sábado, 7 de marzo de 2020

CORONAVIRUS, VIVIR CON INCERTIDUMBRE




Todos estamos al tanto, en mayor o menor medida, de los problemas derivados de la epidemia de coronavirus. Lástima que parte de la información que se nos da sea sesgada, sensacionalista o imprecisa. 

La información que resulta más útil es la que nos aporta ideas claras acerca de lo que podemos hacer para prevenir el contagio de la enfermedad. De nada sirve saturarnos de información, si no percibimos la posibilidad de hacer algo para controlar, al menos parcialmente, lo que sucede.

El problema en este caso es que aún se sabe relativamente poco acerca del virus, de por dónde anda y de sus riesgos reales. El virus, ahora mismo, parece una especie de ente invisible que amenaza nuestra salud y que escapa a nuestro control, por más que deseemos ejercerlo.

El coronavirus nos está llevando hacia una gran incertidumbre. Da la impresión de que es mucho más lo que no sabemos, que lo que sabemos. O bien, lo que sabemos no es suficiente para tener controlada la situación.

El coronavirus nos ha puesto delante de nuestra propia vulnerabilidad y de nuestros miedos. Por eso, es preciso poner un nombre concreto a esos miedos para poderlos combatir uno por uno. Si no, corremos el riesgo de que se enmarañen dentro de nuestras mentes hasta que sea difícil saber cómo salir del enredo. Los miedos concretos que hay que nombrar, para manejarlos mejor son: el miedo a la enfermedad, el miedo a la pérdida de control, el miedo a la pérdida de seguridad, el miedo a la muerte, el miedo a que nuestros seres queridos se enfermen, el miedo a la incertidumbre, etc. Estos miedos nos hacen más conscientes de la fragilidad de nuestras vidas, pues normalmente vivimos sin plantearnos qué es lo que las puede alterar, por mucho que racionalmente sepamos que esto es posible en cualquier momento. El vivir de espaldas a nuestra fragilidad es una forma de protegernos de los miedos, pero nos puede hacer llevar a ser inconscientes y débiles ante las situaciones difíciles que se nos pueden presentar, pues no tendremos la preparación adecuada para ello.

En estos momentos, el reto que se nos presenta es el de cómo enfrentarnos al coronavirus. Y, en general, no estamos psicológicamente preparados para situaciones de este tipo. Podemos comprobar que muchos pasan de la negación del “no es nada” a la psicosis que les lleva a percibir esta situación como un evento apocalíptico. 

Necesitamos recuperar el sentido común y enfrentarnos exactamente a lo que está sucediendo, aquí y ahora, a nuestro momento presente, con prudencia. Lo fundamental es centrarnos en lo que sí depende de nosotros: lavado de manos, higiene, alimentación saludable y cuidado general de nuestra salud, consultar con el médico si es preciso tomar medidas adicionales (como cuando hay enfermedades previas o un sistema inmunológico debilitado), evitar grandes aglomeraciones, pedir ayuda médica si hay indicios claros de contagio o contacto previo con enfermos, etc. 


Por otro lado están algunas medidas psicológicas que nos pueden ayudar a afrontar la incertidumbre:

- Tomar consciencia de que en nuestra vida no podemos controlarlo todo y centrarnos en manejar lo que sí depende de nosotros (como las medidas señaladas previamente).

- Diferenciar los miedos y afrontarlos separadamente, como ya se ha dicho. Y no alimentarlos con nuestra imaginación, pensando en cosas terribles que creamos que pueden llegar a pasar. Es mejor planificar que estar anticipando catástrofes imaginarias, pues eso produce ansiedad. Es mejor planificar qué es lo que podemos hacer ante la situación, de forma realista, centrando la atención de que lo que haya que hacer es por nosotros y por nuestros semejantes. Mirar más allá de nosotros mismos también nos saca de un egocentrismo, que finalmente nos perjudica psicológicamente, pues, aparte de aislarnos y de hacernos insolidarios, nos sumerge más en la burbuja imaginaria de nuestros miedos.

- Pedir información y ayuda si sospechamos que podemos estar contagiados. Hay un teléfono en cada Comunidad Autónoma para este fin. En el siguiente enlace tenéis los teléfonos para este fin: https://www.diariosur.es/sociedad/salud/telefonos-consulta-sobre-20200302143541-nt.html?ref=https%3A%2F%2Fwww.google.com%2F&fbclid=IwAR0rgeOBxr38GxMI5r67WcjV6jejcfKlUbF2AtUIL0IjbRxjUzo5RSSA61I

- Centrar nuestra mente y atención en lo que nos ayude a relajarnos. Para eso están las actividades de ocio que normalmente nos hacen sentir bien. El prevenir el estrés y realizar actividades que nos relajan es también un factor que contribuye al buen estado de nuestras defensas contra posibles virus.

- Ser solidarios y pensar en los demás. Estamos en un momento en el que es preciso ayudarnos unos a otros. Crear redes de apoyo, de comprensión, de solidaridad con los enfermos, o con quienes están en cuarentena, es fundamental. Por ejemplo, estando pendientes de ellos con llamadas y mensajes, para que no se sientan solos y aislados. También el normalizar la situación y no dramatizar los casos que se den. Cuando nos encontremos con casos graves, de personas hospitalizadas, es muy importante apoyar a las familias y allegados. El virus puede alterar la salud, pero no puede destruir el amor y la solidaridad entre los seres humanos. No dejemos que el miedo coarte nuestra humanidad.




- Comprender que en toda vida humana se dan, antes o después, situaciones de fragilidad y de incertidumbre. Ante ellas, nos queda la posibilidad de ser creativos, generando nuevos recursos e ideas. También siempre nos queda la posibilidad de elegir la actitud que afrontamos acerca de ello, tratando de afrontar la situación desde lo que sí podemos hacer, por ejemplo, tomándola como un reto y como una oportunidad para ayudarnos unos a otros.

- Rezar o meditar: para quienes sean creyentes o tengan la opción de meditar, esta puede ser la oportunidad de mirar más allá de sí mismos y pedir por la salud de todos. Por favor, no nos quedemos en rezar solamente por nosotros mismos y por nuestros seres queridos. Una situación así ha de hacernos conscientes de que el problema es global. Y más si pretendemos formar parte de tradiciones espirituales que quieren hacer bien a la humanidad. Salgamos de la espiritualidad/religiosidad narcisista hacia una visión más amorosa, amable y compasiva para con todos. A su vez, la oración y la meditación aportan paz y energía extra, nos hacen más fuertes frente al estrés y, según ciertos estudios, aumentan las defensas.



                          

                          


Las situaciones de crisis, como la que se está dando, pueden ser, en parte, oportunidades para abrir la consciencia a una visión más realista de la vida: somos seres finitos y limitados, pero no por eso la vida deja de ser valiosa o de tener sentido. También es la oportunidad de tomar consciencia de lo que podemos aportar a otros, lo que puede ayudar a superar el individualismo enfermizo en el que muchos viven. Quizás, a pesar del sufrimiento y de la desesperación de muchos, algunas personas puedan mirar más allá y darse cuenta de que todos somos importantes para ayudar, prevenir, comprender e investigar. Luchemos contra la incertidumbre asumiéndola como parte de la vida, pero siendo también parte activa en la resolución del problema, como actores necesarios para que todo vaya de la mejor manera posible. ¡Que la fuerza nos acompañe! 





* Nota: imágenes obtenidas de Pixabay.

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