas como me hubiera gustado. Esperé a llegar al hospital, con la ilusión de ver la praxis médica real, humana, cercana a los seres humanos que sufrían. Y muchos casos, me encontré actitudes rutinarias, agobios, actitudes distantes y defensivas hacia los pacientes. Alguna vez, sorprendentemente, sí encontré a seres humanos tratando a otros seres humanos. Encontré a algún médico apasionado con su trabajo, pero eran los menos… Por suerte, estos médicos, miraban a los enfermos a la cara, les llamaban por su nombre, les importaba lo que les pasaba… Esos son los que decidí tomar como ejemplo e intentar aprender algo de ellos. No habían perdido su humanidad detrás de una montaña de datos y traslucían sabiduría. Pero eran “raros”.
Qué extraña sensación esa de ver caerse un mito, el mito de la ciencia… Pero bueno, seguí adelante, empeñándome (esta vez mi terquedad fue mi aliada), en buscar una Medicina más humana, empeñándome en aprender esas cosas que hacen la vida mejor, para todos, y que no se aprenden en los libros.
Después de este tipo de experiencias, y de otras muchas, me quedó la sensación de que la universidad estaba como carcomida por un vacío de lo esencial, como si estuviera depresiva, enferma. Como si hubiera perdido su rumbo y su sentido original. Parecía estar más al servicio de la vanidad de los profesores y alumnos, que a su desarrollo humano.
Años después, viendo las cosas desde otras perspectivas, me he ido dando cuenta de que muchas veces, lo que mueve la motivación de quienes forman parte del sistema universitario, es en gran medida la vanidad. Una vanidad que alimenta el ego de unos cuantos, que se creen ser quienes dominan la vanguardia del pensamiento, cuando con frecuencia, ni siquiera se acercan a la retaguardia. He presenciado luchas de poder, por colgarse medallas diversas. ¿Es eso sabiduría? También he presenciado, humillaciones e insultos a alumnos, por no saber determinados datos, o simplemente por hacer preguntas que cuestionaban el supuesto saber del profesor. Otro ejemplo, ha sido estar presente en el proceso de selección de un becario y escuchar, que no se escoge al mejor, pues es “demasiado inteligente” y podría cuestionar lo que se está haciendo. Ante esto, mi pregunta ha sido ¿pero no es eso lo que queremos? La respuesta, entonces, fueron caras de perplejidad.
Por otra parte, me he encontrado a personas sabias, fuera de los campus universitarios. Personas, muchas veces sin carreras, que tenían mucho más que decir, de la vida y de la sabiduría, que muchos catedráticos. Paradojas de la existencia. En nuestros tiempos, son diversos ejemplos los que hallamos, de personas autodidactas, que han llegado muy lejos, en su camino personal y sapiencial. Véase el caso de Ken Wilber, Nisargadatta o personalidades ejemplares de la historia como Buda o Jesucristo, o santos y sabios de la historia, de la humanidad. Ninguno de ellos ha tenido una titulación universitaria, y no por ello han desmerecido, en absoluto, sus enseñanzas.
En fin, habría mucho más que decir.
Me atrevo a concluir que la sabiduría se muestra huidiza en las mentes de muchos de nuestros contemporáneos. Y lo peor, es que quienes se supone que la detentan, cada vez dan más señales de sufrir del mismo tipo de males, de ignorancia, vacío, sinsentido, aburrimiento, etc.
He podido observar, por propia experiencia, que no siempre se transmite sabiduría en las aulas universitarias. Durante la carrera de Medicina, me sentía ávida de conocimientos, sobre la realidad del ser humano, sobre la ciencia, sobre la posibilidad de descubrir nuevas visiones del mundo, etc. Pero cuanto más parecían enseñarme, más empachada de datos me sentía y a la vez, con la mente un tanto embarullada, abrumada por tanta información. Mi cerebro acumulaba datos y datos, cuyo objetivo parecía ser, acabar vertidos en un examen. Y yo dudaba de mi propia inteligencia, pues el lío mental que me generaba tal empacho, hacía que mi mente se hiciera temporalmente más obtusa. Parecía, que la calificación, obtenida en un examen, había de ser una fuente importante de satisfacción; algo que mi obstuso cerebro no acababa de captar... Y eso que mis notas no eran malas, pero sentía que faltaba algo...
