Hace unos días leí un testimonio muy lúcido sobre las secuelas psicológicas que había experimentado una mujer como consecuencia de una relación de pareja en la que había sufrido diversos tipos de maltrato. He decidido traducirlo de su original en inglés porque considero que esta descripción puede ayudar a muchas personas que han vivido algo así a poner palabras a sus vivencias.
En la revista en la que se ha publicado (Elephant Journal), me han autorizado a realizar la traducción y publicarla en mi blog. El título original es "Living with C-PTSD Following an Abusive Relationship", vía Alex Myles
Este es el link original: https://www.elephantjournal.com/2016/10/living-with-c-ptsd-following-an-abusive-relationship/
Aquí está el testimonio:
Por
muchos años viví una relación extremadamente destructiva con alguien que padece un trastorno narcisista de la personalidad. Durante este tiempo fui sometida, de forma regular, a una serie de abusos emocionales, mentales y físicos.
Todos
los días caminaba como sobre cáscaras de huevo, viviendo con temor de decir o
hacer algo que pudiera provocar una respuesta agresiva.
Muchas
personas pueden preguntarse por qué yo, o cualquier otra, puede permanecer en
este tipo de ambiente, pero cuando llegó el momento en el que me di cuenta de
que estaba en un peligro extremo ya estaba muy mal emocionalmente y débil
mentalmente.
Yo
estaba viviendo en el terror, esperando ser atacada en cualquier momento y aún
así no sentía que tuviera la fuerza o el coraje que me pudiera sacar de ahí.
El
abuso no suele suceder abiertamente y no siempre es fácil de reconocer. A
menudo es un goteo oculto, insidioso e invisible que lentamente envenena la
mente de la víctima de tal forma que no confía en sus propios juicios, es
incapaz de tomar decisiones que cambien su vida y siente como si no tuviera las
habilidades de afrontamiento adecuadas para encontrar ayuda o salir de la situación.
Me
tomó mucho tiempo, y todo lo que tenía, conseguir sacarme del fondo del profundo
infierno en el que estaba y moverme a un lugar de seguridad.
Para
cuando me alejé pensé que la pesadilla había terminado. Pero en muchos otros
sentidos acababa de empezar.
Los
terrores relacionados con las burlas, torturas y tormentos que se habían
convertido en mi cotidianidad no disminuyeron. Permanecían vivos y revivían en
forma de flashbacks intrusivos y frecuentes.
Muchos
meses después de haber dejado la relación descubrí que había sufrido un
trastorno de estrés postraumático complejo (TEPT-C). El TEPT-C es el resultado
de un trauma psicológico persistente en un ambiente en el que la víctima siente
que es impotente y que no hay
escapatoria. Ese trastorno es ligeramente diferente al trastorno de estrés
postraumático (TEPT), que se genera por experimentar una experiencia traumática
aislada o por una acumulación de varias experiencias traumáticas. Aunque tanto
el TEPT-C como el TEPT se desarrollaron a partir de mis experiencias, yo me
identifico más con el TEPT-C, ya que lo que más me afectó se generó por una
prolongada exposición a un trauma crónico y repetitivo del que sentía que no
podía escapar.
Durante
muchos meses después de dejar la relación no conseguía dormir por las noches, y
cuando lo hice, a menudo me despertaba temblando después de sufrir sueños
recurrentes aterradores. En muchas ocasiones, cuando finalmente dormía, podía
llegar a dormir hasta 24 horas seguidas, en un sueño tan profundo que me costaba
despertar de él y cuando despertaba me sentía fatigada, semi-consciente, somnolienta
y como sonámbula a lo largo del día.
Me
asustaba fácilmente y sentía pánico ante el menor movimiento repentino o ruido
fuerte.
Estaba
ultra sensible, al límite y con un alto nivel de alerta la mayoría del tiempo,
que creo que era una forma en la que mi
mente adoptaba algún tipo de autoprotección para mantenerme consciente y así
evitar situaciones similares que fueran potencialmente peligrosas.
