Hace unos días escuchaba a un psicólogo, recién licenciado, que decía que sentía cierta perplejidad, al darse cuenta de que sabía “curar” en los demás, problemas que no sabía “curar” en sí mismo. Mi respuesta, ante su comentario, fue decirle que eso me parecía bastante complicado, por no decir imposible y que era prioritario que se pusiese manos a la obra a “curarse”. Me miró con indiferencia y afirmó que así es como le han enseñado en la carrera…
No es la primera vez que escucho algo así. Este es un planteamiento común a muchos psicoterapeutas, tanto psicólogos como psiquiatras, que me parece preocupante. Pues ¿cómo alguien cuya mente está enferma puede curar la mente de otros? ¿No es la mente de un terapeuta su principal instrumento de trabajo? Si está defectuoso ¿hará un buen trabajo con su mente? Además, ¿no deberíamos preguntarnos que cómo puede curar en otro un problema que no sabe curar en sí mismo?
Con esto no digo que un psicoterapeuta sea alguien perfecto y sin limitaciones humanas, sino que estoy hablando de problemas internos más serios. Uno de los síntomas de este tipo de problemas es la escisión interna, que hace suponer que el otro es alguien con mecanismos totalmente ajenos a los de uno, lo que lleva a aplicarle procedimientos que parecen no sirven para uno, o que uno no se aplica. Procedimientos que se aplican de una forma ciega y mecánica, porque es lo que se ha leído en unos libros “universitarios”. Así que vuelvo a darle vueltas a lo de la psicología sin alma. ¿Tiene contacto con su alma un psicoterapeuta que no sabe como llegar al alma o a la psique de otros? ¿Puedo conocer a otros si no me conozco a mi misma? ¿Puedo ser consciente de lo que le pasa a otros sin ser mínimamente consciente de lo que me puede pasar a mí?
Sabemos todos que es más fácil aplicar recetas mecánicas que implicarnos en un trabajo más profundo con los pacientes, pero esta supuesta facilidad no es más que un engaño que puede alejar al terapeuta más de su verdadero ser y por tanto enfermarle más, junto con sus pacientes, que creyendo estar en manos de un profesional competente, no están a su lado más que para dar palos de ciego, ser conejillos de indias o esperar a que suceda algo que les ayude...
En general veo que incurren más, en este tipo de errores, los terapeutas cognitivo-conductuales, cuando sustentan sus ideas como una ideología, o incluso como una religión. He escuchado más de una vez que alguien cree o no cree en un tipo de terapia… Yo creía que eso era aplicable a otro tipo de cuestiones. Además, el presupuesto de fondo de que el otro es alguien distinto a quién estudiarse con objetividad, como a un objeto, no hace más que aumentar la escisión, entre la persona del terapeuta y la persona del paciente. Algo así puede también ocurrir desde algunos planteamientos psicoanalíticos, pero al menos tienen que pasar por terapia antes de tratar los problemas de otros. ¿Por qué no se hace esto en otras escuelas psicoterapéuticas? ¿Es mejor instalarnos en ese “supuesto saber” del que hablaba el Sr. Lacan?
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