No encontraba, en general, en la universidad lo que realmente buscaba, lo que suponía que era la sabiduría, que podía consistir (desde mi modo de ver) en tener una comprensión mayor de la existencia humana, saber cuál era el sentido de la vida, ser capaz de ser realmente feliz y de ayudar a los demás en lo que realmente les importa, entre otras muchas cosas. Ese tipo de conocimientos, no eran transmitidos casi nunca o quizás yo no me enteré sumergida, entre tanto dato apabullante. Parecía que simplemente éramos computadores que teníamos que aprender a retener, elaborar y utilizar adecuadamente montañas de información.
A veces me surgían dudas, de si había escogido el camino adecuado, porque las cosas no me parecían tan interesantes, ni tan profundas como me hubiera gustado. Esperé a llegar al hospital, con la ilusión de ver la praxis médica real, humana, cercana a los seres humanos que sufrían. Y muchos casos, me encontré actitudes rutinarias, agobios, actitudes distantes y defensivas hacia los pacientes. Alguna vez, sorprendentemente, sí encontré a seres humanos tratando a otros seres humanos. Encontré a algún médico apasionado con su trabajo, pero eran los menos… Por suerte, estos médicos, miraban a los enfermos a la cara, les llamaban por su nombre, les importaba lo que les pasaba… Esos son los que decidí tomar como ejemplo e intentar aprender algo de ellos. No habían perdido su humanidad detrás de una montaña de datos y traslucían sabiduría. Pero eran “raros”.
Qué extraña sensación esa de ver caerse un mito, el mito de la ciencia… Pero bueno, seguí adelante, empeñándome (esta vez mi terquedad fue mi aliada), en buscar una Medicina más humana, empeñándome en aprender esas cosas que hacen la vida mejor, para todos, y que no se aprenden en los libros.
Después de este tipo de experiencias, y de otras muchas, me quedó la sensación de que la universidad estaba como carcomida por un vacío de lo esencial, como si estuviera depresiva, enferma. Como si hubiera perdido su rumbo y su sentido original. Parecía estar más al servicio de la vanidad de los profesores y alumnos, que a su desarrollo humano.
Años después, viendo las cosas desde otras perspectivas, me he ido dando cuenta de que muchas veces, lo que mueve la motivación de quienes forman parte del sistema universitario, es en gran medida la vanidad. Una vanidad que alimenta el ego de unos cuantos, que se creen ser quienes dominan la vanguardia del pensamiento, cuando con frecuencia, ni siquiera se acercan a la retaguardia. He presenciado luchas de poder, por colgarse medallas diversas. ¿Es eso sabiduría? También he presenciado, humillaciones e insultos a alumnos, por no saber determinados datos, o simplemente por hacer preguntas que cuestionaban el supuesto saber del profesor. Otro ejemplo, ha sido estar presente en el proceso de selección de un becario y escuchar, que no se escoge al mejor, pues es “demasiado inteligente” y podría cuestionar lo que se está haciendo. Ante esto, mi pregunta ha sido ¿pero no es eso lo que queremos? La respuesta, entonces, fueron caras de perplejidad.
Por otra parte, me he encontrado a personas sabias, fuera de los campus universitarios. Personas, muchas veces sin carreras, que tenían mucho más que decir, de la vida y de la sabiduría, que muchos catedráticos. Paradojas de la existencia. En nuestros tiempos, son diversos ejemplos los que hallamos, de personas autodidactas, que han llegado muy lejos, en su camino personal y sapiencial. Véase el caso de Ken Wilber, Nisargadatta o personalidades ejemplares de la historia como Buda o Jesucristo, o santos y sabios de la historia, de la humanidad. Ninguno de ellos ha tenido una titulación universitaria, y no por ello han desmerecido, en absoluto, sus enseñanzas.
En fin, habría mucho más que decir.
Me atrevo a concluir que la sabiduría se muestra huidiza en las mentes de muchos de nuestros contemporáneos. Y lo peor, es que quienes se supone que la detentan, cada vez dan más señales de sufrir del mismo tipo de males, de ignorancia, vacío, sinsentido, aburrimiento, etc.
7 comentarios:
Hola Maribel:
Como siempre tus entradas tan interesantes y enriquecedoras, en la de hoy estás transmitiendo una experiencia frecuente, a mí me sucedió algo similar en la facultad de filosofía.
Mis frustraciones en ese ámbito me ayudaron a distinguir entre conocimientos y sabiduría: los primeros son herramientas de la mente para funcionar en la superficie de la vida, la segunda se desprende de una mirada abarcadora de la realidad que, originada en el centro esencial de la vida, va más allá de la mente razonadora; entramos a ella cuando nos preguntamos "quién soy?". La tradicional exigencia del "conócete a tí mismo" abre las puertas de la sabiduría, lo demás lo va aportando cada uno al cambiar la perspectiva de sus miradas y encontrarse con su maestro interior.
