Cuando estudiaba Medicina, pasé algún momento de perplejidad por el reduccionismo y el materialismo imperante, a la hora de plantear cuestiones médicas, en relación con los pacientes. Esto me resultó más impactante al llegar a mis primeras prácticas al hospital y ver como algunos médicos, trataban a los pacientes (por suerte no eran todos). De ahí, que escribiera las siguientes reflexiones que fueron publicadas en la revista de la Facultad. Las comparto hoy, porque he releído casualmente este texto y me he dado cuenta, de que lamentablemente, sus planteamientos siguen siendo bastante actuales.
EL PACIENTE OBJETO
Después de casi cuatro años de arduo trabajo y sacrificio por haber sido dedicados al aprendizaje de la Medicina, he descubierto que hay algo más que las infumables montañas de apuntes, que los áridos libros de texto y que las clases impartidas por ignorantes que desconocen el significado de la palabra “enseñar”; además de otras soporíferas aportaciones a mi acervo académico. Existe algo más que todo esto y que parece tener alguna relación con nuestro aprendizaje; un extraño ser llamado paciente.
Ya en segundo curso empecé a intuir su existencia, cuando ávida de saber hurgaba entre los cadáveres de antiguos pacientes.
Posteriormente, en mi tercer curso, tuve la oportunidad de ver a alguno de estos extraños seres, de cerca, mientras yacían en la cama de un hospital, soportando estoicamente que mancilláramos su abdomen, con nuestras manos, o escucháramos sus renqueantes corazones, entre otras violaciones de su intimidad. Siendo siempre el objetivo fundamental de dichas maniobras el ser deslumbrados por el esotérico lenguaje del médico de turno, accesible sólo a unos pocos iniciados en su hermética sabiduría. Gracias a estas “enriquecedoras” experiencias, podíamos ser conscientes de nuestra profunda ignorancia y de nuestra incapacidad para salir de ella. La consecuencia fue que llegué a la conclusión de que se nos mostraba que el paciente era sólo el “objeto”, utilizado por muchos vanidosos y exhibicionistas, para satisfacer su egocentrismo.
Ahora, estudiando cuarto curso, este concepto me ha sido aclarado un poco más; hemos aprendido que el paciente es un ente a estudiar, para ampliar nuestros conocimientos, aunque el sacrificio para conseguir dicho objetivo es inmenso, pues nuestro “objeto” resulta ser bastante desagradable, ya que, según nos intentan enseñar, las manifestaciones de su existencia consisten en gemidos, quejidos, toses acompañadas con frecuencia de viscosos fluidos, estornudos, vómitos u otras emisiones de sustancias poco gratas a los sentidos.
Lo peor de todo es que encima de ser tan desagradable su presencia y comportamiento, osa exigir una atención personalizada ante el erudito que se digna en prestarle su atención, durante unos segundos, de su preciado tiempo; sin darse cuenta de que su papel en el sistema sanitario es secundario y que si tiene suerte de ser curado sólo es por el ansia de superación personal de quién le atiende, para elevar su prestigio en la comunidad científica. Esto explica que ante un caso poco común, el “doctor” muestre gran interés por la patología que afecta a su paciente (no por él en sí mismo), yendo raudo y veloz a mostrar el hallazgo del extraño “espécimen” a sus colegas.
Y para colmo de males, a veces algún “objeto” de nuestro estudio osa tener pensamientos propios con los que osa perturbar el aura inmaculada de su “bienhechor”, haciendo preguntas impertinentes sobre el mal que le aqueja. Afortunadamente, muchos se han entrenado ya con sus alumnos en el “arte” de ahogar cualquier iniciativa personal, consiguiendo apabullar rápidamente al vil insecto que se ha atrevido a irritar sus oídos. Consiguiendo, como siempre, que el otro sea consciente de su condición de inferioridad.
Después de estas desbaratadas elucubraciones me he permitido pensar que quizás hay algo que nadie me ha enseñado sobre este extraño ser y que no puedo aprender en ningún libro, ni en ninguna clase, pues dicho conocimiento no proporciona honores académicos, ni profesionales y menos aún gratificación económica.
Quién sabe, podría darse la posibilidad de que un enfermo tuviera algo que ver con un ser humano (aunque éste no haya estudiado medicina) y no me refiero al papel de cliente que para muchos desempeña. Y si es un ser humano, podríamos decir que tiene derechos, merece respeto, amor, etc.
Además, ¿Ningún médico se da cuenta de que algún día puede halarse en esa posición?
Nota: imagen obtenida de http://tecnologia21.com/tecnologia-21-semana-41-2009
4 comentarios:
El texto es profundamente humano. Al haberlo escrito una médico le hace adquirir una perspectiva única. El espíritu crítico del mismo es un toque de atención que hace honor al título del blog "¿ser conscientes"?
Un abrazo.
Jesús.
Gracias Jesús.
Un abrazo
Maribel
Hola Maribel.
AL leer tu entrada he recordado una película que ví hace muchos años: "El Doctor", trataba de como un doctor como los que tú describes se convierte en enfermo,
y como se hace consciente al sufrir en sus propias carnes, y nunca mejor dicho, el trato deshumanizado de sus colegas.
Recuerdo qeu esta parte la reflejaba muy bien, a mí se me quedó grabado, y me hizo pensar en como un cambio de tornas te puede hacer pasar de victima a verdugo. No sólo en el caso del paso de médico a enfermo sino en otras muchas facetas de la vida: Jefe/empeleado...etc.
Eso sí la calidad de la película no la puedo asegurar la ví cuando era muy joven y de aquella mi criterio cinematográfico no era el mismo que tengo ahora.
Saludos y gracias por tus interesantes reflexiiones.
Campanilla, he visto la película y me ha parecido interesante. No es una gran película, pero sí aporta buenas ideas y humanidad, que no es poco.
Saludos y gracias por tu comentario
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