Ante
la mención de ciertas palabras, nombres o lugares sentía nauseas y mareo y
podía volverme extremadamente angustiada. Se desarrolló un intenso nudo en mi
estómago cada vez que algo me recordaba el trauma.
Todavía
tengo dificultades para recordar largas fases de mi vida, y por un largo tiempo
luchaba por mantenerme concentrada, mis habilidades de concentración eran muy
pobres.
Me
alteraba fácilmente, especialmente si estaba en un ambiente tenso. Tenía una
ansiedad constante y estaba en modo de pelea o muy activada.
No
comía adecuadamente. No tenía motivación y regularmente mi mente se inundaba por
pensamientos suicidas.
Había
perdido mi chispa.
Un
aspecto de las secuelas de la relación que más me afectó fue el gaslighting
(“luz de gas”) diario que soporté. Esto me dificultó creer en cualquier cosa
que la gente me dijera; analizaba, cuestionaba y diseccionaba todo.
Era
casi imposible crear nuevas relaciones, ya fueran de amistad o románticas,
mientras luchaba por confiar en las intenciones de las personas y me sentía
asustada por posibles motivos subyacentes y ocultos para sus palabras o
acciones.
Disocié
la mayor parte de lo que había atravesado y pretendí fingir, incluso a mi
misma, que el abuso no era tan grave como lo fue. En parte porque me sentía
avergonzada por no haberme ido antes y también porque quería defender y
proteger a la persona con la que estaba involucrada, ya que todavía me
preocupaba por él. Por lo tanto, raramente mencioné la relación con nadie y
congelé y cerré a través del estrés (a veces resultando en un colapso nervioso)
cuando alguien trató de hablarme de ello.
Llegó
la etapa en la que me retiré por completo al salir de la casa, lo que se
convirtió en una prueba abrumadora y en una experiencia penosa porque no podría
abrirme y conectarme con nadie y me sentía aterrorizada de todo y de todos.
Una
cosa que se hizo evidente y angustiante fue que, aunque había ganado la fuerza suficiente
para alejarme y me sentí fortalecida por la decisión sabiendo que era la
elección correcta para mi salud emocional, mental y física, estaba suprimiendo
todas mis emociones y sentimientos y estaba lejos de estar bien por dentro.
Había
atrapadas dentro de mi muchas emociones como de montaña rusa y el tratar de
ignorarlas y de contenerlas hacía más mal que bien. En muchos aspectos, el
final de la relación había marcado el cese de una fase de mi vida y había
abierto un nuevo capítulo al que iba a tomar su tiempo acostumbrarse.
Parecía
que mientras yo estaba en la relación me había acostumbrado tanto a soportar
una amplia variedad de comportamientos narcisistas que casi se habían vuelto
normales y aceptables. Al alejarme de todo lo que había conocido, sentí que
había ido de un planeta a otro y que no tenía ni idea de cómo navegar por mi
cuenta o de cómo relacionarme con nadie en el nuevo planeta.
Pronto
me di cuenta de que a menos que comenzara a enfocarme en curarme a mí misma,
seguiría siendo una víctima de mis circunstancias anteriores, ya que la
acumulación de lesiones emocionales, heridas y cicatrices necesitaba una atención
urgente. De lo contrario, se filtrarían y destruirían en silencio secciones de
mi vida sin que yo me diera cuenta de que el pasado todavía me controlaba.
Me
correspondía a mí reconstruir mi fuerza y mi confianza, de lo contrario
terminaría alienándome a mi misma y causando más daño.
Tuve
que hacer un montón de trabajo de sanación interior y de reestructuración y
tuve que tratar de convencerme de que no iba a ser suficiente el haber dejado
la relación para que todo estuviera bien.
El
paso primero y más significativo que di fue admitir y aceptar plenamente que la
carnicería que había experimentado era real y que tuvo un enorme impacto en mi
bienestar emocional y mental.