No sorprende que personas con un gran equipaje intelectual no tengan la menor idea de quienes son ellos o quienes los que están a su lado, mucho menos del sentido de la vida; están completamente identificados con su ego y la manifestación superficial de la vida.
Un abrazo.
Hola Maribel:
Estoy preparando una entrada que tiene mucho que ver con ésta.
Aquí, sólo querría comentar que, la Universidad, como toda institución, es una representante más del Sistema. Y es el Sistema el que está en decadencia. Decían los gnósticos que el Demiurgo era un falso Dios, el dios del antiguo testamento. Si trasladamos esto a los tiempos de hoy, y le ponemos otro nombre a ese Demiurgo, éste sería el Ego, o, en términos psicoanalíticos, sería el superego.
Enhorabuena por la entrada!
Un abrazo
José
Delia, me alegro de que te gusten mis entradas. Muchas gracias por tu comentario. Y efectivamente, se suelen confundir los conocimientos con la sabiduría y en filosofía, muchas veces. Aunque se estudien aportaciones de personas que fueron sabias, los que los explican, con frecuencia carecen de sabiduría y por lo tanto, no saben transmitir adecuadamente las ideas. Esto ocurre mucho en la universidad, habría muchos conocimientos interesantes que transmitir, e incluso sabiduría, pero como el que enseña no hace más que memorizar datos (en general), no puede transmitir bien el mensaje. Por lo demás que dices, estoy totalmente de acuerdo contigo.
José Antonio, ya he visto que tu entrada tiene mucho que ver con la mía, pues hemos tenido experiencias parecidas en la universidad. Estoy de acuerdo en que el sistema, está en decadencia, pero porque lo usamos mal, porque los seres humanos están sumidos en su ignorancia. Se usa la universidad como un fin en sí misma y no como un medio para aprender algo. Al final, el objetivo es escalar puestos, para alimentar el ego, y no ayudar a los alumnos (incluso, para algunos son secundarios). No obstante, por suerte, muchas personas, luchamos por sanar lo que ocurre en la universidad, para que sea una comunidad de personas libres y no un instrumento más, al servicio de lo más absurdo del sistema. Y es verdad que se vive la Universidad (para muchos), como un falso Dios, pues se cae en fanatismos, luchas de poder, etc. como si a uno le fuera la vida en ello.
Augusto, muchas gracias por tus felicitaciones y por desearme suerte. Me alegro, nuevamente, de que te encajen mis palabras. Con respecto a tu carrera, siento que lo sufrieras así. Yo he visto que se enseñan muchas cosas inútiles, pero también he aprendido mucho y he podido ayudar a muchos pacientes y familiares, gracias a conocimientos adquiridos en la universidad, y a entrenamiento en tolerancia a la frustración (son unos buenos entrenadores). Para mí fue una especie de prueba de humildad, pasar por ahí, y también una manera de comprender como era eso. Sin desdeñar, que el pasar por ahí, me ha dado la oportunidad de trabajar en lo que realmente me gusta. Evidentemte, lo más importante, no se aprende en los libros.
Abrazos
Maribel
Hola Maribel:
La universidad es el último escalón de ese gran progreso hacia la ignorancia vital. Porque lo que planteas, con gran acierto, es válido para todo el sistema educativo. El mejor modo de dominar una sociedad es dominar su conciencia. Lo único valido es el utilitarismo; lo que no tiene aplicación inmediata debe ser rechazado. Los estudiantes y la mayoría de los profesores confunden los datos con conocimiento y al creer que saben no tienen necesidad de cuestionarse nada.
Este drama se puede aplicar a todas las disciplinas, y en derecho no iba a ser menos. Se enseña la ley positiva, no se forman verdaderos juristas, capaces de discernir lo que es justo e injusto. Como máximo y en el mejor de los casos técnicos legales. No existe el derecho natural como la fuente de la que emana toda ley. Esta es puro convencionalismo. Tal como se enseña en la actualidad, los derechos humanos parecen que no existían hasta que se declararon por la ONU. Su reconocimiento es muy importante, pero no hay que confundirlo con su creación.
La sabiduría no es más que tener la capacidad de entender la realidad. Descubrir la esencia de las personas y encontrar sentido a nuestra vida. Para esto es necesario estudiar de un modo critico, cuestionándose lo que se aprende. Pero no es suficiente con el conocimiento adquirido por los libros. Existe ese otro conocimiento intuitivo, que se concede a quien sabe mirar a las personas y descubre que por el amor se alcanza el grado más alto de sabiduría. Amor a la vida, a las personas y a la belleza. Solo el que sabe ver, entiende.
Un abrazo,
Hola Carlos, muchas gracias por animarte a participar por aquí.
Estoy totalmente de acuerdo con lo que dices y me parece muy acertado el ejemplo del derecho.
Lo que dices de la sabiduría, me parece muy atinado. Así que no te puedo decir más.
Un abrazo
Maribel
Tienes mucha razón. Yo he estudiado dos licenciaturas y no he aprendido nada especial en ellas. Cuatro recetas técnicas y veinte menudencias prácticas.Aún estudio por la UNED una tercera, en esfuerzo solitario por conocer más. No se aprecia la sabiduría en la Universidad. Es más, creo que quién intente buscarla ahí, tendrá siempre una rémora decepcionante que le hará perder un tiempo precioso de su vida para salir a su encuentro en otros campos.
Lo poco que yo se, lo he aprendido por mi cuenta. Observando, leyendo libros, escasos pero geniales, cuyos autores resumían en solo unas líneas las verdaderas claves de la existencia.
El resto de lo que se lo he aprendido de personas iletradas, sencillas, auténticas, buscadoras, que me han enriquecido sin pretender enseñarme. Ellas han sido y son mis maestros cotidianos.
La sabiduría no la aprecia nadie en estos tiempos. Su búsqueda está penalizada por la indiferencia en campus diversos,ateneos, medios de comunicación y conductas sociales variadas. Es un camino solitario el que conduce a ella, cuando no peligroso; el filo de la navaja del que hablabas en una antigua entrada que definiera un escritor que me gusta mucho Somerset Maugham.
Y pienso, además, que todo lo que puede conducirte a ella está dentro de uno mismo. Las circunstancias, determinadas personas, algún libro, lo que hacen es remover las conexiones anímicas recomponiendo parte del caos que llevamos dentro, iluminando alguno de sus rincones más recónditos.
Tu blog me apasionó desde el principio porque tú te has lanzado a una búsqueda generosa y arriesgada de la sophia, sin importante la oscuridad del camino. Podrías haber llevado una existencia más pragmática pues lo tienes todo para triunfar social y profesionalmente, al modo convencional, pero buscas y me haces buscar, o me alientas en mi búsqueda antigua. Tu insatisfacción es la mía.Tu blog, una de mis referencias. Podremos transitar por diferentes caminos vitales , pero nos guía la luz del mismo faro lejano, situado más allá de todos los escollos.
Soy profesor de Instituto. Allí no se enseña nada de valor. Tan solo se uniforma al colectivo y se le hace políticamente correcto dentro de una mediocridad sin límites.No se le enseña a pensar, sino se le anima a pensar lo que pensaron ya otros.
Pero hay que navegar y seguir adelante por mares encrespados. Es la única forma de vivir honestamente. Ya lo dijo Enmanuel Mounier en una frase que he llevado siempre como bandera:
Iza tu vela mayor en el palo de mesana y saliendo de los puertos en que vegetas, pon rumbo a la estrella más lejana sin importarte la noche que la envuelve.
Ramón
Hola Ramón,
Muchas gracias por tu participación. Me ha parecido muy interesante tu experiencia.
Muchos hemos esperado encontrar sabiduría, en la universidad, pero al ir avanzando en la misma, nos hemos ido dando cuenta, con decepción de que no se nos aportaba mucho de lo que esperábamos. Quizás el error fue esperar lo que no era posible...
Parece que no interesa que la gente sea más sabia, pero sí que sea más útil para el sistema, sin cuestionarse nada.
Estoy totalmente de acuerdo, con lo que planteas, de la búsqueda dentro de uno mismo, aunque nunca debemos olvidarnos de lo que nos aportan nuestros semejantes, ni cultivar una sabiduría eremita. Sabiduría y amor, han de ir de la mano (espero escribir algo al respecto...).
Me alegro mucho de que te guste mi blog. Desde luego que busco la sophia por encima de otros muchos aspectos de la vida. No me motiva especialmente el éxito ni triunfar socialmente, por eso, lo más importante de mi recorrido no se puede reflejar en mi curriculum.
Uno de los objetivos de este blog, es compartir con personas como tú, para podernos comunicar, quienes tenemos inquietudes comunes. Evidentemente "nos guía la luz del mismo faro". Y eso es importante saberlo, para saber, que aunque lo parezca, no navegamos solos, aunque sí un tanto solitarios.
Y sí, hay que seguir navegando.
Muy bueno lo de Mounier.
Un abrazo
Maribel
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