Había
estado sobreviviendo por un frágil hilo en una zona de guerra doméstica y
durante mucho tiempo había sido intimidada, manipulada, engañada y amenazada,
entre muchos otros comportamientos tóxicos y disfuncionales. Toda la relación
había sido una ilusión y me había llevado a tener graves problemas de
confianza, así como a perder la voluntad de vivir. No sólo luché para confiar
en otras personas, sino que también me di cuenta de que no tenía fe en absoluto
en mi propia intuición, percepción o juicio.
Finalmente,
me di permiso para tomar el tiempo que necesitaba para sanar, incluso si eso
significaba que pasaría el resto de mi existencia poniendo juntas de nuevo las
piezas de mi vida. He llegado a aceptar el hecho de que no hay un calendario
exacto para la curación y que no hay prisa.
Me
permitía llorar la relación y la pérdida de la persona de la que me había
separado. Esto fue extremadamente difícil de hacer, al tener tantas emociones mezcladas
debido a la amplitud del abuso. Durante mucho tiempo negué mi pena, ya que era
complejo llegar a un equilibrio con la forma en que podía extrañar a alguien
que había sido responsable de la conducta tóxica hacia mí.
Una
de las partes más difíciles de lidiar con este dolor era sentir que no podía
hablar abiertamente con nadie, ya que creía que nadie iba a entender cómo podía
permanecer en una relación tan abusiva, además de extrañar muchos aspectos de
esa persona y de la vida que yo tenía con dichos aspectos.
La
razón por la que puede ser tan difícil superar este tipo de relación es porque
muchos narcisistas muestran tanto características de "Jeckyll” como de “Hyde",
por un momento se muestran extremadamente amorosos y afectivos y en el
siguiente paralizantes, crueles y astutos.
No
es fácil explicar que amaba profundamente y que echaba mucho de menos un lado
de la persona con la que estaba involucrada, y a la vez otro lado no me
gustaba, que temía y que nunca quería oír mencionado al mismo tiempo. Pensar en
esto puede hacer incluso que una se sienta un poco loca, ya que no siente que
sea natural amar y odiar a una misma persona.
Creo
que un paso esencial para la curación del abuso narcisista es encontrar a
alguien en quien realmente confiar, y que no juzgue o cuestione nada de lo que
se dice. El ser libre para hablar abierta y cómodamente, sin tener que
sobreexplicar es vital para empezar a poner el cúmulo de experiencias en algún
tipo de contexto. Si no hay un amigo a mano, vale la pena dedicar tiempo a
buscar un buen terapeuta que comprenda lo que es el TEPT-C provocado por relaciones abusivas.
Lo
más importante que me ayudó a superarlo estaba más enfocado en sanarme y en
reconstruirme a mi misma. Aunque me tomaba tiempo para investigar y obtener
conocimiento y comprensión del tipo de abuso al que había sido sometida, pasé
mucho más tiempo entregándome a lo que sentía que hacía bien a mi alma.
Me
reconstruí con lentitud y con seguridad, formé nuevas amistades, aprendí a
confiar en la gente y perdoné todo lo ocurrido en el pasado. Todavía hay días
que me persigue, pero hay una luz brillante en el extremo del túnel, incluso aunque
sea difícil creer que cuando das los
primeros pasos hacia la aceptación el camino por delante empieza a quedar
claro.
La
curación viene a la vez que se va dando cada pequeño paso, con cuidado suave y
cariñoso, y sin prisas.
3 comentarios:
Hola! Muy interesante el testimonio. Yo estoy empezando a hacer un blog sobre el trastorno de estres postraumatico complejo! Pasate a verlo!
Un saludo!
Hola,
Gracias por compartirlo.
Yo estoy ahora enmedio del proceso y ya podrás imaginar. Todo lo que me puedas recomendar de libros o materiales te lo agradezco mucho.
Gracias!
Lindas palabras, yo lo viví, y tal como lo describe, así me siento...Ya va un año de mi descarte, y todavía sigo recogiendo los pedazos y juntando las piezas rotas de mí. Aunque a veces me siento a morir, tengo dos valiosos motivos para seguir que son mis hijos, por ellos no desmayo y lo lograre...
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